La naturaleza, nuestra segunda madre

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Bogotá, Colombia- Para una mujer, ser madre es una bendición; pero ser hijo, es una responsabilidad. Durante siglos se ha hablado de la madre naturaleza como un ser que nos protege, pero ¿nosotros la estamos cuidando?

Una constante reflexión que a diario se hacen ecologistas es su destrucción. Precisamente porque los procesos de industrialización no han tenido el suficiente cuidado de los recursos que le han extraído. Todos estamos llamados a proteger el planeta.

En Colombia habita una de las comunidades indígenas ancestrales que tiene una visión de qué es la Tierra y las especies que la habitan. Los Muisca-Chibcha ven en los seres humanos una responsabilidad de comunicación y el entendimiento con las plantas, los animales, todos los elementos de la naturaleza, incluyendo rocas. Para ellos, la biodiversidad es una desarticulación de la madre naturaleza, porque no está siendo integral.

Suagagua Ingativá, líder de la comunidad Muisca-Chibcha no ve la cuestión en términos de biodiversidad. Asegura que “no hablaría tanto de biodiversidad sino de la madre naturaleza. El ser humano tiene una responsabilidad consigo mismo: reconocerse como una de las primeras especies del planeta”.

Para esta comunidad, todos los seres vivos tenemos tres madres: “la primera es la que nos dio a luz, la segunda es la madre tierra o del oxígeno –antes estuvimos en una matriz de agua ahora estamos en una matriz de oxígeno– y la tercera es la madre del espíritu, que es la muerte”, comentó Suagagua Ingativá.

El cuidado es preservarse a sí mismo y a los demás usando todo en la naturaleza, manteniendo el equilibrio. Para los Muiscas, el uso de la tierra no es un delito pero al hacerlo de forma agresiva se está violentando a la madre y no es correcto. Para Suagagua el problema radica actualmente en que “todo lo estamos volviendo pedazos en aras de una economía y un desarrollo que no lo es porque no se está enmarcado dentro de leyes naturales, sino mecánicas”, comentó.

El mundo debe concentrarse en fomentar la no violencia entre los seres vivientes. La cultura de la no agresividad hacia los demás seres humanos y trabajar en tres niveles.

Nuestros ancestros nos recuerdan que por ser hijos de la madre naturaleza somos seres en constante renovación. El ser humano como hijo ha heredado una característica esencial: al igual que la naturaleza: “cada lugar tiene memoria y no hay de que arrepentirse porque lo hecho, hecho está”.

Un ejemplo claro es que continuamente los bosques son destruidos y se fomentan miles de campañas para sembrar árboles, pero para los Muiscas no se tiene en cuenta que el problema no radica ahí. “Lo que se debe recuperar es la especie humana que es la estructura del planeta”, dijo.

Aunque los ecologistas se organizan para proteger las especies indefensas, Suagagua piensa que “es de vital importancia hacer una gran inversión en ecología humana, en transformar el pensamiento de los seres humanos respecto al uso moderado de los recursos naturales”.

La reflexión indígena va más allá de lo que siempre se ha hablado, debido a que en la economía para esta comunidad existen muchas fábricas pero no de agua, explicó Suagagua.

“Si existieran fábricas de agua no estaríamos asustados porque sería posible crearlas, pero eso es falso, no existen, lo que hay es un ciclo vital que hay que comprenderlo, respetarlo y hacerlo sostenible” afirmó.

Con la enseñanza ancestral Muisca-Chibcha, la preocupación no debe centrarse en las campañas ecologistas, porque la biodiversidad como bien lo explica Suagagua no es ajena a nosotros. Somos parte de ella, somos hijos de una misma madre: la naturaleza.

Los tres niveles de la no violencia contra la madre:

– Sanar la mente en la forma de ver y pensar sobre la naturaleza.

– Sentir a la madre naturaleza.

– Relacionarse a sí mismo en el cuidado de lo espiritual