Todos los caminos conducen a Roma

“Grandes legados recibimos de la Civilización Romana”

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1855
Dra. Sara Solís

Por Sara Angelina Solís Castañeda

Esta popular frase tiene una larga e interesante historia, que hoy se utiliza para indicar que hagamos lo que hagamos, obtendremos determinado resultado o llegaremos al mismo punto. Pero esos caminos eran, en realidad, las famosas calzadas romanas que fueron usadas por Roma (entonces la capital del mundo) para la vertebración de su Imperio que, como sabemos, se extendió abarcadoramente a tres continentes: Europa, Africa y Asia y que, en su plenitud, rodeaba todo el Mar Mediterráneo, que entonces ellos llamaban mare internum (mar interior) o Mare Nostrum (nuestro mar).

El legado que constituye la vasta red de carreteras y caminos que Roma construyó a lo largo de su historia se debe, principalmente a una prioridad de Estado, tanto militar como administrativa y, para poder expandirse, por supuesto que era necesaria la voluntad política. A donde el Imperio llegaba, conquistaba; acto seguido, construía carreteras para unirlas a Roma, mismas que llegaron a abarcar aproximadamente 400,000 kilómetros, 80,500 de ellos pavimentados. Esas vías unieron a Roma con los pueblos más recónditos del Imperio.

Esa infraestructura vial fue fundamental para el mantenimiento y desarrollo de Roma; empezó a construirse aproximadamente en el año 300 AC y permitió la expansión y consolidación de la República Romana (509 AC – 27 AC) y el Imperio Romano (27 AC – 476/1453). Dichas calzadas servían para el movimiento terrestre de unidades militares de infantería (legiones), de los funcionarios, civiles, transporte terrestre con comunicaciones oficiales y mercancías comerciales.

Una de las primeras vías romanas más antiguas y estratégicas de la antigua república es la Via Apia, construida en el año 312 AC por Claudio Apio el Ciego, con la finalidad de unir Roma con Bríndisi (Appia longarum, regina viarum – “la vía Apia, la reina de los caminos largos”). A estos grandes caminos se les conocía como “vías consulares” y su mantenimiento provenía de impuestos; muchas de ellas llevaban el nombre de Cónsules (Magistrados más altos de la República e Imperio Romano).

Roma llegó a tener decenas de legiones (cada legión estaba constituida por aproximadamente 5,000 hombres) y se dice que, en muchos casos, fueron las propias legiones romanas las que trazaron el mapa de dichas calzadas, muchas de las cuales estaban cuidadosamente pavimentadas y muy bien construidas, convirtiéndose en verdaderas obras de ingeniería. Los cursos de muchas vías romanas han sobrevivido y varias continúan utilizándose hasta hoy, cubiertas por carreteras modernas.

Finalmente, al recordar estos hechos históricos, en este contexto no podemos dejar de mencionar que con la fundación de Roma (753 AC) se comenzó también a construir uno de los caminos que sentó las bases de la civilización occidental, por lo que la famosa frase que nos ocupa hoy, también podría interpretarse como “todos los caminos provienen de Roma” (y no solo conducen a ella), pues valiosos legados tenemos de ella, dentro de los cuales se cuenta el Derecho como ciencia, el latín, el calendario y el alfabeto, entre otros.