– ¿Sabes que Matt está ayudando ahora a sujetar la Torre de Pisa?, – le comenté a una amiga bromeando sobre una reciente fotografía en la que nuestro común amigo emulaba sujetar la famosa torre.
– ¡Ah!, y ¿por qué la Torre de Pisa y no el mundo? – le preguntó ella siguiendo la broma.
– Bueno -dijo Matt-, me lo pidieron pero les dije que era demasiado, que sólo podía ayudarles con la Torre de Pisa y nada más que tres días por semana. Es que estoy muy ocupado.
Cuando esta anécdota tenía lugar, él estaba a punto de viajar a India y Nepal, a un viaje que contenía una primera etapa arriesgada. Hacía escasas semanas que había llegado de Italia, donde había celebrado con gran orgullo 24 años, 8,760 días, 210,240 horas y 12,614,400 minutos de estar limpio y sobrio (sus dos grandes preocupaciones los años siguientes a salir de la cárcel, hace más de 20 años, tras cuatro años de condena como consecuencia de sus escarceos con las drogas y el alcohol).
Después de aquella fotografía, yo rebautizé a su protagonista, Matt Haley como SuperMatt. Una ocurrencia que a él le hizo gracia. Aunque para mí era una realidad. A través de los momentos que junto con mi marido – quien me lo presentó cuando llegué nueva al área- tuve el privilegio de compartir con él, fuí descubriendo las características de un superhéroe del siglo XXI. 2014 fue su año. Consolidó e inició muchos proyectos, en Estados Unidos, Nicaragua, India, Nepal, Italia… Recibió una triple corona de premios en el ámbito culinario por sus esfuerzos humanitarios (James Beard Foundation’s Humanitarian of the Year Award, the National Restaurant Association Education’s Foundation Cornerstone Humanitarian Award y the International Association of Culinary Professionals National Humanitarian Award).
Pese a todo lo anterior, Matt tuvo que pedirle al gobernador Markell en el transcurso de una cena en su casa esta primavera que llamase a su madre para que le confirmase que su hijo “estaba haciendo bien las cosas”. “Es que si lo oye del gobernador del estado se quedará tranquila”, dijo. Markell, la llamó en ese mismo momento. Niño abusado, adolescente rebelde, agente especial de la Casa Blanca, adicto, chef, empresario, padre de Leela, Laxmi e Iyoti y filántropo global. Una vida de película que se resume en una férrea voluntad de aprovechar la segunda oportunidad que alguien le dio y transformar su vida junto con la de muchos otros, a los que a su vez les ofreció su propia segunda oportunidad.
Y es que su vida ya no giraba en torno a los platos sino alrededor de ellos, como a él le gustaba decir. A los 34 años trabajaba como lavaplatos. Veinte años después, su legado incluye siete restaurantes propios, partícipación en otros veintisiete, dueño de una compañía de asesoramiento a hostelería, de un viñedo en Italia, de una productora de cine… Todo ello da trabajo a más de 1,000 personas.
En la filantropía Matt Haley encontró su propósito en la vida. Fundó dos orfanatos y una escuela en Nepal, proveyó de becas a más de 80 estudiantes, creó una escuela culinaria para mujeres con discapacidades, proyectos en Nicaragua, creó su propia fundación Global Delaware Fund. Se llenarían varios folios enumerando las colaboraciones y donaciones efectuadas a organizaciones locales y los comités en los que sirvió.
Cuando recibió el 5 de mayo pasado, el premio humanitario James Beard llevaba dadas más de treinta conferencias por todo el país. Su auditorio fueron desde alumnos de 8º grado a jóvenes en prisión, pasando por senadores, actores y tótems de la cocina. Había concedido infinidad de entrevistas en prensa y televisión, incluida una aparición en CNBC y aún así había tenido tiempo para compartir con su equipo, sus compañeros, sus amigos, su familia y sus hijas.
Un camión en las montañas de la frontera indo-paquistaní cortó su viaje humanitario recién iniciado. Pese a que falleció al día siguiente como consecuencia de las heridas sufridas en el impacto, su obra trascenderá a su creador. Afortunadamente muchos de los pensamientos y obra de Matt han quedado grabados y han sido difundidos pública y desinteresadamente por sus amigos.
Me quedo con una charla que dio dos días antes de viajar a la India, donde dijo que todos tenemos un propósito en la vida. El explicó cuál era el suyo. Su legado continuará pese a que él no esté físicamente. Todo estaba previsto, ya que por dos veces había escapado a un agresivo cáncer y no dejó nada al azar. Gracias a su segunda recuperación (aún más milagrosa que la primera) y a que los médicos le habían declarado nuevamente libre de cáncer, partía hacia Nepal para celebrarlo junto a sus hijas y más de un centenar de huérfanos, residentes en sus orfanatos nepalíes.
Matt Haley, demostró tener todas las características de un líder y de un superhéroe y una de ellas fue la de no autodefinirse como tal.
Si usted quiere ayudar a continuar su obra y hacer posible que otros tengan una segunda oportunidad en la vida, haga su donación a la obra de caridad que él fundó, Global Delaware Fund enviando su donativo al PO Box 49, Rehoboth Beach, DE 19971 o a través de la página web www.theglobaldelawarefund.com
Los Superhéroes nunca nos dejan del todo. Nos siguen guiando mientras sostienen el mundo. Que así sea querido amigo. Te vamos a extrañar mucho y tú lo sabes.