La avaricia del lobo hambriento

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Se llamaba Juan de Miralles Trayllón: era español y a su entierro asistió el Congreso de Estados Unidos al completo.

Hoy nadie le recuerda.

No sólo el dinero es objeto de avaricia, también puede serlo el mérito. Los lobos hambrientos saben que para hacerse con la gloria ajena, basta hacer olvidar al merecedor del reconocimiento. A Miralles –como a otros muchos hispanos– le “borraron”.

También pueden borrarse palabras que no interesan. En el diccionario de palabras olvidadas está “empontigar” (pasar el problema a otro). Si no sabemos cómo llamar esa acción, no podremos denunciarla.

Un buen líder ni quiere medallas ni pasarle los problemas al siguiente. En Delaware unos se han llevado medallas y a otros les han empontigado problemas. El más reciente, el déficit del presupuesto: La Asamblea aprobó in extremis “un poco menos” de recortes y “un poco más” de impuestos.

Una sociedad no avanza a base de aumentar impuestos sin racionalizar su gasto; pero nadie quiere recortes en las ayudas a su propio colectivo, aunque sea en pro de cuadrar el presupuesto. Eso sí, todos queremos lucir la “medalla” de la solidaridad.

A nivel federal la deuda asciende a $19.96 trillones (unos $61,358 por ciudadano, o lo que es lo mismo $166,000 por contribuyente). Los recortes ya se están viendo. Pero ¿se está recortando lo verdaderamente superfluo o sigue hablendo “agujeros”?

Esperemos un tiempo para que las medidas rueden y veamos sus efectos. A los “millennials” les tocará sufrirlo aunque no sean responsables de la que se les avecina. De lo que sí van a ser responsables es de hacer un mundo mejor y para ello van a tener que solucionar sus propias debilidades. Han tenido que adaptarse continuamente a una realidad tecnológica en constante cambio lo cual les ha hecho tener visión a corto plazo. A los pobres les acecha el riesgo de creer que el hombre es Dios. La ausencia de espiritualidad les está pasando factura en forma de depresión, drogas…

Los padres deben inculcar valores y ética desde el hogar. Que no esperen que nadie de fuera venga a hacerlo. Algunos de los que se dicen líderes tienen intereses económicos en esas mismas “industrias” que van a acabar con sus hijos, la generación “mejor preparada de la historia”, sumiéndola en el oscuro mundo de las adicciones y el placer fácil y rápido. Cuando estén caídos serán “cosas” manipulables y “clientes” de por vida.

Es vital, pasar más horas con los hijos educándoles (no permitiéndoles que se “enganchen a la televisión o la computadora), aunque éso pueda significar algunos dólares menos –y algunas malas caras más– en el hogar. Su hijo le necesita a usted, no un celular de última generación.

Lo que más necesitamos, suele ser lo que más se nos niega y este verano nos está sorprendiendo con la jubilación forzosa de verdaderos y buenos líderes de los que tan necesitados estamos en nuestra comunidad. Las Hermanas o Joe McCarron aparecen en nuestro periódico desde sus inicios en el año 1996 por méritos propios: ser impulsores de muchos programas para los hispanos en Delaware. Su humildad es un ejemplo para todos, los resultados de su trabajo y de su liderazgo se han traducido en un beneficio y en un impulso para los hispanos en los últimos años (graduaciones de jóvenes y adultos, cuidados médicos y recursos para la comunidad hispana documentada o no, y por ende para todos aquéllos con situaciones económicas desfavorecidas, etc.).

Inculcaron en los afortunados niños que tuvieron a su alcance, una filosofía vital. Les enseñaron que el deseo desordenado de poseer más cosas de las que uno necesita es lesivo para ellos mismos y para los demás. Frente a esos ahora ya jóvenes, otros niños no tuvieron tanta suerte de conocerles y el diablo les enseñó que el dinero les daría poder y placer. Estos últimos son los jóvenes que practican –o amparan a los que lo hacen– el engaño, la estafa y demás corruptelas en pos de unos dioses menores a los que consideran “sus líderes”.

Cuando las cabezas son incapaces de reformular deseos una vez cubiertas las necesidades, entramos en el “todo vale” que es algo tan malo como el que ningunea a las personas –ya sean héroes del pasado o nuestros vecinos hoy–. Durante un cuarto de siglo hemos tenido cuatro buenos líderes a los que no sabemos muy bien por qué se les impone la jubilación. En Oriente a los mayores se les sienta en el Consejo para que hagan lo que mejor saben: aconsejar. Aquí, en lugar de permitirles continuar en el lugar al que pertenecen (porque ésta es hoy su casa, sin importar ya donde nacieron) se les desarraiga y desaprovecha.

Enseñaron que ayudar al semejante en forma de voluntariado, o de la forma que esté a nuestro alance da más satisfacción que comprando el modelo más caro de vehículo o yendo al antro o a ver al cantante de moda. Sé que ellos están preparados para aceptar su jubilación, aunque no la quieran. Pero nosotros no estamos preparados para su marcha.

Ellos ya son patrimonio común de todas y cada una de las personas cuyas vidas tocaron.

Es necesario crear un mundo sostenible pero también lo es el comprobar si los que están al frente de movimientos que dicen luchar por ello tienen un proyecto personal que coincide con el proyecto del resto o son por el contrario, lobos hambrientos disfrazados de corderos que pretenden “colgarse” los méritos de otros. La avaricia es mala, el ser olvidadizo e ingenuo, es aún peor.