La realidad económica de la frontera ha evitado su cierre

David Torres

Ahora que el presidente Donald Trump ha retrocedido en su intento de cerrar de manera inminente la frontera con México y, en su caso, “conceder” un año al país vecino para que evite ya no solo el paso de migrantes, sino el de estupefacientes hacia Estados Unidos, vale la pena reflexionar sobre la realidad económico-migratoria de una de las zonas de mayor intercambio comercial y de flujo de seres humanos en todo el planeta.

En términos generales, a lo largo de las 1,951 millas que abarca la franja fronteriza entre México y Estados Unidos cabe una población que rebasa las 10 millones de personas. Los cuatro estados estadounidenses (Texas, Nuevo México, Arizona y California) y los seis mexicanos (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California) integran una peculiar relación cultural, histórica y económica que da cabida, en sus 56 puntos fronterizos, al cruce de por lo menos un millón de personas diariamente, amén de los aproximadamente 300,000 vehículos y 70,000 camiones de productos varios.

Es decir, en ese constante ir y venir se colocan unos 1,700 millones de productos en negocios y fábricas, mercancías no solo comestibles, sino automotrices. En cálculos conservadores, de cerrar la frontera, aun parcialmente, los expertos dicen que las pérdidas serían entre 1,500 y 2 mil millones de dólares diarios.

Esa una realidad que rebasa cualquier pretensión autoritaria de modificar su curso histórico y económico; realidad que está incluso por encima de cualquier agenda política o de las ahora ya insufribles estrategias electorales en las que un mucho de xenofobia y otro tanto de racismo y de gastada retórica antiinmigrante no sirven ya para engañar a quienes se han dado cuenta de su propósito real.

Es un hecho que los miles de millones de dólares que fluyen de un lado a otro de la frontera México-Estados Unidos son un botín que nadie quiere perder, no solo porque garantizan un jugoso ingreso por concepto de impuestos, sino porque mantienen a flote la vida económica de una de las zonas geográficas más estratégicas del mundo.

Evidentemente, Trump y su equipo tuvieron que tomar muy en cuenta eso para modificar su postura original de cerrar la frontera, pues darse un tiro más en el pie no solamente no era conveniente en términos políticos, sino que iba en contra de un sistema económico en el que la mayor ganancia es el objetivo principal, sistema del cual viven millones de personas, y con base en el que se elaboran programas de todo tipo y se pactan acuerdos internacionales, como el recién modificado tratado comercial entre Canadá, Estados Unidos y México, impulsado, curiosamente, por el propio presidente Trump.

Esto nos enseña que una rabieta de campaña antiinmigrante con la que se pretendía cerrar la frontera para evitar el paso de migrantes indocumentados ya no es una estrategia conveniente para lograr el aplauso y, por ende, el voto fácil y poco analítico. Responsabilizar a México de una situación que rebasa a todos los países involucrados, por otra parte, tampoco puede funcionar porque los problemas de raíz que causan el éxodo de migrantes de todo el orbe no están resueltos y, sobre todo, no hay todavía un verdadero compromiso multilateral para solucionarlos.

A lo largo de los años, se ha hablado mucho de estrategias para acabar con la pobreza sin que esta disminuya lo suficiente como para evitar nuevas migraciones; además, se han propuesto inversiones locales y regionales que, en la mayoría de las ocasiones, han declinado por efecto de la corrupción, lo mismo que las ayudas internacionales a naciones en situación vulnerable; y en medio de todo eso, el crecimiento de las poblaciones y, por ende, de sus necesidades, ha convertido en un círculo vicioso el devenir de esta generación de seres humanos que por ahora habita el planeta y que por necesidades diversas ha tenido que desplazarse hacia destinos de mayor afluencia, una realidad que ha sido constante en toda la historia de la humanidad. No hay secreto en ello.

En fin, Trump ha amenazado con imponer aranceles a la industria automotriz mexicana en un año si no logra detener el flujo de migrantes y de estupefacientes hacia Estados Unidos. Pero no lo hará por la sencilla razón de que el sector también produce miles de millones de dólares en ganancias y nadie querrá perder —él tampoco— en esta ecuación de conveniencia.

Pero es también un hecho que machacará su amenaza hasta el cansancio como una más de sus consignas de campaña. Solo habrá que ser pacientes para escuchar el discurso en el que suavizará la situación para “explicar” que no dijo lo que dijo.

Y entonces empezará a buscar en otra parte solución a sus rencillas con nuevas amenazas. Pero por lo pronto la histórica y económica realidad de la frontera ha evitado su cierre, no Trump.

David Torres

David Torres