Don Carlo, Verdi.

OPERA DE PHILADELPHIA. ACADEMY OF MUSIC. 24 de abril, 20.00 horas y 26 de abril y 3 de mayo 2015, 14.30 horas

0
571

DON CARLO. VERDI
Comienza la ópera mostrándonos un escenario a base de líneas, ángulos y con algunas sillas. Está inclinado hacia un lado, formando perspectivas, con ventanas a ambos lados rectangulares y desiguales, enmarcados con luces y sombras. Al fondo, un octaedro enorme compuesto de triángulos, que se unen en un centro desplazado, para representar una cúpula gigante. La impresión que da es la de un escenario que se cae hacia la izquierda, con una rueda al fondo que lo precipita a un destino irremediable. Es la historia de un imperio que no se puede sostener porque se encuentra falto de apoyos, que rueda y gira a trompicones hacia su autodestrucción.

La sensación es que estamos tumbados en el suelo y miramos hacia el techo, y vemos cómo todo esto va a suceder. Estamos presenciando el hundimiento de un imperio.

Ambientado en el interior de la Basílica El Monasterio del Escorial con su cúpula de 17 metros de diámetro. Las ventanas sobre las paredes recuerdan los 26 sepulcros de mármol de la Cripta que se haya bajo el Altar Mayor:
«Carlos V dejó claro en su testamento que quería estar medio cuerpo debajo del altar y medio debajo de los pies del sacerdote. Y su hijo, Felipe II, cumplió su deseo construyendo los panteones funerarios debajo del Altar Mayor».

Comienza el primer acto con algunos monjes saliendo de la sala mientras que don Carlos avanza y se tumba en el suelo, abrazándolo, como si de una araña en una pared se tratara, iluminado por un rayo de luz. Muestra desesperación y se encuentra atrapado en esta red.

Luces y colores acompañan a los motivos musicales que Verdi compone con teatralidad para aludir a los personajes y sus sentimientos: Isabel de Valois en su recuerdo de Francia, con luces amarillas y tonos cálidos; tonos oscuros y grises acompañan a Don Carlos, don Rodrigo, Felipe II asociados a las guerras de Flandes y al imperio. La gente del pueblo, oprimida y asustada y, en otras ocasiones, en rebelión, es siempre reprimida y controlada por la iglesia mediante la aparición del Padre Inquisidor con su capa roja y su bastón de mando.

Preciosa la escena en el jardín del monasterio: Las damas entran aún de noche oscura al jardín. Comienza a amanecer y progresivamente, cada uno de los trajes se tiñen de colores diferentes, como si de hermosas flores de un jardín se trataran, manteniendo sus cuellos medievales negros, mientras Eboli permanece gris, y su dama de compañía, blanca. El azul del fondo de la cúpula, aludiendo al cielo, y las ventanas blancas, a las nubes.

En algunas escenas, las rejas de las ventanas caen en forma de cortina de verjas que aprisionan, una y luego dos, y que atrapan y separan a los personajes del mundo real, donde no existe esta opresión.

Los monjes religiosos aparecen disciplinados y obedientes a la autoridad real e inquisidora. La relación entre don Rodrigo con Don Carlo, con Felipe II, con el Inquisidor es de desconfianza disfrazada de amor fraternal, donde existe el espionaje y la felación, controlada por la Iglesia y finalmente, castigada por la Inquisición con la muerte.

El rey Felipe II se mueve como si de un león preso es una jaula se tratara. En otro momento, surge en una silla solo bajo una cúpula destrozada como si de un lobo solitario al anochecer se tratara, o se muestra en la compañía de don Rodrigo que se atreve a acusarle de Nerón, o bien espera a ser enterrado en su tumba bajo sus aposentos, abandonado por todos y sin amor.

Don Rodrigo se enfrenta con honor y coraje a su muerte, considerando a Don Carlo el salvador de España, y entre los dos ha surgido un canto de liberación que ha vuelto a ser reprimido por la Iglesia con el apoyo real. Todos ruegan piedad al rey que aparece como un dictador absoluto y que está bajo el mandato de un malvado inquisidor. Y es, finalmente, juzgado por el alma del emperador Carlos V que hace su aparición sobre su estatua, al morir el príncipe en presencia de todos.

En esta producción, la dirección escénica de Tim Albery y el diseño de luces de Thomas Hase son magnificos y en equilibrio con el vestuario de Constance Hoffman.

Fantástico Dimitri Pittas en Don Carlo por su bello timbre, clara emisión, presencia vocal y gran pasión. Buena su actuación donde se nos muestra con ojos grandes y un poco “ido”, ajustándose con el personaje histórico de don Carlos. Eric Owens con un precioso timbre, amplio re-gistro, gran proyección y buena actuación en el papel de Felipe II. Leah Crocetto interpreta a una reina que no se ajusta escénicamente al personaje mejorando en detalles en la última función. Gran legato, expresiva, excelente dicción. Hay ciertas frases donde luce una línea vocal preciosa, y otras en que se nota alguna diferencia en su color, en parte en las zonas más recitadas que pierden su encanto vocal, dado que es un registro el de sus arias muy extenso. Absolutamente magnífica en el aria Tù che le vanità. Morris Robinson, como gran inquisidor, tiene un extenso registro vocal y un volumen poderoso y triunfa absolutamente. Troy Cook es otro de los grandes triunfadores de la noche, con una purísima voz de barítono de amplio registro y bellísimo color, magnífico, y su personaje don Rodrigo aparece orgulloso, fiel, luchador y con una gran dignidad. Bravo por su entrega y gran éxito. Michelle DeYoung como princesa de Eboli que ha sufrido un episodio de bronquitis luce una bella voz y unos agudos potentes aunque algo tensos como su brillo en el registro medio, pero que asociamos al episodio clínico. Mejor sus intervenciones vocales en la segunda parte que es algo más dramática. El teatro no contaba con una cover preparada escénicamente para sustituirla. Así, en la segunda función a la que asistí, Ekaterina Guberova canta en versión concierto con una preciosa voz aunque un poco tirante en su agudo en Oh, don Fatale, extrañándose la entrega escénica, pues no actuó, mientras que DeYoung marca en escena.
Ashley Emerson con bonita voz, ejecuta muy correctamente al paje Tebaldo. El coro dirigido por Elizabeth Braden es correcto, aunque se echan de menos unos pianísimos muchísimo más extremos, que se aprecian como mezzopiano en su conjunto. El resto bien matizado, afinado y a tempo.

Corrado Rovaris dirige con gran maestría y nos indica claramente todos los momentos de contraste musical teatral de Verdi, creando diferentes ambientes. Respeta a todos los cantantes y controla muy bien la dinámica orquestal. Falta algo de exigencia en algunos momentos de pianísimo en las intervenciones corales en el auto de fe para conseguir un efecto mágico y unos contrastes en las dinámicas más efectistas.

El éxito fue muy grande y el teatro estaba al completo.

Reflexiones a posteriori me llevaron a recordar la famosa novela de Blasco Ibáñez, La Araña Negra, y aquí anoto algunas de las frases que he extraído más llamativas y que considero relacionadas con la “Leyenda Negra en torno a Felipe II”:

“… y miraba la bóveda del templo, paseaba sus ojos de águila por aquel mar de cabezas … Bien hacía el padre Luis en dolerse de que la impiedad del siglo hubiera suprimido la Inquisición … Tal vez entre aquella demagogia negra surgieran hombres ignorantes y rudos capaces de obedecer automáticamente a la Iglesia y de defender su religión con todas las intransigencias del fanatismo… Sobre flojos cimientos elevaba la Compañía el edificio de la nueva fe… Por fin, el orador lanzó su párrafo final con los brazos extendidos y los ojos fijos en la bóveda, pidiendo a Dios el exterminio de la impiedad”.

“Cuando se hablara a alguien, las manos debían permanecer en una santa inacción; los ojos inclinados, los labios ni juntos ni muy abiertos y evitar ante todo los fruncimientos de cejas y las contracciones de la frente, pues esto delata ocultos pensamientos y el rostro del jesuita debe ser una máscara de piedra que no deje pasar al exterior la más leve idea”…

“Sólo en la Compañía de Jesús pueden verse espectáculos tan raros como son vivir en estrecha comunidad hombres que se odian, que se espían mutuamente para perderse y que si em-bargo se hablan siempre sonriéndose y se dirigen a todas horas palabras de cariño”…

“…había de sufrir el tormento de sostener conversación con él, siempre con el cuidado de que no se le escapara una palabra sospechosa, pues ésta sería comunicada inmediatamente a Roma”.

“Los reyes nos necesitan… Somos el más firme apoyo de los tronos y si nosotros dejásemos de sostenerlos, la avalancha revolucionaria los arrastraría inmediatamente… “En países donde la gente piensa en libertad, el palo es la única salvación, y además, también estamos nosotros aquí, para por medio de intrigas y sobornos, esparcir la discordia…”
“hasta las paredes oyen y ven; … Había oído hablar de cierta sala subterránea donde se castigaba a los traidores a la Compañía …“Conozco demasiado – decía-, el poder de la Compañía y la facilidad y prontitud con que sabe librarse de aquellos que le estorban. Apenas leas esta car-ta salid de la Compañía y poneos a salvo. El rayo de Roma no tardará en caer sobre vuestra cabeza”.