“Dolor y Gloria” de Pedro Almodóvar

O el director hecho ficción

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Recientemente, en un medio de comunicación español, Almodóvar declaraba: “En mi vida me ha afectado más el dolor que la gloria”. Una revelación tan poética como llena de iluminación que encierra una gran verdad pues la mayoría de creadores artísticos encuentran en sus heridas la mejor forma de inspiración.

Tan personal y genuina como las anteriores películas del director, este nuevo film posee el matiz añadido de presentar una biografía parcial del cineasta. Un excepcional Antonio Banderas se transforma en Salvador Mallo, el alter ego más potente de Pedro Almodóvar si bien toda su filmografía siempre ha mostrado algún personaje bastante cercano a la personalidad del creador. Sin embargo, esta vez las pinceladas del artista retratan vivencias muy íntimas de un director, en pleno estado de soledad, cuyo oficio es su motor vital y el cine y la lectura, el único sentido ante la adversidad. Almodóvar plasma recuerdos reales y otras situaciones deseadas que quizá ocurrieron de forma diferente pues la ficción tiene el don de lograr inventar muchas vidas dentro de una sola y todo aquello inacabado o que se hizo mal en un determinado momento se puede conquistar nuevamente gracias al reflejo de las páginas de un guión.

A nivel de interpretación, destacan todos los actores. Desde el mencionado Antonio Banderas, pasando por Penélope Cruz y Julieta Serrano, ambas como madre del protagonista en diferentes etapas; Leonardo Sbaraglia, en un breve pero intenso papel como antiguo amor o Nora Navas, encarnando a la optimista y abnegada asistente de Salvador que siempre tiene alguna idea para dar ánimos. Cierto es que el espectador puede quedar deseoso de más momentos entre Salvador y el resto de algunos personajes, algo que no sucede quizá por un prolongado desarrollo de lo que acontece alrededor del papel que interpreta Asier Etxeandia.

La dirección de Pedro Almodóvar es impecable. Se puede disfrutar del estilo y fotografía característicos de este espléndido autor, además de un tono reposado, sereno. Y es que todas las escenas de la infancia que transcurren en Paterna emanan una luz especial y la atmósfera conseguida deja con ganas de querer descubrir más sobre esta etapa. Destaca el episodio del dibujo improvisado a un joven Salvador, rodado con esmerado tacto y sutileza.

¿Dónde termina Salvador Mallo y dónde comienza la figura de Pedro Almodóvar? La respuesta es un puzzle cinematográfico del cineasta ofrecido a su público para que encaje las piezas no sólo con este último film estrenado sino también con los anteriores, pues todas sus historias están muy interrelacionadas. Quién sabe si este <> proviene de aquel <>, relato tejido por Amanda Gris en <>, en 1995. Y es que cuando finaliza <>, la sensación que le queda al espectador es que muchas veces creamos ficciones como forma de vida, habitamos en nuestras películas y eso también esconde parte de realidad.