Una vez que entendimos la necesidad de la salvación es necesario que entendamos cuán vital es llegar a Dios con un corazón arrepentido.
El apóstol San Pedro exhortó: “Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados.” Hechos 3:19.
En el capítulo anterior también dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados y recibireis el don del Espíritu Santo”. Hechos 2:38.
Arrepentimiento es el paso necesario para alcanzar la salvación, viene de la palabra griega ‘METANOIA’, Meta= Cambio; Noia= Mente.
Es un cambio de mente respecto al pecado, Dios y uno mismo.
También se lo ve como un cambio de dirección de 180 grados. Si en pecado caminaba hacia el Norte, entonces me vuelvo hacia el Sur.
Para que esto sea posible es un elemento necesario ‘La Fe’, la cual… “viene por el oir y el oir la palabra de Dios.” Romanos 3:17.
El Nuevo Testamento enseña que la fe que salva es una fe “operante”. “La fe sin obras es muerta en si misma” Santiago 2:17.
El Arrepentimiento tiene dos aspectos: negativo y positivo.
Negativo: abandono el pecado porque no quiero ir al infierno.
Positivo: abandono el pecado en consideración a la bondad de Dios y porque quiero amar a Dios.
En el arrepentimiento ocupa el primer lugar aquel que es llamado “CONTRICION”, dolor del alma y detestación por el pecado cometido, acompañado por una resolución de no volver a pecar.
Cuando este nace del amor con el cual Dios es amado por sobre todas las cosas, la Contrición es llamada ‘perfecta’ o Contrición de caridad o amor.
Pero también existe la Contrición imperfecta, llamada ATRICION, que también es un don de Dios y nace de la consideración de lo feo del pecado en si, o del temor de los tormentos eternos.
Sea por Atrición o Contrición, lleguemos a los pies de nuestro amado Dios, con un corazón arrepentido por el pecado, deseosos de cambiar la marcha de nuestra vida y encaminar nuestros pasos en la senda de la luz y la verdad. Amén.