Las lágrimas de Lucy

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Desde el backstage de Miss Hispanic Delaware 2010 asistí al lado más humano de una gala de tanta solera. Por primera vez en la historia del certamen, los lectores de Hoy en Delaware podrán ver en exclusiva lo que antes, nadie ajeno a la organización vió.

Ser mujer y gozar de la confianza de las aspirantes fueron poderosas razones para poder compartir con ellas momentos entrañables, sueños y confidencias. No voy a traicionarlas y por éso ustedes no tendrán la imagen de lo que para mí fue lo más significativo de la gala: las lágrimas de decepción de la bellísima Lucy Yaneira cuando el certamen finalizó, las luces del escenario se apagaron y el público abandonó el lugar.

Lucy representa la cara amarga de una “supuesta derrota”, de ésas que reserva cualquier concurso, y no digamos la vida. Digo “supuesta derrota” porque creo firmemente que no recibir un premio no supone un fracaso. En el caso de Lucy, basta con ver la primera imagen que publicamos de ella en nuestra portada de Abril y sus imágenes finales durante la gala. Su transformación ha sido espectacular. La máxima victoria es la que se gana sobre uno mismo y Lucy, al igual que el resto de las niñas ha sido un ejemplo de superación personal.

¡Esa sí es una victoria premiable, un ejemplo para la vida!
Casi siempre, detrás de cualquier “ganador” hay un equipo de personas que realizan una tarea discreta y silenciosa. Nadie las conocerá pero harán posible la victoria de los ganadores. En todos los concursos hay también aspirantes, que seguro hicieron tantos o más méritos que sus rivales ganadores para atesorar la victoria. También esos “secundarios” o “perdedores”, al igual que Lucy, en algún momento sientan que la decepción fluye a sus ojos en forma de lágrimas y cuetionen su propia valía.

No creo que el verdadero éxito radique en los premios. El tesoro está cuando al subir al escenario de la vida y mirar al público, vemos a “nuestro equipo” alrededor apoyándonos incondicionalmente sin esperar nada a cambio.

No hace falta que otros nos reconozcan públicamente como “los mejores en…”. No es necesario que ese reconocimiento se materialice en la entrega de un trofeo. A esta vida, llegamos sin nada y sin nada nos iremos. Nos quedan las personas y nuestra propia autoestima. Tu premio Lucy está en que tú te quieras. TU vales mucho. No lo dudes. Aunque jamás recibieras un premio. Al fin y al cabo ¿qué es un trofeo?

Sólo es un objeto material y las “cosas” sólo son lastres que atan a la tierra e impiden volar.