Lo que pasa en Las Vegas…

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Hace unos días, en una cena en un domicilio privado a la que asistí, uno de los comensales comentaba su reciente viaje a Las Vegas. Otro de los asistentes no había escuchado bien y preguntó de qué lugar se estaba hablando. Contesté con voz alta y clara el nombre de la susodicha ciudad y acto seguido el comensal que estaba a mi lado recibió una llamada procedente de Las Vegas. El interlocutor al otro lado del teléfono nunca le habló y tras un minuto de silencio cortó la llamada.

¿Casualidad?

No es la primera vez que asisto a una situación parecida. Estoy convencida de que no hay nada de casualidad y sí mucho de programa de reconocimiento de conversaciones en nuestros celulares. Pero ahí no queda la cosa…

¿No le ha ocurrido realizar una búsqueda, pongamos por caso de un viaje a un lugar, en Internet, y a continuación recibir publicidad en su celular o en su computadora con propuestas de viaje a ese dichoso lugar?

¿No está recibiendo con harta frecuencia en su celular, en el teléfono del trabajo o el de casa llamadas intempestivas, absurdas, publicitarias o intimidantes?¿No le ocurre algo similar con los correos electrónicos?

¿Quién captura y trafica con nuestra información?

Nos espían, quieren saber qué decimos, qué hacemos, qué pensamos, cuáles son nuestros gustos… Después del escándalo de Cambridge Analytics el presidente de Facebook no tuvo más remedio que pedir perdón, pero todo sigue igual. Seguimos sufriendo una constante invasión de nuestra privacidad a través del celular, la computadora y otros medios propios del siglo XXI, sin haber dejado tampoco las técnicas clásicas del siglo XX.

Ahora, un parlamentario británico ha accedido a documentos internos de Facebook que demuestran que ya no tienen suficiente con acceder a nuestra actividad e información sino que quieren saber todo lo que hacemos con nuestro celular, conocer a nuestros amigos y manejar los datos de todos para el beneficio de unos pocos.

Pew Research Center realizó una encuesta sobre redes sociales a principios de año: Dos tercios de los adultos americanos utilizan Facebook y de ellos tres cuartas partes lo hacen a diario. Si hablamos de los jóvenes entre 18 y 24 años el porcentaje de usuarios asciende al 94%. Sin embargo, es sorprendente que muy pocos –menos del 3%– confían que su información personal está a salvo en cualquiera de las plataformas de redes sociales.

Mientras escribo esta columna, numerosas oficinas, centros, escuelas, sedes de medios informativos, compañías, etc. de todo Estados Unidos han recibido emails con amenazas de bomba en caso de no hacer tal o cual cosa –normalmente se ha solicitado dinero–. Lo cierto es que la policía del país ha estado en jaque todo el día y con ella la seguridad nacional.

Algo está pasando. Sin embargo, mientras se averigua quién, por qué y para qué se nos espía, cómo se usa esa información, quién roba, compra y vende datos, el ciudadano opta por continuar como si nada ocurriera, desarrollando su vida cotidiana y compartiéndola en las redes sociales.

Por todo ello, aquello de que “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas” ya no es tan cierto como hace una década, porque ahora “lo que pasa en Las Vegas” por lo que parece, lo sabe medio planeta, antes casi de que ocurra.

Así que no es raro que, Ryder Carroll, creador del Método Bullet Journal, que enseña a las personas a organizar su vida “a la antigua usanza”, es decir, con lápiz y papel, se haya hecho millonario en breve espacio de tiempo.

Por estas y otras cosas, el papel vuelve, o mejor dicho, el papel nunca se fue. Y si no, que se lo pregunten al Ministro de Educación de Francia que acaba de decir que vuelven a la escuela los dictados, las lecturas en voz alta y la corrección de las faltas de ortografía y que el tiempo dedicado a computadores se reduce drásticamente.

Contra los espías, gobiernos, intelectuales y población está reaccionando con la vuelta al papel y a la letra impresa. La vuelta al negro sobre blanco, los periódicos impresos, es la tendencia cool que se está imponiendo.

Si se preguntan qué hizo nuestro compañero de mesa después de ser consciente de que las conversaciones de aquella cena podían estar siendo captadas por personas “no presentes en la sala”, les diré que continuó como si nada y contó sus tribulaciones en la ciudad, bastante divertidas e inocentes, por cierto. “Nada teme quien nada debe”, dice el refrán. Seguro que los espías de la cena se rieron de lo lindo, igual que todos los comensales.

Si después de lo que les he contado aún les quedan ganas de pedir a los Reyes Magos celulares de última generación, les deseo que sus sueños se cumplan si es que se portaron bien durante el año –condición indispensable para que los Reyes Magos traigan algo–.

En mi caso les he pedido un juguete que sirve para toda la vida, es divertido y no hace ruido. No espía, ni se entromete en la vida de nadie y sin embargo, proporciona muchísima información que puede ser compartida con todos. ¿Adivinan de qué se trata? Efectivamente, un libro.

¡Feliz Navidad y hasta el próximo año queridos lectores!