Fue un agujero el que propició que Chávez llegase al poder, al menos éso dice Julio María Sanguinetti, expresidente de Uruguay.
La estela del populismo que propició el ascenso de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, le ha llegado a Estados Unidos y a Europa. Sólo así se explica el movimiento del Brexit en Gran Bretaña, el surgimiento de Podemos en España o las simpatías levantadas por Trump en una parte del electorado americano.
El populismo puede ser de izquierdas o de derechas. Lo que une este movimiento es perseguir –en palabras de Sanguinetti– “la anti-institucionalidad, la fragmentación de los Estados, debilitar las instituciones democráticas, la sustitución de la razón por la emoción y la plaza pública como expresión de la representación en lugar de los Congresos elegidos democráticamente”.
Fue la caída, consecuencia de corrupción y escándalos de partidos fuertes e instituidos como la socialdemocracia y la democracia-cristiana en Venezuela, los partidos laborista y conservador en Gran Bretaña o popular y socialista en España los que, han dejado un agujero –o más bien socavón– fácilmente ocupado por líderes populistas.
Las consecuencias del liderazgo de Chávez y de su discípulo han hecho de Venezuela el país que conocemos hoy, un país que pasa hambre, donde no hay dinero ni bienes de primera necesidad que comprar. Las consecuencias de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea comienzan a sufrirse, con el desmembramiento de la City londinense y la caída de las Bolsas internacionales a escasas semanas de la victoria del movimiento Brexit. España vive un “impasse” político, con un gobierno en funciones y unos partidos que no se ponen de acuerdo en “sacar adelante” un gobierno viable tras dos convocatorias electorales que, hasta la fecha han resultado inútiles.
¿Y qué hay de Estados Unidos? Los escándalos políticos y financieros han afectado a ambos partidos, acusaciones y defensas se suceden, especialmente en este tramo final de la campaña electoral. Los que parece, van a ser los candidatos de ambos partidos, ni siquiera son los favoritos de sus militantes, pero lo cierto, es que, de una forma u otra obtuvieron los compromisarios, y por tanto el respaldo, que necesitaban. Sin embargo, la victoria en las urnas de un líder mesiánico, el que sea, no es buena. La fuerza de un movimiento de estas características, desaparece con su líder –caso Venezuela–. Es necesaria la reconstrucción de los partidos ya sea en Venezuela, Gran Bretaña, España o Estados Unidos. “Las personas pasan, las instituciones quedan”.
Las instituciones son los pilares de la democracia, no las multinacionales ni las grandes corporaciones. Hay que volver al ágora, hay que volver a Grecia, pero no a la actual, sino a la del siglo V d.C., a aquélla Grecia de Pericles en la que nació la democracia.