Turandot de Puccini

Mitología china: La princesa de hielo derretida por el amor

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Por Ana María Díaz de Lewine

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Con el título “Provoke the Passion within Opera Philadelphia”, comienza muy fuerte la temporada de otoño, con esta co-producción del 2006 de la Minnesota Opera, Cincinnati Opera, Pittsburgh Opera, Utah Opera y Seattle Opera, y que lleva al escenario a grandes cantantes solistas, coro completo, figuración y ballet, en una puesta en escena clásica.

El libreto que recoge las palabras del Director escénico Renaud Doucet y del Diseñador de Escenario y Vestuario André Barbe, es excelente: “Turandot está inspirado en el mito de la minoría Hmong de China, de que todas las criaturas descienden de la madre mariposa. Alusión a ello es el traje de Turandot, en el que dentro de sus mangas, que se abren al igual que las alas de la mariposa, se nos aparecen las calaveras de aquellos que murieron tratando de conquistarla. Además, la mitología china sigue el patrón numérico y de las formas. El motivo circular que nos aparece en el escenario y en los trajes representa la idea del viaje cíclico de la vida y la muerte. Es el circular gong que se encuentra en la escena el que al sonar nos indica la muerte de un ser humano. “El número tres representa el cielo y la tierra, y los tres estados del hombre, es decir, el nacimiento, el matrimonio y la muerte”. De esta forma, son tres Ping, Pong y Pang, el consejero, el proveedor y el cocinero. El número seis en mandarín es “liu”, y significa belleza y felicidad, y el ocho es la prosperidad y la fortuna, que aquí está representado por los ocho eruditos que conocen el significado de las adivinanzas y que pronuncian la fortuna de Calaf. La mitología china busca el crecimiento personal y la humanidad, y es así como siguiendo todos estos criterios, la princesa Turandot reconoce que Calaf es el amor, y reconoce el amor finalmente, por encima de la muerte y el rencor.

Otras notas en el programa van de la mano de Bi Jean Ngo, que es la directora del colectivo de artistas asiáticos de Filadelfia, aquella organización que trata de reforzar la presencia de estos artistas en la comunidad teatral de Filadelfia. Según ella, debemos tratar de ver Turandot con ojos modernos, y de entender cómo Turandot está influenciado por la Commedia dell’arte que emplea payasos que gesticulan en exceso, muy maquillados para dirigirse a las masas. El punto de vista de los caracteres femeninos de Liù y Turandot son muy discutibles en la sociedad actual en la que vivimos. Una, sádica, que ejecuta a los hombres por venganza y la otra, masoquista, protegiendo con su vida a un amor que no la corresponde. Una, acaba vencida por el amor de un hombre y la otra comete suicidio por el amor del mismo hombre. Contemplamos cómo en ambos casos, el hombre vence siempre y es el dominador cualquiera que sea el estado de la mujer, bien sea como “dragón” o bien sea como “delicada flor”.

Comienza la ópera coloreada en rojo con un pueblo sometido y oprimido, reflejándonos la dureza y la represión imperialista del emperador y su hija, la princesa Turandot. Cuadros en forma de “picotas” con cabezas en escayola blanca aparecen atravesando la escena. Una estructura semicircular con paredes de muros de piedra, rodea a un círculo interior, donde se encuentra el emperador de China, Altoum. Un segundo acto con la estructura semicircular, pero una pared con paneles rectangulares, representa un salón con decoraciones procedentes de motivos de la naturaleza gigantes, el mar, los peces, los árboles, y una casa, que nos conduce a un ambiente más distendido y tranquilo.

El coro del primer acto muestra voces quizás demasiado blancas, con la falta de la redondez y carnosidad, donde se extraña el giro de la voz en las notas agudas, y en general, se aprecia un color blanco e infantil tanto en los pasajes graves como en los agudos, y que la música de Puccini y en especial, en este primer acto, no es el adecuado. Igualmente, sucede en el coro interno del primer acto. Sin embargo, en el último acto el coro es magnífico en sus pasajes vocales en pianísimo. En los pasajes en forte, se requiere quizás otra técnica más italiana con mayor cobertura de la voz y proyección. Marco Berti, como Calaf, es un fichaje excelente para esta producción, con una voz magnífica, unos agudos excelentes, un squillo increíble, una dicción clarísima, que a medida que la función avanzaba iba creciendo en calidad, color, línea y potencia. Christine Goerke, como Turandot, posee una magnífica voz, quizás demasiado engrandecida y algo pesada en sus pasajes graves, a costa de perder calidad en sus notas más agudas, que nos aparecen finas y algo estrechas, pero sin embargo, con una correcta afinación y proyección, todo con el estilo de la técnica empleada por las cantantes dramáticas americanas, que en muchas ocasiones acaban evolucionando a mezzo-sopranos. Joyce El-Khoury como Liù, nos muestra la perfección de una soprano lírica, con un registro igualado en la línea vocal y con unos pianos muy bellos y muy bien resueltos, lo cual va acompañado de una excelente actuación escénica. Todo ello, emociona por su perfección vocal, si bien, no logra pasar de la frialdad de la perfección a la emoción incontenible de la música de Puccini.

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Morris Robinson en Timur es un bajo con un registro enorme, sus pasajes más graves aunque poderosos, en ocasiones nos aparecen mates, pero sin embargo, en sus pasajes más agudos se percibe una belleza tímbrica magnífica. Una voz misteriosa la suya, sin duda alguna. Daniel Belcher como Ping, se muestra magnífico, como también Julius Ahn y Joseph Gaines, que tanto vocal como escénicamente son maravillosos. Excelentes son Jonathan McCullough, el Mandarin, Toffer Mihalka, el Emperador Altoum, y bravísimo para George Ross, como príncipe de Persia.

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(Fotos: Cortesía Kelly & Massa)