LONDRES. En Afganistán, el presidente Karzai habría retenido la Presidencia asegurando en primera vuelta un 55% de los votos.
El problema es que sólo han sufragado uno de cada cinco afganos. Los resultados han llamado la atención a varios observadores internacionales, pues hay lugares donde hay un 100% de participación o de votos por el candidato oficial y triunfador.
Estos comicios se han dado en medio de bombas y sangre. A ocho años de la invasión desplegada o apoyada por todas las potencias, ninguno de los altos jerarcas de Al Qaeda o de los talibanes ha sido capturado o muerto. La insurgencia, pese a la sofisticación del armamento y de los satélites occidentales, crece, controla varias zonas del país e incluso domina áreas del vecino Pakistán.
Para Occidente, es indispensable presentar a Karzai como un demócrata que ha ganado limpiamente las elecciones y que tiene legitimidad popular para gobernar y aceptar tropas extranjeras.
Empero, el propio Karzai apoyó antes a los talibanes y se ha mantenido en el poder con el apoyo de masacradores que han asesinado a miles de rendidos y civiles.
A pesar de lo oscuro del proceso, para Occidente no es fácil desentenderse de Karzai, pues teme que luego de octubre el inicio del crudo invierno dificulte nuevas elecciones o que al hacer muchos cuestionamientos se pueda desestabilizar a quien mejor puede derrotar a los fundamentalistas.