Peros al sino.
Por obra y gracia del inglés, idioma que para esas dos voces tiene una sola (but), se está relegando al olvido, en el español hispanounidense (y también de otras regiones), nuestro SINO.
O sea que le estamos poniendo peros al sino, literal y escrituralmente. No hablo del sustantivo, que significa destino, sino (fíjense bien) de la conjunción adversativa que indica sustitución, oposición o contraste.
Por ejemplo: no fue ella, sino él; no lo entendió bien, sino mal; no irá hoy, sino mañana; no huyó, sino que se entregó; no comió, sino que bebió.
En los primeros tres ejemplos, noten que gramaticalmente no es posible sustituir sino con pero, porque la frase carecería de sentido. En los dos últimos, sería aceptable el pero (suprimiendo el prescindible que), aunque le cambia levemente el significado.
Bueno, así y todo resulta que muchos hacen la traducción literal del inglés y emplean pero cuando lo que corresponde es sino, voz bien distinta. Lo cual pudiera ser nuestro SINO, si no (dos palabras) tenemos más cuidado.
Perder un examen.
Un anuncio que anima a acudir al médico periódicamente para hacerse mamogramas contra el cáncer nos informa de una paciente que, tras un episodio que le hizo pasar un susto, ya «nunca PIERDE un examen». No sé como se perdería un examen, a no ser uno de esos que se hacen como parte de un curso escolar y que, por estar escrito, puede extraviarse o traspapelarse.
Por ejemplo: «se me perdió el examen de literatura entre tantos documentos».
Lo cual nos indica que, en todo caso, habría que ponerle un se, así: «no SE lo pierda».
Pero eso se dice más bien de algo ameno y divertido, como un festejo, un espectáculo, de algo que inspire ganas o entusiasmo, que represente un esparcimiento del ánimo. Y no creo que ningún procedimiento médico inspire otras ganas que las de tragarse rápidamente la dichosa medicina —o lo que sea— y salir disparado de la consulta.
Mejor, mucho mejor, sería decir que ahora esa paciente «nunca deja de hacerse el examen», ya que pudiera significarle un importante resguardo para su salud.
Someter la aplicación.
Bueno, si someter es, etimológicamente, «meter por debajo», entonces nos querrán decir que hay que meter la aplicación por debajo de algo, digamos la puerta, ¿no? Huelga decir que resulta mejor, en español, presentar el documento que sea, y preferiblemente en persona.
Pero, un momento, ¿qué tipo de APLICACIÓN será esa? No tenemos la menor idea, porque en correcto español (a diferencia de espanglés) no es cosa física que se pueda deslizar por una rendija, sino algo inmaterial y muy distinto. El Diccionario maestro indica que es algo así como empeño y asiduidad con que se hace una cosa, como trabajar, estudiar.
«Es un chico muy aplicado», se dice, y ya sabemos que significa estudioso.
No es, aunque no se crea, un formulario o planilla (inglés: application) que se presenta para obtener empleo, ingresar en una sociedad, etc. Eso, en la lengua de Castilla, tiene otro nombre: solicitud.
Neologismos.
Siguen surgiendo neologismos imitativos del inglés como si nuestro idioma no tuviera sus propios recursos para crear voces idóneas, útiles y breves. (Ya los naturales de Aguascalientes nos lo han demostrado con este innovador concepto para su gentilicio: hidrocálido.)
Pero no, seguimos usando la anglopauta como si fuera la plantilla sagrada sine qua non. Se crea el smartphone y no se nos ocurre otra cosa que copiarlo con una superchería como teléfono inteligente. Creo que no, que solamente los seres pensantes son inteligentes; smart tiene, entre otras acepciones, la de cosa útil, práctica, ágil, avanzada, superior. Y de eso se trata, de un aparato superior.
Apenas hay que seguir el sabio principio lingüístico establecido por la Real Academia Española para estos casos:
La lengua debe ser compacta, expresiva y útil sin inútiles trastos y trastornos tomados en préstamo que le compliquen su existencia.
Entonces, al explorar la solución, preguntémonos: ¿para qué tenemos el prefijo súper, que además permite abreviar y compactar? (Por ejemplo: supermercado, superfino, supersónico.) Y, ¿acaso se trata de un teléfono común y corriente? Pues no: se trata de un móvil (o celular).
Llegamos entonces a la conclusión de que el smartphone correspondería, en buen castellano, a supermóvil. Tiene la ventaja adicional de ser término univerbal —otro neologismo útil—, en contraposición a lo pluriverbal: el uso de una sola palabra en lugar de dos o más (lo que corta de raíz los derivados).
SI NO, seguiremos contaminando el idioma con la literal APLICACIÓN de principios que perversamente nos SOMETEN a normas ajenas e incómodas al genio y SINO del nuestro.
Emilio Bernal Labrada, de la Academia Norteamericana, es autor de Getting Away with Murder—In U.S. Public Life, y de La prensa liEbre o Los crímenes del idioma. Pedidos a
emiliolabrada@msn.com o a amazon.com.