Al que no quiere “caldo”, dos tazas

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Sí, amigos, parece que ese es el menú con que nos quieren atiborrar. Porque el uso y abuso de la voz espanglesa de moda —equivalente a hot—, está que arde. Perdón, quise decir «CALIENTE», que es el comodín con que están desplazando al resto del vocabulario térmico, en sentido recto o figurado. Y claro, ¿para qué andar con tibiezas si está visto que los copiones nos han puesto en la parrilla para achicharrarnos de cuerpo entero sobre las chispeantes brasas de la moda anglo?

Como el inglés tiene esa manía de minimizar el vocabulario empleando una sola palabra (hot) para todo, a más de incurrir en su repetición como si fuera ironía o astucia palabrera rebosante de gracejo y simpatía, el espanglista (no el hablante de «Spanglish», según la moda actual) cree quedarse a la zaga de la nueva onda si no le hace la imitación reverencial.
Si empezamos por la acepción termométrica recta y primaria, el uso de caliente no queda, en puridad, sino tibio si el caso es extremo, puesto que si se trata, digamos, de un metal horneado a centenares de grados —Celsius o Farenheit, da lo mismo— para eso tenemos «candente», «incandescente» o, más pintorescamente, «al rojo vivo».
Pasando al sentido metafórico, por ejemplo, decir en espanglés que «esa chica está muy caliente» no significa, como en inglés, que es muy atractiva, popular, que es muy codiciada por sus méritos artísticos, etc. En español, como sabemos, el término se referiría a otra clase de atracción o, mejor, apetito. Y en ese caso muy bien vendría, acaso pasando al terreno palpable, «ardiente». ¿No?

En espanglés, un auto muy caliente no es de motor temporalmente recalentado, sino el que disfruta de gran demanda por su estilo, potencia, etc., y que se vende, si me permiten un clásico hispanismo (¿pasado de moda?), «como pan caliente», acabadito de sacar del horno. De ahí, por cierto, nos viene lo de «flamante», o sea que aún está en llamas y da la idea, en general, de algo novísimo, recién hecho, de estreno.

 
Ahora bien, si hablan del estado del tiempo, observamos que caliente va cobrando vigencia como si se tratara de sopa, frijoles, asfalto o cualquier otra cosa material, en perjuicio de las expresiones tradicionales. «Está muy caliente el día», nos dicen, copiando hasta el orden de palabras del inglés («It’s a hot day»). Me parece recordar que antiguamente se decía «hoy hace mucho calor» o bien «es una mañana (tarde, etc.) muy calurosa». Pero claro, conforme avanza el espanglés, ese matiz idiomático se va descartando. Tiene ello, además, la gran «ventaja» de consolidar acepciones en una sola voz, permitiéndonos descartar vocabulario excedente. Igualito, huelga decir, que en la lengua vernácula anglo.

Así, amigos, llegamos a la conclusión de que prevalece un ambiente, digamos, calenturiento —especie de caldo de cultivo— en pro de usar CALIENTE para todo, como nos lo enseña el estilo que últimamente marca el paso de la moda idiomática. Un poco más y, al calor de los que despreocupadamente prefieren simplificar y consolidar, las dos lenguas se «fundirán» (en ambos sentidos) cada vez más, reduciéndose a una sola, cuyo nombre es precisamente presagio de esa combinación que las abraza (y abrasa): espanglés.

Emilio Bernal Labrada, de la Academia Norteamericana y la Real Academia Española, es autor de la novela histórica Getting Away with Murder…/Asesinatos Impunes…, así como de La prensa liEbre o Los crímenes del idioma y otras obras. Pedidos a emiliolabrada@msn.com.