Las llaves de San Pietro

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Durante unos cuantos años me he cogido una semana de des- canso, mientras los niños estaban de vacaciones, para hacer un curso intensivo de inglés. Escocia, Londres, Dublín, Brighton, Washington … Como siempre y de acuerdo con el ritmo de vida que tenemos hoy en día, solía salir escopetada del trabajo, el viernes, para ver algo el fin de semana del país donde iba, hacer el curso durante la semana, of course full immersion, y luego otro fin de semana para seguir con el turisteo.

Cuando me coincidió el curso con mi trabajo en el Vaticano decidí no llevarme las llaves de la oficina para no cargar con ellas durante todo el viaje. El fallo fue que me acordé de que mi jefe no iba a estar en la oficina… ¡demasiado tarde! Era viernes, yo estaba sin llaves, iba vestida de viaje total (vaqueros y zapatillas de gimnasia) y el Presidente Bush (hijo) iba de visita oficial al Vaticano. Horror, traición, sabotaje.

Las ventanas de mi oficina dan al patio donde llegan todas las visitas oficiales y desde donde sale el Papa todos los miércoles para la audiencia pública en la Plaza de San Pedro; cuando esto ocurre cierran todas las puertas con llave y tú te quedas literalmente encerrado dentro.

Cuando se celebró el cónclave, después de la muerte de Juan Pablo II, nos pusieron airón fix blanco pegado en los cristales de las ventanas y las cerraron de tal manera que no pudiéramos abrirlas, en ese momento mi jefe decidió darnos (a sí mismo y a mi) vacaciones, hasta la elección del nuevo Papa, porque traba- jar en ese contexto era imposible.

El día de la visita de Bush llegué sin llaves, así que, humilde- mente, me dirigí a los guardias suizos y les pedí que me abrieran la puerta de la oficina, yo desde luego sabía que ellos tenían una copia de las llaves. A mi petición, el guardia suizo me contestó con marcado acento alemán:

“Nosotros tenemos llave pero solo para emergencia”

Y yo:

“Esto es una urgencia, tengo que trabajar y no puedo entrar” El guardia suizo:
“Tendría que llamar a compañero para abrir sobre sigilado con contraseña”

Se queda quieto y no hace nada.

¡Y yo!:

“Le importaría llamarle?”

El guardia suizo:

“Si es emergencia, sí, ¿esto es emergencia?”

¡¡Y yo!!

(Santa María Paciencia ruega y ruega por nosotros)

“Si my dear, esto es una urgencia”

Llega el coleguilla suizo y ante mi asombro abren cada uno
sobre y empiezan:

“Alfa, Charlie, Charlie, Tango,…”

Por qué me estoy yendo a perfeccionar mi inglés, si aquí tengo tanto que aprender.

Por desgracia el suizo me dijo que le devolviera la llave en
seguida y, no a la una de la tarde, cuando salía de trabajar. Le expliqué que estaba sola y que si me tenía que mover de la ofi- cina no podría dejar la puerta abierta, dijo que eso no era una urgencia.

Fui a la oficina, abrí la puerta puse celo en el resbalón y volví corriendo a darle al suizo la llavecita de las narices.

El celo se despegó y la puerta se cerró y yo estaba de nuevo en la casilla de salida.

Tuvimos la misma conversación, así que, tal cual, la repito: “Nosotros tenemos llave pero solo para emergencia”
Y yo:

“Esto es una urgencia, tengo que trabajar y no puedo entrar” El guardia suizo:
“Tendría que llamar a compañero para abrir sobre sigilado con contraseña”

Se queda quieto y no hace nada.

¡Y yo!:

“Le importaría llamarle?”

El guardia suizo:

“Si es emergencia, sí, ¿esto es emergencia?”

¡¡Y yo!!

(Santa María Paciencia ruega y ruega por nosotros)

“Si my dear, esto es una urgencia”
Llega el coleguilla suizo y ante mi asombro abren cada uno un sobre y empiezan:

“Alfa, Charlie, Charlie, Tango,…”

A la segunda, puse toneladas de celo en el resbalón y la Piedad de Miguel Ángel en la puerta para bloquearla.

A las 11.30 me senté delante del ordenador. Media hora más
tarde vino mi vecina de oficina con su jefe americano para ver a Bush (tendría que haber cobrado entrada) Llegó Bush, la ver- dad es que en la tele parece más bajo, al natural es bastante alto, saludó y pude seguir trabajando. A la una cierro todo e intento irme, digo intento porque como Bush estaba todavía dentro, con el Papa, la Ciudad del Vaticano era completamente inaccesible para entrar y para salir, ¡horror!

Yo tenía una cita con mi taxista cerca del río y faltaban 30 minutos. Con trolley de camuflaje, vestida como estaba y con Bush dentro con el Papa, lo mejor que habrían pensado de mí es que fuera una franco tiradora dispuesta a cargarme al Presidente de los EEUU.

Me tenía que largar, así que, como el mismísimo Mc Giver ideé mi plan, salí por un patio que daba a la escalera de la muer- te: por esta escalera bajan el cadáver del Papa a la Basílica de San Pedro. Aquí tuve la buena idea de coger el trolley como a un recién nacido, después de haber bajado dos escalones con el CLON, CLON, ya que producía un eco tremendo. No asuste- mos a la CIA o al FBI pensé.

Los que sí se asustaron fueron los suizos apostados en la Puerta de Bronce, que fue por donde aparecí con el trolley en los brazos modelo suicida convencida. Les expliqué quién era, que venía en son de paz, les saqué el carnet del Vaticano, de la ga- solinera, fotos de los niños, … En fin, que logré salir a la Plaza de San Pedro.

Atravesarla fue otra odisea, el río estaba en la parte contraria, así que, aunque la policía no te dejaba pasar, yo conseguí a la italiana con trolley modelo sherpa cruzar la calle y, de ahí, por fin, a mi cita con el taxista, qué estrés. Logré llegar a mi cita con solo 5 minutos de retraso.

¿Es tan importante saber hablar bien inglés?