Declaraciones del Presidente Barack Obama

Mensaje Semanal Sábado, 15 de agosto, 2009

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Esta semana viajé por todo el país para hablar sobre la reforma del seguro médico y oír directamente de personas como ustedes, sus preguntas, sus inquietudes y sus casos.

Bueno, sé que algunas de las asambleas populares que se están realizando en todo el país han recibido mucha publicidad, especialmente aquellas con discusiones acaloradas. Ya saben ustedes cómo le gusta la conmoción a la televisión.

Pero lo que no han visto –porque no es tan emocionante– son las muchas reuniones constructivas que se están realizando en todo el país en las que los estadounidenses expresan sus esperanzas e inquietudes sobre este importante tema.

Participé en algunas, y las historias que he oído realmente confirman las razones por las que creo tan firmemente que la reforma del seguro médico es un desafío que no podemos ignorar.

Son casos como el de Lori Hitchcock, a quien conocí en New Hampshire esta semana. Lori tiene una enfermedad preexistente, por lo que ninguna compañía de seguros le ofrece cobertura. Trabaja por su cuenta y, en esta economía no puede encontrar un empleo que ofrezca atención médica, por lo que hace dos años no tiene seguro.

O casos como el de Katie Gibson, a quien conocí en Montana. Cuando Katie trató de cambiar de aseguradora, se cercioró de enumerar sus enfermedades preexistentes en la solicitud e incluso llamó a la compañía nueva para confirmar que la cubrirían. Dos meses más tarde, cuando ya había dejado su otro seguro, le cancelaron la póliza.

Éstas son las historias que no se están contando, historias de un sistema de cuidado de salud que funciona mejor para el sector de seguros que para el pueblo estadounidense. Y es por eso que vamos a aprobar una reforma del seguro médico que finalmente haga que las aseguradoras rindan cuentas por sus actos.

Pero ahora toca la parte difícil. Porque la historia es clara: cada vez que estamos a punto de aprobar la reforma del seguro médico, los intereses particulares que se benefician del status quo usan su influencia y aliados políticos para atemorizar y engañar al pueblo estadounidense.

Por ejemplo, consideremos uno de los rumores más atemorizantes y ridículos que circulan, los denominados “paneles de la muerte” que decidirían si se deja que los ancianos vivan o mueran. Ese rumor comenzó con la distorsión de una idea en la propuesta ante el Congreso que permitiría que Medicare pagara una visita voluntaria a su médico para hablar sobre la atención al final de su vida, sólo si ustedes, y solamente entonces, deciden hacerle tal consulta. No tenía nada que ver con darle al gobierno control de decisiones que les corresponden a ustedes; de hecho, se les daría toda la información que necesitan –si es que la desean– para darles a ustedes el control de sus decisiones. Cuando un senador republicano conservador que apoyaba la idea, que luchaba desde hace mucho tiempo por propuestas de incluso mayor alcance, se enteró de cómo la gente estaba tergiversando la idea, dijo que era una distorsión “loca”… sus palabras.

Entonces, cuando la gente que se beneficia del status quo continúa inventando estas barbaridades en un esfuerzo por asustar a la gente, es decepcionante pero no nos sorprende. Lo hemos visto antes. Cuando el Presidente Roosevelt se esforzaba por crear el Seguro Social, sus opositores sostenían que abriría las puertas al “espionaje federal” y forzaría a los estadounidenses a ponerse placas de identificación. Cuando el Presidente Kennedy y el Presidente Johnson se esforzaban por crear Medicare, los opositores advertían en contra de “la medicina socializada”. ¿Les suena conocido? Esos temores no sólo nunca se hicieron realidad, sino lo que es más importante: estos programas les han salvado la vida a decenas de millones de personas mayores, discapacitadas y desfavorecidas.

Quienes se paran en el camino de la reforma están dispuestos a decir prácticamente cualquier cosa para asustarlos sobre el costo de actuar. Pero no dicen mucho sobre el costo de no actuar. Si les preocupa la atención racionada, los costos más altos, la negación de cobertura o que los burócratas se interpongan entre ustedes y su médico, entonces deben saber que eso es lo que está sucediendo en este momento. En los últimos tres años, las aseguradoras discriminaron contra más de 12 millones de estadounidenses debido a una enfermedad preexistente o les negaron cobertura o cancelaron pólizas porque se enfermaron, justo cuando más las necesitaban. Los estadounidenses con trabajo y seguro fijo en este momento simplemente no saben si serán los próximos en sumarse a los 14,000 que pierden su seguro médico todos los días. Y si no hacemos algo al respecto, la prima familiar promedio continuará aumentando hasta superar los $22,000 en una década.

Por otro lado, esto es lo que la reforma significará para ustedes.

En primer lugar, a pesar de lo que han oído, si están satisfechos con su médico o el plan de cuidado de salud que tienen, pueden seguir con ellos. Si no tienen seguro, finalmente estará a su alcance. Y todos tendrán la seguridad y estabilidad que carecen hoy en día.

Se prohibirá que las aseguradoras nieguen cobertura debido a su historia médica, que cancelen su póliza si se enferman u ofrezcan menos cobertura justo cuando es más necesaria, porque de nada sirve tener seguro médico si no está disponible cuando lo necesitan.

Las compañías de seguro ya no podrán imponer límites arbitrarios en la cantidad de cobertura que reciben en un año dado o el transcurso de la vida, e impondremos un límite al monto que se les puede cobrar en gastos propios, porque nadie en Estados Unidos debe irse a la quiebra simplemente porque se enferma.

Finalmente, requeriremos que las aseguradoras paguen exámenes médicos rutinarios y atención preventiva, como mamografías y colonoscopías, porque no hay razón para no salvar vidas o ahorrar dinero con la detección temprana de enfermedades como el cáncer de las mamas y de la próstata, por adelantado.

La reforma significa eso. A pesar de toda la charlatanería y ruido por allí, todos los estadounidenses deben saber lo siguiente: si no tienen seguro médico, finalmente tendrán opciones de calidad y bajo precio una vez que aprobemos la reforma. Si tienen seguro médico, nos cercioraremos de que ninguna aseguradora ni burócrata del gobierno se interponga entre ustedes y la atención que necesitan. Y la reforma se hará de una manera fiscalmente responsable.

Sé que hay bastante escepticismo y verdadera preocupación. Sé que en un momento de alteración económica, la idea de un cambio puede causar inquietud y sé que hay gente que cree que el gobierno no debe tener función alguna en la resolución de nuestros problemas. Éstas son discrepancias legítimas, dignas del verdadero diálogo que Estados Unidos merece, uno en que bajamos la voz, nos escuchamos unos a los otros y hablamos sobre las diferencias que realmente existen. Porque a pesar de que hay desacuerdos acerca de cómo proseguir, existe consenso generalizado sobre la urgente necesidad de reformar un sistema que no está funcionando y finalmente hacer que las compañías de seguro rindan cuentas.

Hace casi cincuenta años, durante las acaloradas batallas iniciales para crear lo que se convertiría en Medicare, el Presidente Kennedy dijo, “Me rehúso a vernos vivir de los logros de otra generación. Me rehúso a ver que este país, y todos nosotros, evitamos las luchas que son nuestra responsabilidad en nuestros tiempos”. Ahora recae en nosotros afrontar los desafíos de nuestros tiempos. Y si podemos unirnos y escucharnos unos a los otros, tengo la convicción, como siempre la he tenido, de que nos pondremos a la altura de las circunstancias, construiremos algo mejor para nuestros hijos y protegeremos el futuro de Estados Unidos en este nuevo siglo.