Por Obed Arango
Hay voces que perduran en el tiempo, pensamientos que estructuran a la sociedad, y otras que resisten y que se oponen a los sistemas de injusticia. Vivimos en tiempos en que dos terceras partes del mundo viven en la inseguridad, de acuerdo con estimaciones de las Naciones Unidas desde el año de 1990 hasta el 2020, 1.2 billones de personas han crecido en extrema pobreza, y 220 millones de personas migraron de un país a otro entre los años 2000 y 2020.
Si bien estas son cifras que leemos rápidamente, hablamos de personas reales, quizá de familiares, y de conocidos, quizá de nosotros mismos. Hablamos de personas entre los 10 y los 60 años. Por nuestro lado nos toca a muchos ser inmigrantes, y nos toca vivir lo que significa estar lejos de la patria donde nacimos, muchos sin la posibilidad de poder regresar y de no ver a sus familias por décadas. Por tanto, no solo es una batalla contra la pobreza sino también contra el dolor humano que esto conlleva.
El Dr. Martin Luther King Jr., si bien luchó por los derechos civiles de la comunidad afroamericana, también lucho por los pobres, y se solidarizó por la lucha de los trabajadores del campo, hubo cartas e intercambios con el líder agrícola César Chavez. Martin Luther King Jr. estuvo convencido que su lucha requería hermanar y crear comunidades de amor. Las lecciones de Martin Luther King Jr. en mi vida han sido definitivas y definitorias, tanto que es uno de lo pilares del Centro de Cultura, Arte, Trabajo y Educación (CCATE), y motor que me inspira cada día.
En el año 2006 tuve la oportunidad de estar en una reunión y celebración privada con Yolanda King, Martin Luther King III, sus familiares y amigos. En esa ocasión pude dialogar con ambos hijos del Dr. King acerca de los sueños que tenía de crear CCATE, y también les compartí de la lucha zapatista de la cual deseaban saber, con interés vieron mis fotografías de Chiapas, y de la naciente y creciente comunidad inmigrante. Guardo conmigo un par de cartas que me enviaron posteriormente, y un libro firmado por ambos. Yolanda King la hija mayor moriría un año después, pero lo que aprendí de ella y de su padre es que debemos insistir en formar una comunidad de amor.