La Traviata

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Sábado 17 de enero, 2015, 8:00 – 10:35

Esta producción de Willy Decker es absolutamente magnífica, cargada de símbolos en coherencia con los personajes y el argumento.

Espacio oval con dos espacios predominantes vacíos y en perspectiva. Solamente algunos sofás, un reloj y una gran puerta.

El uso predominante de tres colores, el negro, blanco y rojo, en liso, y de la flor de la camelia, o bien de forros en sofás y cielo de flores en tonos cálidos.

La escenografía de símbolos transmite el contenido y sentimiento de la ópera. Así, el amor es la flor que Violetta posee y entrega; el reloj representa las horas que quedan de vida y es imparable y estático, presente y sin retorno y el doctor es el recuerdo de la enfermedad que acecha permanentemente para conducir a la muerte. Pero, esta muerte finalmente es un renacimiento del alma y del amor, a través de la flor de la camelia. Y, ese renacer, produce esperanza, bienestar y felicidad, después de tanto dolor.

Con la flor de la camelia, nuevas Violettas aparecerán y vivirán y amarán, para luego marchitarse, morir y volver a renacer, y la vida es un ciclo de nacimiento y renacimiento tras una vida de dolor. Así, Violetta es alegría pero, tras el desamor es el sufrimiento, y Alfredo es la ira, el odio, los celos, la cólera, la crueldad y finalmente, el padre es la vergüenza y el arrepentimiento.

Sonya Yoncheva con una interesante voz, destacando en sus frases en piano legato en el registro intermedio, resuelto bellísimamente. No excesivamente adornada su coloratura en la cavatina, bien marcadas aquellas agilidades con las que nos deleitó y soberbia interpretación con gran entrega musical y teatral en voz y estilo.

La dirección de Armiliato enérgica, pero en ocasiones hubieran sido deseables más contrastes para dar mayor dramatismo a la música de Verdi, y deseable algo más de sutileza en los tempos y los ritmos y más contrastes dinámicos entre las distintas intervenciones, especialmente en los números de conjunto.

La aparición del coro como un todo homogéneo, sin identidades propias, todos caracterizados como hombres, quizás para simbolizar la humanidad donde el dominio masculino impera en todos los géneros y edades. Francesco Demuro como Alfredo, con una gran técnica, natural y fácil, precioso color vocal, buena emisión y comunicativo con el público.

Aleksei Markov con bello y dulce timbre, con un amplio registro, donde al principio mostró cierto peso en la voz, pero que después resolvió muy correctamente en toda su extensión.

Maya Lahyani con una hermosa voz en Flora, James Courtney mostró una gran intervención vocal y escénica, como el doctor presente durante toda la representación.

El éxito fue absoluto con todo el patio de butacas del inmenso Met en pie al completo, aclamando la excelencia de esta producción y de sus intérpretes.