Trump aseguró el 4 de abril que era inminente una represalia militar de Washington contra el régimen de Bachar El Assad, como castigo por el ataque con armas químicas en Duma.
El 13 de abril ha dicho que el ataque no tiene por qué ser ya.
“Nunca dije cuándo tendría lugar un ataque en Siria. ¡Podría ser muy pronto o no tan pronto en absoluto!”, ha escrito en Twitter.
Desde el inicio de la guerra de Siria, hace siete años, EEUU dejó claro que Assad tenía una “línea roja” que no podía cruzar si no quería tener encima al Ejército americano, y esa línea era el uso de armas químicas contra civiles.
El 23 de julio de 2012, el régimen sirio admitió por primera vez que poseía un arsenal con armas de este tipo, ilegales, y amenazó con utilizarlas en el caso de que se produjera una intervención militar occidental, pero no contra su población, matizó. El entonces presidente estadounidense, Barack Obama, dio el primer aviso verbal.
La primera prueba de fuego para esta advertencia llegó el 21 de agosto de 2013 cuando se produjo el ataque en Guta oriental y en Muadamiyat al Sham. El llamado “intervencionismo humanitario” de Washington quedó aparcado y hubo un repliegue en las amenazas y en los movimientos de buques y tropas que calentaron el Mediterráneo oriental en esos días. EEUU siempre defendió la “obligación moral” de golpear en un supuesto como este, pero triunfó al final la política no intervencionista del demócrata y la promesa arrancada a Assad: que iba a destruir su arsenal químico. Un proceso internacional, coordinado por Naciones Unidas, puso en marcha esa liquidación. A la luz de los acontecimientos denunciados por los opositores al régimen y por la ONU, sin embargo, parece que Siria no hizo una limpia completa.
La Asociación Médica Sirio-Americana (Sams) y la Defensa Civil Siria informaron el domingo de que poco antes de las 20:00 horas del sábado (hora local) cientos de personas con síntomas de haber estado expuestas a un gas nervioso fueron llevadas a los hospitales en Duma.
Guta era clave para las fuerzas rebeldes, pues les permitía atacar los asentamientos del régimen en la capital. Las autoridades sirias iniciaron en febrero la ofensiva final para vencerla. Desde hoy, la policía militar de Rusia -máxima aliada de Assad- controla la ciudad.
Tras el ataque, Trump criticó duramente a Assad y, junto a sus aliados de Occidente (Francia y Reino Unido, esencialmente), anunció que ofrecería una “fuerte respuesta” en represalia por los ataques químicos.
El miércoles 11 de abril, Trump escribió en Twitter: “Rusia promete derribar todos los misiles disparados contra Siria. Prepárate Rusia, porque van a ir, suaves y nuevos e ¡inteligentes!”; lo colgó tras censurar que el Kremlin se asocie “con un animal que mata con gas a su gente y ¡disfruta!”. Las alarmas se dispararon: el ataque sobre Siria parecía cuestión de horas.
Sin embargo, el 12 de abril escribió: “Nunca se dijo cuándo se produciría un ataque a Siria. ¡Podría ser muy pronto o no tan pronto!”.
El régimen de Assad, acusado en múltiples ocasiones de perpetrar ataques químicos contra bastiones rebeldes, ha negado repetidamente el uso de agentes tóxicos.