Me llamo Penélope, mis padres me llamaron así porque cuando se conocieron los dos estaban en la Universidad, mi padre era profesor de historia antigua y mi madre estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras. Estudiaban y enseñaban mitología griega cuando, como dicen ellos riendo, “se enten- dieron recíprocamente”. Se creen que no se que eso significa practicar sexo…
Soy superdotada, entiendo todo lo que dicen en clase y hago preguntas “extrañas”, por lo que mis padres han tenido que ir a hablar con la Directora del colegio. Mi maestra me ha dicho que mi cabeza funciona de manera diferente, dice que es una cosa positiva pero que tenemos que gestionarla. Mi maestra se ríe cuando la corrijo, a la maestra de inglés no le gusta que la corrija, sobre todo la pronunciación; en casa veo siempre todo en versión original y mi maestra, que es de Cerdeña, no ha- bla como en la televisión. Cuando le pregunté por qué no veía la tele en versión original me escribió una nota en la agenda para que la hiciera firmar a mis padres diciendo que era muy impertinente.
Tengo 9 años y estoy cursando tercero de primaria, soy hija única, mis padres siguen “entendiéndose recíprocamente” pero han decidido tener solo un hijo. Yo estoy tranquila, en el cole- gio, mi mejor amiga Carlota se queja siempre de su hermano pequeño, le llamamos Terminator, sus padres lo miman más que a ella seguramente porque es niño. Carlota sufre mucho.
Voy a un colegio público de gente intelectual donde no se es- tudia religión, mi padre dice que la religión corrompe el alma. Mi abuela materna, Julia, dice que papá es un pagano. Yo estoy de acuerdo con papá y tampoco estoy de acuerdo con la idea de que me bauticen de la misma manera que no creo en el sacra- mento de la confesión. Le he explicado todo a la abuela Julia con mucha lógica, así que me ha dicho que me respeta y me ha dejado tranquila con la religión. Ya no me pregunta si la quiero acompañar a misa.
La abuela Julia viene 3 veces a la semana a recogerme al co- legio, no me ayuda con los deberes porque los sé hacer yo sola, en cambio, yo la ayudo con el ordenador y ahora está encantada porque tiene una dirección de correo electrónico y porque se comunica a través de Skype. Yo sé todas sus contraseñas y me deja ver todo lo que escribe, a mis padres no.
Soy morena con el pelo liso, mi madre me ha cortado un fle- quillo corto que, dice, me hace parecer más niña. Mamá dice que tengo mirada de adulta y que con el flequillo parezco más dulce, a mí me hace cosquillas y sin querer lo soplo con el la- bio inferior para quitármelo de la frente. Estoy delgada, pero en Zara compramos siempre la medida 9-11 años que me está bien. Me parezco mucho a mamá, cuando voy al pueblo con la abuela Julia todos dicen:
“¿Es la hija de Elena verdad?”
Mama es pelirroja, el abuelo Luis era pelirrojo, yo no lo he conocido porque se murió en un accidente de coche antes de que yo naciera, además, no se puede hablar de eso porque iba en el coche con una amiga de la abuela que sobrevivió, era su mejor amiga. Una historia muy normal hoy en día (mejor amiga se acuesta con el marido de la mejor amiga) pero parece que cuando la abuela Julia era joven no era tan normal y, encima, en un pueblo tan pequeño no se “veía bien”, yo creo que tampoco ahora es algo que se vea bien.
He hablado con Carlota sobre este tema y hemos prometido que no nos robaremos nunca los maridos, las dos estamos de acuerdo. He visto fotos del abuelo, están todas en casa de mis padres y de la tía que vive todavía en el pueblo. Me gustan en las que está cuando era joven, alto y delgado con el mismo pelo que mamá, rizado y pelirrojo, a mí también me hubiera gustado ser pelirroja.
El nuevo colegio
Estoy en la cama desde hace dos horas pero no consigo dor- mir, hoy ha sido mi primer día de colegio, he empezado el pri- mer curso de secundaria. He pasado del tercer curso de primaria al primer curso de secundaria porque:
Me han dicho que haré 3 años en uno, así que, si “estoy a la altura”, como ha dicho la directora del colegio nuevo, acabaré los tres años de la secundaria en uno y llegaré al instituto con once años. Tengo que crecer por lo menos 20 cm para llegar a la media de altura de los niños de 14/15 años y estar a su altura.
“Estoy más despierta que los demás”
Mi primer día de colegio ha sido nefasto, un compañero (un año mayor que yo “con problemas de adaptación”, así me ha lo ha explicado mi madre, que estaba furiosa) se ha enfadado du- rante la clase de geografía porque he contestado 3 veces segui- das a las preguntas de la profesora y me ha lanzado un bolígrafo, como un dardo hiriéndome mi ojo izquierdo. En urgencias nos han dicho que me ha rayado la córnea, puedo volver al colegio pero me tengo que poner un gel dentro del ojo 3 veces al día.
No puedo dormir porque me hace daño, a mamá le he dicho que no me hace daño pero la verdad es que el ojo me escuece mucho. No he podido ver en Wikipedia qué es la córnea, a lo mejor la córnea no se puede rascar y tengo miedo de que el ara- ñazo se haga más grande si me toco el ojo.
La abuela me acompañará por las mañanas al nuevo colegio, tenemos que coger el tranvía. Me gusta coger el tranvía; me gusta el silencio cuando se para, el silbido que hace cuando las puertas están a punto de cerrarse y el sonido cuando parte, me recuerda al despegue de un avión. Mi abuela habla en voz baja de muchas cosas y responde a todas mis preguntas, sé que muchas veces se inventa las respuestas o, como dice ella, su punto de vista es diferente. Un día con mi abuela fuimos a una mercería porque se tenía que comprar unas medias negras, ese invierno había engordado así que ni corta ni perezosa pidió una talla grande a la dependienta porque “este año habéis hecho la talla mediana más pequeña”
Mi abuela no había engordado desde el invierno pasado, eran todas las medias de la talla mediana del mundo las que se ha- bían vuelto más pequeñas. Cuando se lo conté a mi madre se rió tanto, tanto, tanto, que al final a mí también me dio la risa. Mi madre se ríe como un caballo, ¿por qué será?… Mi padre dice que cuando mi madre se ríe es como ver “la luz del sol” y la mira con ojos tiernos.
En junio mis padres tuvieron una reunión con la Directora del colegio, les explicó que estudiar en un colegio “normal” podría ser contraproducente para mi desarrollo académico. Mi maes- tra me había hablado de los colegios para niñas “despiertas” como yo y me había dado una revista donde, un médico que se apellidaba Tesauro, hablaba de niños superdotados. Los niños superdotados, decía, pueden tener problemas de aprendizaje y de adaptación con sus compañeros y con sus profesores.
Yo no tengo ninguno de estos dos problemas, en el colegio en- tiendo todo y hago siempre bien los deberes, también compren- do sin dificultad las conversaciones de los adultos. Mi cabeza ordena todo lo que me enseñan y lo que oigo, he construido aposta baldas en mi cerebro donde almaceno toda la informa- ción que recibo, primero aprendo las cosas de memoria y luego las archivo en mi mente.
Durante el verano he hablado con papá de mi orden mental, papá me ha dicho que le hiciera un dibujo de cómo imaginaba que era mi cerebro y mi orden; cuando se lo he explicado se ha sorprendido mucho de cómo funcionaba mi modo de razonar. Hemos hecho orden en su portátil organizando todos sus archi- vos siguiendo el esquema de mi mente, papá lo ha llamado “la tela de Penélope”
Mamá también estaba sorprendida de mi razonamiento y del nuevo orden de los archivos de papá pero… no muy contenta. Lo sé porque ha puesto la nariz de conejo, lo hace siempre que esta triste pero hace como si no pasara nada. Yo la miro soplo el flequillo y espero que pase el momento, mamá me habla una vez que vuelve a estar serena, dice que hace ejercicios de respiración para poder volver a controlar las emociones.
“Se que eres diferente Penélope y te quiero así como eres, tengo miedo de que no te entiendan fuera de esta casa, tengo miedo de que sufras. La gente tendrá envidia de ti, eres especial e inteligente y la gente ama la mediocridad,”
Y fue en ese momento cuando nos inventamos el plan “La que se hace la tonta” o sea el plan de defensa personal para posibles sabotajes es decir, hacer como que no entiendo algo cuando podría ser traicionada por mi inteligencia.
Tengo que cantar mentalmente una canción cuando alguien (sobre todo un adulto) está dando información equivocada sobre algo que una niña de 9 años no puede corregir o no podría saber. Con mamá he aprendido “Yesterday”, una canción de un grupo que ya no canta que se llamaba los Beatles, a mamá le gusta mucho, a mí me gusta lo que cuenta la canción.
Mi maestra, la maestra Alicia, me quiere mucho aunque sea diferente, hacemos mini competiciones en clase nosotras dos solas, me ha enseñado las ecuaciones y ¡a mi me encantan!
La maestra Alicia es rápida, pero yo a veces acabo antes que ella. Estaba triste cuando me he marchado del colegio pero me ha di- cho que era bueno lo que estaba haciendo, dice que ya no tendré que fingir que no sé las cosas. La maestra Alicia, es muy joven y muy rubia, se peina siempre con una cola de caballo, tiene el pelo muy liso y a veces se le escapa de la goma y le cae en la cara, a veces sopla como yo.
La maestra Alicia parece que está siempre despeinada pero de una forma equilibrada y serena. Me ha dicho que puedo con- tar en todo momento con ella, ha dado su número de móvil a mamá, se han dado dos besos cuando se han despedido, quiere decir que mamá la aprecia, mamá no besa a la gente que no le gusta.
Mi primer día en el colegio para niños diferentemente dife- rentes ha sido una catástrofe: noto el latido del corazón dentro de la córnea arañada, me han puesto una venda en el ojo pero puedo abrirlo, lo sé porque noto cómo mis pestañas tocan la venda. Mamá me ha dejado llamar a la maestra Alicia.
“Me gustaría volver a mi antiguo colegio” le he dicho.
La maestra Alicia me ha dicho que puedo volver cuando quie- ra pero que no es propio de mi carácter rendirme tan fácilmente. Quiero llorar como las niñas de mi edad pero tengo miedo de empeorar la situación de mi cornea izquierda, voy a dormir e intentar estar lejos del niño con problemas de adaptación.