El legado de Martin Luther King, Jr.

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Por Javier Moreno

No empuñó las riendas de su nación, pero la sacudió hasta los cimientos. Nació en una familia de clase media en Atlanta, Georgia, el 15 enero de 1929, en el hogar de un ministro bautista.  En 1963, la revista Time lo declaró el hombre del año; y en 1964, a los 35 años de edad, le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz. Martin Luther King, hijo amó y sirvió a su patria y a la humanidad en tiempos de crisis, mediante el principio de la resistencia pasiva.

Eran los tiempos de la segregación racial en los Estados Unidos, y el joven pastor bautista, a los 25 años de edad, encabezó un boicot en Montgomery, Alabama, en defensa de los derechos civiles de los afroamericanos de los Estados Unidos.

Ninguna historia nace en el vacío. La visión de este activista se nutre del ideal de Harriet Tubman, Abraham Lincoln, Henry David Thoreau, Rosa Parks y muchos otros héroes que prepararon el escenario para la puesta en escena de la Gran Marcha de 1963 que cerró la cadena de libertad.

Ese día  un púlpito cambió el panorama nacional. Ese día el caudillo pronunció una obra maestra de oratoria, un discurso cargado de alusiones bíblicas, que culminó con la gloriosa esperanza de la Tierra Prometida “Yo tengo un sueño”. Esa vez, Martin Luther King, hijo hablo a todos los hombres como un embajador de Dios, y como resultado, el gobierno estadounidense realizó una serie de reformas sociales.

Los hombres nos hemos hecho daño de manera activa y aun pasiva. Unos se dañan mediante la violencia, otros mediante la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Necesitamos el perdón reciproco. El perdón neutraliza el odio. Perdonar es una decisión que todos podemos tomar.

El doctor King tenía un sueño y una misión. Cambiar el mundo por medio del amor. Este joven adulto se atrevió a caminar en libertad, a pesar de la cruel oposición, para emancipar a las víctimas del racismo. En su sueño todos tenían lugar, no había superioridad sino igualdad, y por ese ideal estuvo dispuesto a morir.

El sueño del doctor Martin Luther King, hijo sigue vigente: es el sueño del perdón, de la reconciliación, de la unidad y de la justicia social.  Unamos nuestras manos ahora y cantemos a la libertad y al perdón: “Libres al fin, libres al fin; gracias, Dios Omnipotente, somos libres al fin”.