Obdulio Varela, símbolo y capitán uruguayo, gestor principal de la proeza futbolística más grande de la historia mundial, apura sus pasos en el mediocampo del imponente estadio Maracaná. Su misión es apoderarse del trofeo que el confundido presidente de la FIFA, Jules Rimet, todavía tiene en sus manos.
Lo impensado acababa de ocurrir. Uruguay había silenciado a más de 200.000 espectadores en el estadio y a millones de “brasileros” que ya estaban festejando de antemano en Río de Janeiro y todo Brasil.
El silencioso murmullo era crudo, cruel y estridente, cortaba el aire, impregnando el ambiente de dramatismo, nervios, decepción y temor.
Suicidios, revueltas, manifestaciones en contra del ‘Scratch’ brasileiro tomaron lugar. Los titulares deportivos eran todo tragedia y amargura, y el inconsciente colectivo del país del carnaval y la alegría era sellado de una vez y para siempre con el estigma del dolor y la humillación, al punto que un escritor “brasilero” dijera que ”El Maracanazo será para siempre nuestro Hiroshima.”
¿Será posible que se repita algo así? ¿Hay lugar para otro Maracanazo en las páginas de la historia?
Brasil no se dejo morir en el dolor. Por el contrario, cimentó su grandeza sobre su derrota más amarga. Aprendió a ganar, al punto de obtener cinco campeonatos mundiales y darle al mundo el más grande jugador de toda la historia.
Pero el Brasil actual no es el mismo, no da la talla como gran candidato a ganar Brasil 2014, porque es infiel a su historia y línea de juego y se ha divorciado del ‘jogo bonito’.
Las cinco estrellas que luce orgulloso en su pecho “verdeamarelho” son el peso más abrumador que cargan sus jóvenes jugadores, una mochila llena de gloria que perjudicará a este equipo.
Aunque en este mundo tecnológico, donde las noticias viajan antes de que ocurran, nadie se sorprenderá por perder contra equipos y jugadores que conocen y ven diariamente aunque jueguen en las ligas más remotas de la Tierra, el factor sorpresa ya no estará presente como en el 50.
Ya el aficionado sabe que sus ídolos, más que nunca son ídolos con pie de barro, y no les tocará ser condenados al ostracismo y el olvido como le ocurriera a Barbosa, el portero del 50. Nadie honestamente cree que Neymar tiene la mentalidad y madurez para cargar sobre sus hombros la responsabilidad de ser Campeón. Si fracasa no será olvidado u odiado, sino que será vendido a un equipo europeo por millones de euros.
Evidentemente la tela de la sociedad ha cambiado, y en un sentido un fracaso no será castigado tan gravemente.
Estas son algunas razones por la que un Maracanazo no se repetirá, Brasil no es el gran candidato, sabe construir sobre sus derrotas y ante todo es consciente que ya no tiene ni los jugadores ni el estilo de juego que los llevaron a ser los mejores.
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