Os deseo lo peor

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De las experiencias buenas se aprende, y de las negativas… aún más.

Pero hay quienes no reconocen sus errores y acusan de sus fracasos a los demás.

Cuando esto ocurre en el ámbito doméstico, no queda más remedio que soportar la situación estoicamente. Pero ¿qué sucede cuando le ocurre a personas que dirigen los destinos de una multitud?

La vida produce estructuras capaces de moverse y cambiar de forma. Es necesario aprender y adaptarse al entorno. Lo han hecho los políticos –y los espías– que han abrazado nuevas técnicas llamadas Facebook y Twitter (aunque sus fundamentos sean los mismos de siempre).

¿Y los ciudadanos? ¿Se están adaptando a los cambios?

Echando un rápido vistazo al resultado de las elecciones en Estados Unidos el 116º Congreso ha resultado ser –por obra y gracia de los votantes– el más diverso de la historia. Así que, cuando se dijo que todo era lo peor, fue sin duda cuando se llegó “a lo mejor”: se registró un número récord de mujeres candidatas elegidas al Congreso, latinas incluidas.

Ahora quedan otros dos años para ver qué aportan en el Congreso y en el Senado sus nuevos miembros y cómo trabajan con los que han permanecido.

Ya se han celebrado las elecciones, ahora ¿podríamos los ciudadanos volver a una vida normal y a una convivencia apacible sin crispaciones ni peleas entre nosotros? Como decía Marco Aurelio “el verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele” y en el rifirafe político preelectoral muy pocos han sabido mantener el savoir faire.

Estamos en el ecuador del mandato presidencial y con el cambio de la mayoría en la Cámara de Representantes, el proceso para desgastar al presidente mediante comisiones de investigaciones varias va a ser frecuente. Es decir que, conviene serenarse y dejar que los políticos hagan su trabajo, (ése para el que les pagamos) y nosotros continuemos con nuestra vida, (lo cual incluye hablar con nuestro vecino aunque no piense igual que nosotros). Sobre todo, porque es con el vecino con el que convivimos y con el que reímos y lloramos.

Hay que remangarse y trabajar o si no, otros vendrán y nos quitarán el plato de sopa. Así que, deseémonos lo peor los unos a los otros, parece que de esa forma es cuando realmente espabilamos y aprendemos a hacer “lo mejor” para los demás y para nosotros mismos y exijamos a los que resultaron elegidos para hacer “el bien para todos”, que efectivamente lo hagan y si no, como en el fútbol, tarjeta roja y al banquillo o a casa.