Estado de alerta

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Cualquier civilización se sustenta en un código de comunicación.

Ninguna lengua es mejor que otra. Ninguna cultura más digna que otra de ser aprendida o estudiada. Todas son enriquecedoras por igual.

Con frecuencia las segundas generaciones de hispanos residentes en este país (jóvenes hispanos que llegaron siendo niños o nacidos en los Estados Unidos) no quieren hablar español.

Estos jóvenes han estudiado en inglés y ésa es su primera lengua. Es lógico que así sea ya que, es la lengua oficial del país en el que vivimos.

Lo alarmante es que se nieguen a hablar español hasta en la intimidad de su hogar, con sus propios padres los cuales se educaron y tienen el español como primera lengua.

¿Se avergüenzan estos jóvenes de la cultura de sus ancestros?, ¿de su idioma? ¿de sus orígenes? ¿Desprecia esta juventud el auténtico lujo de expresar sus ideas en el idioma de sus padres?

Hay personas que por ejercer su derecho a la libre expresión son asesinados. Este es el caso del artista argentino Facundo Cabral, asesinado en Guatemala. Cabral, nombrado mensajero de la paz por la Unesco, utilizó hasta su muerte el español como vehículo de comunicación, de paz, con el mundo.

El español, convierte a la comunidad hispanoparlante en una hermandad solidaria. Nos une, nos identifica, es nuestra seña de identidad.

Por encima de las barreras políticas que delimitan los países, están las barreras que cada uno se impone a sí mismo. Es una autilimitación negarse a aprender y hablar la segunda lengua más hablada del mundo, negarse el placer de leer en su lengua original a tantos y tan buenos escritores hispanos o de escuchar el mensaje que transmiten en las letras de sus canciones, insignes artistas.

Personas conocidas (y que no son de origen hispano) hablan español. El Gobernador del Estado de Delaware es uno de ellos. Jack Markell no pierde la oportunidad de practicar su español y de enseñar a sus hijos de la importancia de hablar otra lengua. Los padres del Gobernador no son hispanos, así que Markell no tuvo tantas facilidades como los hijos de hispanos para aprender nuestro idioma. Sin embargo, quería conocer nuestra cultura. Quería entender y hacerse entender. Eso le honra.

Piensen en ello. Si el español deja de hablarse por las segundas generaciones que viven en los Estados Unidos, entraremos en estado de alerta. No el del español, que continuará hablándose por muchos millones de personas, nativas o no, sino la alerta ante unas mentes jóvenes y capaces que se niegan a sí mismas el privilegio de aprender el idioma y la cultura de sus antepasados.