Es triste que la causa femenina se vea “contaminada” con agendas ocultas. Hace casi un año se celebraba la “Marcha de las mujeres”. En Estados Unidos tomó un giro de protesta contra un recién elegido Trump. Este año bajo la misma causa –lucha contra la discriminación– la alfombra roja se torna negra en Los Angeles y con ella los vestidos de las asistentes. Sin embargo, la agenda oculta vuelve a ser otra.
¿No tiene la causa de la equiparación femenina importancia como para tener que “arrimársele” otras causas?
Los problemas mundiales son más amplios que los del espectro de “países desarrollados”. A la gente explotada le da igual si las mujeres visten de blanco, rosa o negro. Lo que le interesa es que sus hijos tengan un futuro y un plato de comida en la mesa para su familia. A los hispanos, en particular, nos interesa que los que tienen permisos para vivir en el país puedan continuar usándolos y que a los que no los tienen, pero son buena gente, se les regularice. Y todo éso con una economía que funcione.
Más de un año después de las elecciones presidenciales, la retórica de la clase política sigue siendo la de cuestionar la supuesta locura presidencial en lugar de, pongamos por ejemplo, aprobar leyes que ayuden a prevenir conflictos de intereses y fomentar la transparencia. Los legisladores, los candidatos, y cualquier persona que ostente un cargo público y por tanto, perciba dinero del estado debería dejar claras cuáles son sus fuentes de financiación además de las derivadas de sus puestos públicos. Según Informe del Centro para la Integridad Pública el 76% de los legisladores perciben remuneraciones o tienen empleos a tiempo parcial. Algo que a priori es lícito, puede suponer un problema cuando los mismos que impulsan determinados proyectos normativos públicos lo hacen por interés de las compañías privadas de las que reciben remuneraciones añadidas.
A las cortinas de humo políticas usando la causa femenina hay que añadir otra, pretendidamente literaria, “Fuego y Furia” (“Fire and Fury”), escrito por Michael Wolff. Los mismos que dicen que el papel está denostado, publican en papel precisamente, un libro superventas. Wolff escribe “que el equipo de Trump dice” que el presidente está muy loco. El autor “hace su agosto”, el inspirador del libro –y ex-asesor Bannon– se saca la espina de su despido y el presidente dice que es un genio.
Que no nos distraigan de lo importante: más de la mitad de los latinoamericanos están llamados a elegir gobierno en 2018 y existen grandes riesgos para la democracia en la región, tanto porque hay mandatarios que se niegan a abandonar el poder, como por posibles intervenciones extranjeras en los ciclos electorales –además de por el continuismo en las altas esferas y la corrupción–.
Según la CIA, el FBI y la Agencia de Seguridad Nacional, “Rusia continuará tratando de influir el voto en los países aliados a Estados Unidos”.
Uno de esos países con elecciones en 2018 es México, segundo socio comercial de Estados Unidos. Rusia está apoyando sin disimulo a Manuel López Obrador. ¿Esto es bueno o malo para los mexicanos en Estados Unidos? Si en la presidencia mexicana se coloca un candidato hostil a Estados Unidos con toda probabilidad la política norteamericana con México se endurecerá aún más. Circulan datos millonarios de lo que Rusia ha pagado a algunas personas cercanas al candidato López Obrador por “trabajos menores”, y el mucho dinero invertido en propaganda para influir en el electorado. Con Cuba debilitada, Venezuela en fase de “extrema unción”, México, Colombia y Brasil son bastiones más que apetecibles a los que hay que añadir otros más como Costa Rica, Paraguay…
Esperemos que los votantes abran sus ojos –y también el presidente de los Estados Unidos– no vaya a ser que en un futuro próximo por no estar atentos a lo verdaderamente importante todos tengamos que ir de luto y no sólo las mujeres famosas de Hollywood.