Entramos en la recta final hacia las elecciones del 6 de noviembre en Estados Unidos. Analistas políticos y especialistas han hecho múltiples valoraciones, en todos los sentidos, del primer debate de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos.
No aportaré una más. Sólo quiero constatar dos hechos.
El primero, que por primera vez España fue mencionada en un debate presidencial de este país (aunque lamentablemente, lo fuera para ponerla como ejemplo de lo que no se debe hacer en términos económicos).
La segunda, que uno de los intervinientes mencionó a Latinoamérica al anunciar sus intenciones de “abrir más el comercio, sobre todo con América Latina”.
Los países hispanoparlantes están en el punto de mira de los candidatos. Podrían haberse mencionado otros países europeos en bastante peor situación económica que la española, pero se mencionó a España. En el futuro se intentarán estrechar relaciones comerciales con muchos países, pero fueron los países latinoamericanos los mencionados en el debate.
Sin embargo, en ninguna de las revisiones del debate a posteriori, se han recogido esas menciones.
En el subconsciente de los protagonistas de esta contienda está la fuerza del voto latino. Y, en definitiva, las repercusiones que la recuperación económica de todos nuestros países de origen podría traer a la economía de los Estados Unidos. Parece ser que, sin embargo no estamos en la mente de los encargados de reseñar los aspectos más importantes de la disputa electoral, que de esa forma, frente a lo que piensan “sus jefes” nos hacen descender a la categoría de “no mencionables”..
Los hispanos tenemos que empezar a reconocernos a nosotros mismos. Nuestra presencia en este país, es trascendente e importante en la economía estadounidense. Somos mucho más que el monotema de la cuestión migratoria, importante para nuestra comunidad, pero no único. Los hispanos somos sin duda, una de las mayores fuerzas económicas de los Estados Unidos.
Y puesto que son muchas más las circunstancias que nos unen que las que nos separan, las relaciones entre los países hispanohablantes, deberían ser estrechas y estar bajo un mercado económico preferencial que permitiese negociar y dialogar de “tú a tú” con los países grandes. Una Commonwealth Hispana que podría alcanzar acuerdos con el equipo presidencial resultante en estas elecciones. Sea del signo que sea el Presidente elegido. Sería algo bueno para los Estados Unidos, para los países de habla hispana y finalmente para todos sus habitantes. ¡Ojalá que en los debates presidenciales que tendrán lugar dentro de otros cuatro años nuestros países sean mencionados como ejemplos de recuperación y unión económica e intercambio comercial con los Estados Unidos!. Hasta entonces, a los electores, en uno de cuyos grupos se encuentran los votantes latinos, les corresponde decidir en libertad quién deberá ser el Presidente del Ejecutivo que regirá los destinos de este país los próximos cuatro años. Es un derecho y un deber de todos los ciudadanos otorgado por la Constitución que comienza diciendo “NOSOTROS EL PUEBLO de los Estados Unidos…”.