La fuerza de un gorrión.

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El bosque se quemó y los animales huyeron… sólo un gorrión permaneció. Viajaba del bosque al río, cargando en su pico dos gotas de agua. Las vertía sobre el fuego y vuelta a empezar. El elefante le recomendó que huyera con todos, su esfuerzo no era suficiente para apagar el fuego y moriría. El gorrión respondió que el bosque le había dado todo y aunque no pudiera salvarlo, no lo traicionaría. Dios se apiadó del gorrión y mandó la lluvia. El fuego se apagó y el bosque resurgió.

Toma mucho tiempo planificar recursos y acciones para ayudar a la comunidad a la que servimos. Es motivo de orgullo ver el impacto que uno puede tener en la vida de muchos. Los resultados se traducen en acciones para conseguir un futuro más brillante para los niños y jóvenes latinos y sus familias.

El tiempo es limitado y hay que seleccionar proyectos que además de inspirarnos generen un impacto en la comunidad. El hábito no hace el monje y, pese a que algunas propuestas pueden crear la apariencia de proyectos comunitarios, no necesariamente han de serlo y si lo fueron, no tienen por qué continuar siéndolo.

Si se evalúa a lo largo de los años el proyecto de Enrique Morones, se comprueba que hoy, como ayer, sigue siendo fiel a sus principios inspiradores. Bidón a bidón de agua, Enrique da de beber al sediento en el calor del verano de los desiertos de la frontera con México. El y sus “ángeles” ayudan desde el anonimato al caminante que “busca” el sueño americano. Esa ayuda, se llama agua en el desierto en verano y ropas y comida en las montañas en invierno. Esta la única señal que tienen “los que cruzan” una frontera llena de tumbas anónimas, de que su vida le importa a alguien.

No analizo ni las causas ni el modo en que algunos emprenden el viaje. Hablo de sed, de frío, de agua, de comida, hablo de Angeles de la Frontera.

Enrique, como el gorrión de la historia, lleva años haciendo esta tarea. Tiene clara su misión, y no ha permitido que lo que nació para beneficio de muchos se transforme en negocio para unos pocos pájaros, que rondan y “suben al carro” de proyectos sociales y comunitarios de los que se adueñan. Es triste que además de luchar contra el fuego del bosque, Enrique tenga que luchar por mantener sus bidones alejados de buitres que sirven sólo a sus propios intereses. Con la confianza en la fuerza del gorrión y con Dios de su lado continúa año a año y bidón a bidón, evitando que el caminante indocumentado muera en un desierto inhóspito. ¡Qué bueno si el resto de “animales del bosque” ayudasen al pequeño gorrión! Al final Dios siempre se apiada de los gorriones altruistas, no de los que dicen serlo y manda “la lluvia” para apagar el fuego.

Así que, quienes no quieran ayudar ni a Enrique ni al gorrión, al menos que los dejen seguir su camino mientras el resto de animales del bosque aprende a distinguir ángeles, gorriones y buitres. Al final, siempre llueve sobre el bosque.