Sí, señores. Aunque ustedes no lo crean, la roBolución (así la llaman en Cuba, pero muy subuso) del Infidel se ha anotado un par de exitazos antes impreviosibles y absolutamente inconcebibles.
1º. Ha convertido a la ciudad de Miami en una gran urbe iberoamericana. Como sabemos, su población es hoy mayoritariamente hispana e hispanófona. Y como también sabemos, la mayoria de ese gran núcleo hispano está, a su vez, integrado por cubanos y sus descendientes.
2º. Ha hecho posible —y he aquí el punto acaso más importante— que un cubano (para mayor precisión, cubanoestadounidense) llegue a la presidencia de EE.UU.
Digamos que si este milagro no se produce en el 2016, lo más probable es que acontezca ulteriormente. Por la sencilla razón de que hay dos candidatos muy calificados y bien preparados para ganar una elección y desempeñarse bien en el cargo, Marco Rubio y Ted Cruz. Ambos tienen juventud suficiente para aspirar durante al menos tres o cuatro vueltas electorales: por consiguiente, son excelentes las probabilidades de que un cubanoestadounidense ocupe la presidencia de esta gran nación.
Ello tendrá incalculables consecuencias positivas para las relaciones interamericanas, así como para las hispano-estadounidenses. Por no hablar de nuevas esperanzas de que en la Cuba esclavizada se produzcan cambios promovidos por sus propios hijos desterrados. La historia nos trae desenlaces imprevisibles, rebotes jamás soñados. Sería lo que se llama “justicia poética que la cincuentenaria política del máximo totalitario resultara en un vuelco democrático por obra y gracia de sus propias manipulaciones.
Es claro que la gerontocracia isleña no proseguirá indefinidamente; si bien es cierto que los hijos, nietos y demás parientes ocupan todos los puestos claves y bien pudieran heredar el poder, como en Corea del Norte, en la neomonarquía isleña parecería menos probable.
Como ya nadie (o casi nadie) se cree las mentiras propagandísticas del régimen, resulta innecesario repetir sus “fallos: Por cierto que fallos no son; por el contrario son éxitos perseguidos con toda maleficencia, conscientemente procurados para destruir la nación y la sociedad, sometiéndola a la omnímoda voluntad de una “monarquía de nueva factura.
Pero no nos anticipemos a los acontecimientos. La perspectiva de Estados Unidos gobernado por un cubano-estadounidense, por un hispano de buena cepa y limpios antecedentes constituiría un hito histórico de proyecciones incalculables. Ante los corruptos e ineptos politicastros del ayer, sean hombres o mujeres, deberá prevalecer la visión y el dinamismo de una juventud no manchada por escándalos.
Esperemos que los hispanounidenses no se dejen hipnotizar con cantos de sirena y falsas promesas hechas con intenciones puramente políticas, y voten objetivamente por el mejor candidato, aunque dé la casualidad de que sea uno de los nuestros. La trampa, tanto electoral como intelectual —que se ha usado mucho más de lo que sospechamos—, jamás deberá triunfar por sobre la justicia, la integridad y la honradez.
Aspiremos a que sea por el bien de Estados Unidos y de la América toda.
Pero no nos anticipemos a los acontecimientos.