BYE BYE ACOSADOR

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Y así, después de la inauguración oficial, empezamos a trabajar a buen ritmo, aprendiendo de nuestros errores y adoptando como se dice ahora las “best practise” que nosotros mismos íbamos probando. Teníamos periodos con picos de trabajo en los que no parábamos y temporadas breves con un poco de calma que aprovechábamos para organizar limpiezas generales, ocuparnos del jardín y del huerto con más detalle, ir a buscar nuevos vinos o productos, etc. Esto es lo que más me gustaba, Paolo se empezó a animar también a participar a nuestras excursiones enogastronómicas que se convertían siempre en vedaderos maratones de comida y de bebida.

Natalia se empezaba a soltar pero lo de salir sola lo tenía atragantado, Antonia la mandaba a hacer recados así como de manera natural pero la pobre lo vivía muy mal. La veíamos que hablaba con la guardia de seguridad para que controlara y luego se marchaba corriendo. La guardia de seguridad, que nos había preguntado por el comportamiento extraño de la “niña” como le llamaba Antonia, se conmovió con la historia así que la protegía como si fuera su hija.

Un día, en el que gracias al cielo la “niña” estaba haciendo limpieza de armarios con la música a tope, vino su acosador… Natalia no le vió, nosotros si. Yo salí corriendo seguida de Manuel. El delincuente se nos puso “farruco” y me amenazó a mí también. La guardia de seguridad llegó corriendo llamando a la policía con una mano y tocando su pistola con la otra. Yo cada vez que recuerdo la escena tiemblo como una hoja. El acosador salió por patas, Natalia no se dió cuenta de nada pero los tres y Santi (la guardia de seguridad) nos quedamos de piedra.

Me quedé a solas con Santi pidiendo a Antonia y a Manuel que entretuvieran a Natalia para que no viera la llegada de la policía.

“Esto hay que solucionarlo, ¿lo sabes verdad?” Me dijo Santi.

“Hay que denunciarle porque no está respetando la orden de alejamiento” Contesté.

“No te enteras, esto hay que solucionarlo sin la policía” Replicó.

Le miré incrédula pero con ganas de saber lo que me estaba proponiendo, me escribió un número de un móvil y nos dirigimos hacia los coches de la policía que llegaba en ese momento.

Tuve el número del móvil unos días pasando del bolsillo del pantalón al bolso y del bolso al pantalón, el tercer día desde casa hice la llamada, no tenía ni idea que decir así que cuando una voz contestó y me dió cita para la noche siguiente sin mediar palabra me quedé más tranquila, creo… La cita era en un antro de una zona en la que, a pesar de estar en el centro, cerca del ayuntamiento, no había estado nunca.

El sitio como decía era un auténtico antro, olor a vino avinagrado y a fritanga. Me pedí una tila para calmarme. El que parecía el dueño del antro gritó delante a todos los parroquianos:

“¡La princesa quiere una tila! Mari saca una de esas bolsitas que te tomas cunado te viene la sangrá,”

Madre mía que horror, me senté con la infusión de lo que fuera en una mesa un poco lejos de la puerta de entrada y de la barra casi de espaldas, en esos minutos solo tenía un sentimiento: ¡el arrepintimiento! Sin saber por donde llegó se me sentó delante un hombre de unos cinquenta anños, bien vestido que desentonaba tanto cuanto yo en esa ratonera.

“Cuéntame tu problema” me invito a hablar bastante seco

“En realidad, no es un problema mío, es de una amiga. Su acosador no deja de perseguirla aunque haya estado en la carcel y tenga una orden de alejamiento”. Conté

“¿Qué tipo de susto quieres?” Me preguntó

La pregunta me descolocó bastante, no sabía que hubiera un menu…

“Solo susto sin violencia” Dije.

Se rió con ganas y me preguntó:

“¿Cuantos huesos le ha roto a tu amiga?” Preguntó

“Muchos, pero solo quiero que la deje en paz, además”, dije con un hilo de voz y con bastante vergüenza “no dispongo de dinero para pagarle.

“Debo un favor a un amigo” Contestó dando por zanjado el tema honorarios.

Y dicho esto se marcha, yo me quedé más nerviosa de lo que estaba pensando que me había metido en un lío horrible.

Dos días después casi me da un infarto cuando me llamó la policía y me dijo que fuera a la comisaria. Con mi película en la cabeza de: “se ha encontrado el cadáver de…. Cuando fue la ultima vez que le vió… ha contatado un matón profesional…” Me fui la policía como un cerdo va a festejar el día de San Martín o un cordero al matadero.

Allí de lo que me informaron fue que el acosador en cuestión, había sido “elegido” para un plan de reinserción en una plataforma petrolífera en los mares de no se donde, y digo de no se donde, porque tenía acumulado tal estrés que me dió un bajón de lo que fuera y escurriendome por la silla del despacho del inspector de policía acabé en el suelo.

Moraleja, el acosador había aceptado irse a este lugar remoto ”voluntariamente” (esto lo supe o mejor dicho lo imaginé cuando el hombre que encontré en el antro me trajo un vaso de agua cuando me incorporé en la silla, era el subinspector no se que cosa).

Me miró mientras me acercaba el agua diciéndome.

“No se preocupe, ha sido fácil convencerle para que abandone el país y para que abandone las ideas que que le rondaban por la cabeza. Le puede decir a su amiga que esté tranquila. Además una parte de su sueldo irá a parar a la víctima por daños y perjuicios.”

Llegué a casa blanca como el papel, hablé como pude primero con Antonia y Manuel para decidir con ellos si decírselo a Natalia y como. Estábamos todos bastante bajo shock pero convencidos de que Natalia lo tenía que saber.

Nos sentamos en la cocina para tomar otra tila, desde hacía días que yo solo bebía ese brebaje, Natalia me eschuchó con mucha atención mientras Antonia le cogia la mano. Cuando acabé de contarle todo se derrumbó y llorando como una Madalena soltó por esa boca que estaba casi siempre cerrada todo el mal que le había hecho la bestia. Nos contó de las palizas, de los huesos rotos, de los gritos, de los insultos, del no saber a donde ir y nos partió el corazón a todos cuando habló del bebé que había perdido en la última paliza.

Yo le abracé todo lo fuerte que pude.

“Ya está mi niña ya está…” traté de consolar esa pobre alma. “Ya está, has tocado fondo. Ahora la vida solo te puede da cosas buenas”.

Al día siguiente cuando llegué a la casa encontré a Antonia a Manuel y a Santi en la puerta con cara de entierro.

“¿Que ha pasado?” Pregunté asustada.

“La niña no está” me contestó Antonia.

Nada más acabar la frase vimos a Natalia que volvía sola de correr, algo que no había hecho en su vida, de hecho tenía un chandal un poco “especial”. Nos miró a todos diciendo.

“No quería asustaros, pero necesitaba volver a la vida y celebrarlo”.

“¡Venga todos a desayunar!” nos dijo Antonia secándose la lagrimilla con la manga.

Yo me quedé sola y me dirigí a Santi para darle explicaciones, me paró con una mano y negó con la cabeza diciendo no me tienes que decir nada.

“Antonia” dijo “he terminado mi turno, ¿hay también desayuno para mi?”

“Que tonterías dices niño, entra anda turno si o turno no”

Había torrijas, que mejor manera de celebrar la nueva vida de Natalia.