Extranjerismos conceptuales

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Como todo idioma se desenvuelve en función de un sistema fundamental que fluye de su manera de ser y se atiene a su modo de expresar los fenómenos, actividades y emociones del género humano, es de todo punto evidente la necesidad de usarlo con fidelidad a su espíritu, so pena de traicionar su genio y esencia.

     Si bien mucho se ha dicho y escrito sobre los extranjerismos que entrañan voces individuales así como sintaxis ajenas que imitamos o tomamos en préstamo, poco o nada se ha hecho en cuanto al análisis de los conceptuales, que son tanto o más graves en sus consecuencias.     

     Concepto de región.  Pensamos concretamente en casos como el de la costumbre de denominar los litorales estadounidenses «Costa Este»/«Costa Oeste» en función del inglés «East Coast»/«West Coast». Se trata de un verdadero extranjerismo conceptual, puesto que en nuestro idioma las regiones que bordean grandes mares, golfos o lagos no se suelen nombrar según los puntos cardinales sino a base de otras características. Las referencias, ya sean oficiales o extraoficiales son, por ejemplo, de esta naturaleza: Costa Azul, Costa del Golfo, Región Atlántica, Región Cantábrica, Riviera Italiana, Litoral del Caribe, etc. En todo caso las voces «Este» y «Oeste» son tan parecidas que provocan confusión no solo entre quienes las pronuncian —como les sucede con frecuencia a los locutores radiotelevisivos— sino también entre el público que escucha.

     En último caso, en función de puntos cardinales, la terminología «Este/IOeste» no es la más apta. En la marinería, por ejemplo, los términos de uso normal son «Oriente» y «Occidente», que no son tan propensos a confundirse. Por eso no solemos hablar del «Lejano Este», sino del Lejano Oriente.

     «Este» como pronombre y punto cardinal. Lamentablemente, el abuso de «este» no termina ahí como yerro conceptual. Como en inglés está de moda anteponerlo a todo, aunque falta no haga, estamos copiando el deíctico  indiscriminadamente. Nos dicen «este verano», «este Día de la Independencia», «esta Navidad», etc., cuando viene sobrando el adjetivo demostrativo, puesto que, por ejemplo, si estuviéramos hablando de otro verano que el actual, así lo diríamos. El español destaca únicamente la excepción, y no lo consabido.

     Todo ello llega a extremos insospechados: hemos oído la frase «este 2015» en relación con cierto acontecimiento. ¿Es que podrá haber algún otro año con ese número? También es cosa de todos los días la siguiente identificación programática: «Este es el Coloquio Nocturno», cuando es claro que sobra el «este es», puesto que bastaría decir «El Coloquio Nocturno», o bien, para presentarlo, «Y ahora, el Coloquio Nocturno».

      Y hablando de identificación, existe en el mundo anglohablante la manía de identificarse los presentadores de noticias y demás programas informativos diciendo «I am John Smith», lo cual suele copiarse a la letra con «Yo soy Fulano de Tal». Lo sentimos, pero el «yo soy» no corresponde (ni siquiera en inglés), ya que basta con dar el nombre. El «yo soy» correspondería tratándose de denunciar una impostura, es decir, «Yo soy Fulano de Tal y ese es un impostor». Tampoco se acostumbra —en Europa, por ejemplo— que los locutores digan su nombre a modo de presentación, siendo lo más normal en cada caso ponerlo por escrito con subtítulos en pantalla.  

      También se incurre en la inusitada descortesía, en programas de cierta categoría, de presentar a un invitado con las palabras «este es», que yo creía, en mi ingenuidad, reservado para mascotas: «este es Coquito, mi perro».

      Diferencia entre «calor» y «caliente». El concepto de lo que es «calor» y lo «caliente» es rayano en la simple transliteración. Ilustra el caso un aviso publicitario sobre ropa de temporada cuyo titular dice, aunque cueste creerlo: «Verano caliente». Es fundamental en español respetar el abismo que hay entre «caliente» (para cosas) y «caluroso» (para el clima, el tiempo, la actitud personal). No es el único aviso que confunde estos términos, pues una gran cadena hotelera  ofrece al público «una cálida bienvenida».  Ahí también iría «calurosa» o, mejor –si el rigor veraniego lo desaconseja– «regia (o ¡refrescante!)  bienvenida». En cuanto al artículo, en castellano no hace falta poner «UNA regia bienvenida», pues ya se sabe que no son dos. Que el inglés no tenga sino «hot» para estos y otros conceptos —entre ellos el de «atractivo», «llamativo», «apetecible», no es pretexto para dejarnos FRIOS con tan «climáticos» errores.            

      En futuros artículos seguiremos informando sobre el tema de los extranjerismos conceptuales y su injerencia en el espíritu del idioma de Castilla.