Diálogo de carmelitas

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Música y libreto: Francis Poulenc basado en la obra de Georges Benanos

Washington National Opera
The John F. Kennedy Center for the Performing Arts
Sábado, 21 de febrero de 2015, 7 pm

Esta ópera de gran contenido emocional se canta en inglés con una traducción aprobada por el propio Poulenc que ya manifestó su deseo de que se representara en el idioma materno del público del teatro de cada momento. Así, en italiano fue su estreno en La Scala y 5 meses después, una joven Leontyne Price la estrenaba en Madame Lidonie en la Opera de San Francisco, en versión inglesa.

Trata principalmente del sentimiento de coraje y del miedo a la vida y a la muerte. Para ello, contempla la relación eclesiástica con los ideales de la revolución francesa, en un ambiente social donde la muerte es el plato de todos los días. Sacrificio, aislamiento, arrepentimiento, piedad y oración es lo que hace que las monjas del convento se sientan protegidas frente a la vida envenenada exterior. Y, fuera del convento, revolucionarios deseosos de terminar tajantemente con sus “enemigos”, entre los que consideraba a la propia iglesia y sus congregaciones, acusados por la privación de la libertad y el sometimiento.

Asistimos al estreno en Washington con una puesta en escena de Francesca Zambello que es de carácter clásico, con uso de luces con velas y sombras, con imágenes religiosas de carácter austero, y con tonos cálidos o fríos, simultáneamente en dos espacios contiguos.

Uno, el escenario remanente delante de una pared oval en una plataforma giratoria, y, el otro se trata de un pequeño pasillo lateral. Las escenas cambian con la gran música, con el giro de la plataforma, y las transiciones se resuelven mediante una cruz enorme que es transportada por una monja desde un lado a otro, como si fuéramos pasando de uno a otro paso de un Via Crucis de pa-sión. Destacable la bellísima escena de la prisión donde todas las monjas rodean a Madame Lidoine alrededor de la cruz, para terminar en una cuadro estático de pasión. Se apreciaba sin embargo, un exceso en el uso de los gestos con el símbolo de la cruz, que eran evidentes. El final del segundo acto resultó absolutamente magnífico. En él cada una de las monjas subía a la palestra con un sentimiento de miedo o dolor, a enfrentarse con la muerte, a excepción de la priora, que acudió la primera con gran coraje. La música grandiosa comienza con un Salve Regina inmenso que va viéndose reducido en volumen, pero no en intensidad emocional.

Felicitaciones a la orquesta y coro bajo la dirección musical del director australiano Antony Walker, que consiguió de forma magnífica un ir a más en intensidad dentro del diminuendo musical, alcanzando progresivamente un clima de placer inmenso y de gran piedad donde yo, sinceramente, no pude resistir mis lágrimas hasta el final de la ópera.

Magnífica Dolora Zacijk en su interpretación de la madre priora que sufre una muerte lenta a la que combate con coraje y que, finalmente manifiesta su miedo, para terminar en un pianísimo emocionante en su frase “fear of death”.
En el inicio del segundo acto, deslumbrante y reveladora aparece Leah Crocetto en Madame Lidonie. Maravillosa y bella voz, gran legato, gran expresividad, con una impecable actuación, como una gran madre protectora, comenzando con su gran frase “Where I am nothing harm me” en pianísimo y pasando por todos las dinámicas expresivas con gran resolución técnica y escénica, para concluir en la frase que precede al final, “forever more”.

Preciosa la voz Robert Baker como The Chaplain con un gran legato en su Ave verum Corpus.

Layla Clarie como la joven Blanche hace gala de una dulce voz y una gran técnica, y Ashley Emerson como Sister Constance se muestra también soberbia y magnífica.

Elizabeth Bishop como Mother Marie luce una gran emisión, si bien, los agudos quedan algo finos; Sheila Nadler, magnífica en su interpretación de la anciana Mother Jeanne, y Aleksandra Romano como Sister Mathilde nos deja ver una voz absolutamente interesante. Aleksey Bogdanov, fantástico y comunicativo, y Shawn Mathey, fabuloso en voz, timbre, emisión e interpretación.

El éxito fue inmenso y aclamado, fue una noche en la ópera de Washington en la que una inmensa nevada impidió asistir a gran parte del público, por lo que la propia directora nos animó a todos a rellenar esos espacios vacíos más cercanos al escenario, para despedirse dándonos las gracias por haber asistido, a pesar de las terribles condiciones climáticas. Desde luego, que mereció la pena por haber disfrutado de tan soberbia música e interpretación.