Está todo perdonado

0
659

Hemos dejado atrás Navidad, un tiempo de paz y esperanza para todos. Enero está lleno de buenos propósitos para el año recién iniciado y, en Febrero, San Valentín nos recuerda el amor fraterno. Pero, ¿es todo ésto una mentira?

El siete de Enero, Francia sufrió uno de los mayores ataques terroristas de los últimos cuarenta años. No sólo doce personas perdieron la vida y once resultaron heridas, sino que se atacó todo un sistema de valores en los que no sólo la República francesa se sustenta, sino también los Estados Unidos y las mayor parte de los países democráticos occidentales cuyas constituciones tienen origen en el movimiento liberalista de los siglos XVIII y XIX: libertad, igualdad y fraternidad.

Sin embargo hay grupos de personas que se empeñan en hacer desaparecer esos valores, aunque sea con la fuerza de la amenaza y el miedo.

El atentado de París ha sido llevado a cabo por jóvenes franceses, hijos de inmigrantes argelinos llegados en los sesenta a Francia, educados y criados en el sistema francés y que se han beneficiado de las ayudas sociales y de los centros comunitarios franceses, pagados con los impuestos de los contribuyentes, franceses en su mayoría. Sin embargo, estos jóvenes, beneficiarios y criados en un sistema de libertad, han decidido combatir el sistema del que se han beneficiado y que les ha ayudado para instituir un sistema totalitario en el que una mujer no puede vestir libremente, no puede educarse, ni asistir a la escuela, ni conducir un vehículo en los países más radicales, por poner algunos ejemplos. No es la primera vez que la segunda generación ataca a la República francesa, recordemos los incendios y revueltas tristemente famosos de los alrededores de París de hace una década, por poner un ejemplo.

Dejemos por un momento Francia y “sus problemas” para volver a Delaware y compartir con ustedes dos hechos que me han sucedido recientemente. El primero tiene como protagonista a un joven hispano veinteañero que no dudó en subirse al vehículo identificado como de HOY en Delaware en el que me encontraba y que estaba situado en el aparcamiento de un conocido indoor local. El joven, no sólo entró y se sentó junto a mí, sino que comenzó a manejar los mandos de la radio mientras me indicaba que no me asustase que sólo “estaba bromeando y que se metía allí dentro porque tenía frío fuera”. El aparcamiento estaba lleno de gente, los partidos de fútbol habían terminado y sus amigos, claramente hispanos, le esperaban a escasos metros del vehículo entre risas, imagino que para “felicitarle por su hazaña”: haberme dado un susto de muerte o aún más, haberle dado un susto de muerte “a la del periódico”. Imagino que todos ellos durmieron muy felices esa noche. Yo no. No sé si ese joven era y es consciente de que mientras todo ésto ocurría, el celular estaba en mi mano y también la posibilidad de hacer una llamada de emergencia. Le dí la oportunidad de irse por donde vino. Lo hizo. Me estropeó la velada, sin embargo, yo no estropeé la suya con una llamada a la policía. Pero desde estas líneas quiero prevenir a la comunidad.

El segundo hecho es el mensaje recibido de una joven hispana de quince años, que a diferencia del anterior no hablaba en español sino en inglés. Conminaba al periódico a retirar una información publicada en nuestra web y facebook, además de en todos los medios del área, recibida de la policía de Delaware para su divulgación. La joven decía que “no podíamos publicar esa información sin su consentimiento o el de su familia – la información no se refería a ella sino a un miembro de su familia-.

Colocar esa información, no sólo es un servicio a la comunidad, sino una forma de colaboración con las autoridades para mostrar, especialmente a los jóvenes, que los comportamientos delictivos son perseguidos y castigados. Es además, el ejercicio de la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos: derecho a la libertad de prensa. En el caso en concreto, ni siquiera valoramos la noticia, algo que podíamos haber hecho, sólo informamos a nuestros lectores, quienes por cierto, transmitieron su agradecimiento.

Por tanto, nos encontramos que una joven hispana, menor de edad, educada en el sistema norteamericano, pagado con cargo a todos los contribuyentes, se cree con derecho a conculcar la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos a un periódico hispano (no me consta que se atreviera a dirigirse a los compañeros de los medios norteamericanos que publicaron igualmente la noticia) y a un joven hispano que amedrenta a un informador en acto de servicio, hispano por añadidura, “por diversión”. En ambos casos, dialogué con esos jóvenes, les dí una oportunidad para recapacitar y rectificar. Pero deben entender, que en ambos casos, no hicimos uso de los derechos que legalmente nos asistían, limitándonos a hacerles ver la insensatez de sus actos. Algo, que por cierto, me han recriminado amigas, madres de jóvenes hispanas, que frecuentan los indoor, ya que sus hijas pueden ser mañana las víctimas del “bromista”. Las entiendo y por ellas estoy escribiendo esta columna.

Hay jóvenes estupendos, pertenecientes a la segunda generación que son noticia por sus logros y sus buenas acciones. Sin embargo, “no es oro todo lo que reluce” y hemos de empezar a reconocerlo y a combatirlo, y he aquí dos ejemplos muy recientes de lo que digo, no son los únicos que me ha tocado vivir, aunque hasta ahora no lo había comentado por este medio. Seguro que ustedes conocen otros tantos.

Desde este periódico, luchamos en múltiples foros para conseguir oportunidades para nuestra comunidad y nuestros jóvenes. Por muchas buenas personas merece la pena seguir la lucha. Sin embargo, resulta muy triste, que los comportamientos negativos de unos pocos, perjudiquen a muchos. Invito a los dos jóvenes protagonistas de esta columna a los que voy a dejar en el anonimato, a que reflexionen y a que, se animen a realizar algún voluntariado para su comunidad. Y a otros, protagonistas de otras “hazañas” que de momento no mencionaré, a “atreverse” a tener la experiencia de ser útiles a sus semejantes en una forma similar. Seguro que van a experimentar unas sensaciones de bienestar y de utilidad para el prójimo y para sí mismos, nunca antes experimentadas, y que en ningún caso les habrán proporcionado jamás los vídeosjuegos, las redes sociales, ni las computadoras.

Y ahora, retomando la cuestión inicial, ¿creen que el problema de las segundas generaciones es algo que sólo afecta a Francia? Personalmente creo que si no lo atajamos a tiempo, ofreciendo la educación correcta en las escuelas Y EN LA CASA, que es el primer lugar para educar, el que más problemas sobrevengan no solamente en Francia, es tan sólo cuestión de tiempo. Me hubiese gustado hablar de la acción ejecutiva en materia de inmigración, de las licencias de manejo, luchas ambas en las que este periódico está envuelto y comprometido, y de otras cuestiones de interés público y que otros medios no comentan, pero ya ven, no pudo ser. Dos jóvenes hispanos me lo impidieron.