EN ESPAÑA, EN MI SANTANDER QUERIDO. II PARTE

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Irene Calvo

Por Irene Calvo

Sigo tachando.

Tengo una excursión pendiente: empadronarnos todos en Santander, estar en regla con la sanidad y recoger mi tarjeta sim.

¡¡¡Aventura a la vista chic@s!!!

Me pongo divina de la muerte para salir y dirijo mis pasos hacia el Ayuntamiento de Santander. Como es lunes y me siento eufórica, llena de energía y de ganas de vivir, me apunto una cosa extra de mi lista: cambiar los dólares canadienses ¡viva la improvisación en tiempos de Covid!

Me dirijo hacia la única sucursal de mi banco abierta en toda la ciudad y, como si estuviera apestada, me cambian los dólares en medio de la calle, parece que estoy en una calle gobernada por la “camorra” napolitana, pero bueno… tacho mentalmente, cambio divisas y me meto en el bolsillo doscientos cincuenta y siete eurillos.

De allí, directa y sonriente al Ayuntamiento. Primer filtro: la policía municipal. Yo me meto en el rol de la pobre desvalida repatriada por chiripa desde Canadá, sola y con hijos a cargo (monísima), sin médicos y apátrida, con movimiento estratégico de pestaña mi policía municipal me dice:

“Esto te lo resuelvo yo ahora mismo”

En menos de 24 horas somos ciudadanos empadronados en Santander, de ahí, a solicitar médico y tengo un nuevo amigo en la policía municipal de Santander que, como bonus extra, está además bastante bueno.

Aquí se me plantea un problema nada banal con la burocracia. Mi divorcio no está registrado en España y sigo casada. Esto es algo que hay que calificar como gordo, muy gordo, u obeso en mi lista. Mi libro de familia no está actualizado con ese pequeño detalle que hace que, no solo yo esté casada en España, si no que el padre de mis hijos sea bígamo también por estos lares…

Bueno pero, una cosa a la vez, lo primero es la salud. Resuelvo este problema con una enamorada de Italia que se presta a traducir la sentencia de divorcio italiana con google traductor, yo apruebo y agradezco. En una hora me llegan las tarjetas en versión papel por email. Tengo una amiga que me ha contado todos sus viajes por Italia, me ha enumerado todas las palabras que sabe en italiano, la mayoría tacos, pero he aguantado estoica solo pensando en tachar y en mi salud.

Tengo otra amiga en Sanidad.

Lo del divorcio se torció, necesité abogados varios, tiempo y dinero, no hice amistad  con nadie en el Tribunal y el juez seguramente había tenido una novia italiana que le había partido el corazón, pero aún así lo conseguí, y soy de nuevo una madre soltera que, por lo menos a mí me suena muy sexy.

Seguimos confinados, el estado de alarma se prorroga, mis objetivos van de quince en quince días, como el estado de alarma, para poder estar lista a salir corriendo y no parar, tengo ganas de que me dé el aire, de ver a gente y de ver mejor el mar. Aparte de eso, no me puedo quejar de nada y no lo hago. Leo en la cama, hago yoga todos los días, como comida buena preparada por mi madre, estamos bien, mi piso es una maravilla y ya parece un hogar, me veo guapísima, he engordado dos kilitos que me sientan estupendamente y estoy viviendo la vida que quiero.

Además, y para que mis lectores se queden tranquilos y no sufran por mí y por mi edad, os comunico que, después de cinco meses, he encontrado trabajo en una multinacional americana, seguramente no es el trabajo de mi vida y seguramente gano menos de lo que pensaba, pero mi objetivo número uno de la lista ha sido tachado, me encuentro entre la población activa de este país y mi objetivo número cero de mi lista se ha cumplido:

SOY FELIZ

Volver a Santander no es lo que esperaba, es mucho mejor…