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“Knock at the Cabin” (o el amoroso aleteo de la mariposa)

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Portada Knock at the cabin

Últimamente, M. Night Shyamalan parece sentirse atraído por el suspense en un solo escenario. Véase la estupenda serie “Servant” (2019-2023), “Old” (2021), o, por lo menos, se deleita dejando aislados a sus personajes en algún enclave, como en “The Village” (2004), por ejemplo, y lo maneja de modo admirable, sin que el ritmo decaiga en ningún momento.

El mismo Shyamalan ha reconocido, en la promoción de esta película, que su nuevo enfoque es jugar con los mínimos elementos posibles y ha citado, como referencias que le inspiran en este aspecto, clásicos como “Psycho” (1960), “The birds” (1963), ambas de Alfred Hitchcock, o “The exorcist” (1973), historias que terminan desarrollándose en un único sitio donde ocurre algo imponente.

Crítica de Eduardo Párraga a Knock at the cabin
Eduardo Párraga

En “Knock at the Cabin” (2023), Eric (Jonathan Groff) y Andrew (Ben Aldridge) verán interrumpidos sus días de retiro con su hija cuando cuatro extraños pretendan irrumpir por la fuerza en la cabaña en la que se alojan, con la intención de obligarles a tomar una decisión trascendental sobre el futuro de la humanidad que empujará a todos a una situación límite.

El punto de inicio de la trama es inmediato y nos sitúa enseguida en medio del peligro, por lo que sólo conoceremos algo más sobre la vida de la pareja a través de breves flashbacks que dejan con ganas de más. Por ello, hay que resaltar el mérito de Aldridge y Groff al lograr que el espectador sienta desde el principio que son una pareja consolidada. Con pocos medios narrativos para construir su vida íntima, los actores despliegan un grado de intimidad y unión admirable y sumamente atractivo.

M. Night Shyamalan, sólido director con trayectoria irregular, vuelve a examinar las reflexiones habituales en su filmografía -la fe y las dudas que le acompañan, el amor, la familia o el sacrificio- y enmarca sus constantes en el género de las invasiones domésticas, el home invasion, que tantas angustias nos ha proporcionado. Ahí quedan “Wait until dark” (1967), con Audrey Hepburn, “Funny Games” (1997) de Michael Haneke, con su correspondiente remake de 2007 llevado a cabo por el mismo director y calcado casi en su totalidad, “Panic Room” (2002) de David Fincher, con Jodie Foster o “The strangers”(2008), con Liv Tyler, por citar unos cuantos ejemplos.

Póster de la película Knock at the cabin
Póster de la película Knock at the cabin

En “Knock at the Cabin”, Shyamalan nos lo hace pasar mal sin rozar el sadismo de alguno de los títulos mencionados, ya que su retrato del miedo suele seguir derroteros más clásicos. El realizador ha revelado que sus miedos han aumentado conforme se hace mayor, que todo le hace preocuparse, lo que ayuda a su visión cinematográfica, pues al competir su oscuridad con su luz, el resultado le lleva al equilibrio.

Para esta película, el cineasta, que confiesa que no es religioso pero sí cree en “lo trascendente”, en un poder misterioso más allá de nosotros, ha querido poner de relieve, incluso confrontar, los efectos del fanatismo y del negacionismo en la sociedad, todo ello mediado por la fe en un vínculo, en el amor profesado a otros y en su defensa por encima de cualquier cosa. Para ello, Shyamalan se sirve de una de sus herramientas propias como autor: dicho con sus palabras, “tomar una mitología, una religión y retratarla como si fuera real”. El director deconstruye esa idea de “trascendencia” y la hace mundana al contenerla en esa cabaña donde un misterio se vuelve tangible. Y cuanto más inexplicable es este, más se ponen a prueba los límites de ese lugar, incapaces de contener la magnitud de los acontecimientos.

Basada en la novela “The cabin at the end of the world” de Paul Tremblay es importante constatar  que los finales del libro y de la película son diferentes. Tremblay cree que el final de la película es más oscuro y que los cambios introducidos le resultan difíciles de procesar. Le gusta el resultado, pero prefiere su conclusión. Lo que está claro es que ambos desenlaces no tienen desperdicio. Las dos historias merecen la pena, cada una con su remate impactante.

A nivel técnico, el film está rodado en 35 mm para conseguir un toque más clásico, un tipo de formato en triste declive, frente al afianzamiento de las proyecciones digitales, aún defendido por muchos directores para que no desaparezca por completo. Además, hablando de clasicismo, Shyamalan es de los pocos realizadores que sigue introduciendo títulos de crédito iniciales en sus películas. Mención especial merece la banda sonora de Herdís Stefánsdóttir, composición potente que nunca se excede, a base de violines, violas, violonchelos, trombones, tambores… con algún toque Hitchcock, tan del gusto del director, presente en casi todas sus obras.

En consecuencia, esta cabaña profética contiene un misterio rodado de forma elegante, pues los planos y movimientos de cámara característicos de Shyamalan son suficientes para crear inquietud. Los sonidos crepitan, resuenan, en el interior, como un modo más de aumentar el suspense. La tensión nunca cesa dentro de ese pequeño núcleo, lo cual siempre es un logro admirable. Paradójicamente, interesa más lo que sucede en la casa. Asimismo, las situaciones cotidianas están cuidadas (ese detalle de dejar a Eric con la bata de casa porque obviamente no puede cambiarse).Y los cimientos son aún más sólidos gracias a las fabulosas interpretaciones de Ben Aldridge y Jonathan Groff, ambos intensos, entregados, defendiendo sus primerísimos primeros planos, y capaces de transmitir auténtico amor en un contexto amenazante. Terror y energía siempre están a un nivel alto en ellos. Los actores saben derrochar confianza mutua, a la vez que expresan, de forma realista, tanto el desconcierto de la situación como su deseo de protegerse. Los dos forman una pareja muy interesante que ha logrado construir un amor sólido y maduro.

Jonathan Groff ha destacado por sus trabajos en varios musicales, entre ellos “Hamilton” y “Spring Awakening”, que le valieron sendas nominaciones a los Tony Award, y en este 2023 representará “Merrily We Roll Along” junto a Daniel Radcliffe. También por sus interpretaciones en las series “Looking” (2014-2016) o “Mindhunter” (2017-2019), en HBO y en Netflix, respectivamente Ha dado voz a Kristoff en las películas “Frozen” (2013) y “Frozen II” (2019) y se ha batido contra Neo (Keanu Reeves) con su personaje de Smith en “The Matrix Resurrections” (2021).

Por su parte, Ben Aldridge ha trabajado junto a Jim Parsons y Sally Field en el drama biográfico “Spoiler Alert” (2022) y ha encarnado al mismísimo padre de Batman, un atrayente Thomas Wayne, en la fallida serie “Pennyworth” (2019-2022).

Sin más, atranquen puertas y ventanas y disfruten de “Knock at the Cabin” (en su versión fílmica y literaria), una peculiar visión de la Teoría del Caos, con su idea de consecuencias impredecibles. Porque si todo está interrelacionado, si el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo, quién sabe lo que puede desatar en el universo esos actos de amor anónimos tan aparentemente imperceptibles.