Por Obed Arango
Las micro dinámicas de un pueblo pueden reflejar las macro dinámicas de todo un continente. El trabajo del etnógrafo es observar la cultura y realizar una interpretación de esta. No es el fin de este texto hacer una etnografía, pero si compartir algunos pensamientos de mi andar por el Perú durante el mes de agosto en el que filmé el documental “Villa inmigrante”. Como en anteriores ocasiones quedé impresionado con el país andino, pero al mismo tiempo presencié muchos de los males que nos aquejan en América Latina como lo puede ser el racismo y el clasismo.
El distrito de Miraflores desde la historia colonial marcó un espacio de privilegio para quienes vivían en la región de Lima que fue sede del virreinato del Perú.

Hasta la fecha Miraflores marca una separación con la Lima profunda que habita en las colinas y montañas de alrededor y que baja día a día para servir a los habitantes del distrito privilegiado. El centralismo virreinal sigue vivo, como si la separación de castas continuará siendo oficial, las dinámicas sociales son obvias sobre todo en la separación de los distritos. Como en muchos otros lugares de América Latina, la población rural e indígena ha migrado a las grandes ciudades y en estas se establecen barrios marginales que crecen sin una planeación definida como es el caso de Santa Rosa en Puente Piedra y las cientos de escaleras y terrazas que hoy muestran un territorio urbano único y a las vez similar de muchos lugares de América Latina como podría ser Chimalhuacán en lo que fue el lago de Texcoco en la Ciudad de México, y lo comparo con México por haber sido del sede del virreinato de la Nueva España.
Ese centralismo se refleja con acceso a las clases privilegiadas y lo expresan con gran orgullo los habitantes en rubros como son educación, servicios sociales, transporte, seguridad pública, acceso a la universidad, espacios recreativos, así la estafeta de privilegio se ha pasado de generación en generación.
Además, los estigmas que continúan señalando a los pueblos originarios los escuché en varios diálogos, la forma condescendiente en como los privilegiados de Miraflores se refieren a los vendedores Quechuas y Aimaras que caminan sus calles vendiendo el arte de sus comunidades.

¿Hasta cuándo expulsaremos el clasismo que marca a nuestro continente y dejaremos ese comportamiento opresivo?