El tiempo universal

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Las Islas Diomedes se encuentran en el estrecho de Bering, entre Rusia y Estados Unidos. La Pequeña y la Gran Diomedes están separadas por algo más de dos millas. Entre ambas hay una diferencia horaria de veintiuna horas, aunque la hora solar sea la misma. Ambas islas se encuentran atravesadas por la línea del cambio de fecha. Así que desde la Pequeña Diomedes (territorio americano) se mira al mañana y desde la Gran Diomedes (territorio ruso) al ayer.

Una comunidad aprende observando a otras que lo hacen bien; fomentando el espíritu de equipo que se nutre de las habilidades individuales puestas al servicio común y, sobre todo premiando a aquéllos que benefician a la sociedad y castigando a gorrones, corruptos e ineptos. Aunque desde la Gran Diomedes no hay observadores porque está deshabitada y en la Pequeña Diomedes hay tan sólo 146 habitantes de la etnia Iñupiat Inuit que observen. ¡Qué le vamos a hacer!.

Parece que ellos son felices y que estímulan a sus miembros emprendedores y que buscan la eficiencia y la superación (parte importante de la felicidad con mayúsculas). Digo “observando” y no “copiando”, que es lo que los “aprovechadillos” de cualquier otro lugar acostumbran a hacer (es más fácil “robar” que “crear” y, puestos a hacerlo porqué no atribuirse también la autoría de la idea, proyecto, etc. ).

Lo cierto es que lo que es válido en un entorno determinado quizás no lo sea en otro.

¿Qué están haciendo bien las sociedades del norte de Europa y qué falla a este lado del Atlántico? ¿Serviría aquí, copiar modelos de allá? El Presidente Obama inicia una nueva legislatura en la que se presentan desafíos que pueden impulsar a este país hacia el mañana o constreñirlo al ayer. En una situación similar se encuentran el Gobernador Markell y el Vicegobernador del estado de Delaware quienes también inician un nuevo mandato lleno de desafíos.

El nuevo año ha comenzado superando un “abismo fiscal” que casi nos llevó al infarto a los contribuyentes. No es el mejor momento para padecer de ninguna dolencia (nunca lo es) porque estamos en fase de implementación de un no bien conocido sistema de salud. Se reabrió el debate nacional sobre el control de la venta de armas y se prosigue con los trabajos de ambos partidos sobre propuestas de reforma migratoria.

Y en mitad de todo este ajetreo Jean Ziegler, vicepresidente del consejo consultivo de la Comisión de derechos humanos de la ONU, profesor emérito de la Universidad de Ginebra y antiguo relator especial de la ONU para el Derecho de la Alimentación, dice en su último libro que “No puede ser que en un planeta con los recursos agroalimentarios suficientes para alimentar al doble de la población mundial actual, haya casi una quinta parte de sus habitantes sufriendo infraalimentación”. En nuestro entorno mediato, recientes informes hablan de las situaciones de pobreza en la que se encuentran familias de Delaware que hace sólo cinco años eran familias de clase media con una vida normal.

¿Es “el hombre un lobo para el hombre” tal y como afirmaba Hobbes? ¿Vivimos en un orden mundial caníbal, donde pequeñas oligarquías deciden de forma legal quién va a morir de hambre y quién no? Si es así, aquéllos que toman estas decisiones ¿lo hacen a cara descubierta? Obviamente no. Al igual que los copiones (subespecie de deshonestos intelectuales) los oligarcas necesitan a hombres honestos tras los que ocultarse igual que lo haría el lobo que irrumpe en la manada de borregos.

De los legisladores depende la aprobación de medidas que abran el camino a un mañana mejor para todos y no sólo para unos pocos. De nuestro compromiso individual depende no amparar a aquéllos que son lobos para sus semejantes. Y, finalmente, de todos depende decidir en qué isla Diomedes nos posicionamos si en la que mira al ayer o en la que mira al mañana.