“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado, como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais
estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel
que os llamó es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque
escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y
si invocáis por Padre a aquel que sin acepción
de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación;” 1 Pedro 1:13-17
Vamos a meditar en este hermoso pasaje,
pero empezaremos desde el final e iremos
contestando las preguntas que surjan,
hasta entender claramente cómo podemos
caminar en santidad, vivir una vida santa
delante de nuestro Padre Celestial.
Lo primero que vemos es que si alguien
osa decir Dios es mi Padre, creo en Dios,
tengo mucha fe, esa misma declaración lo
pone en la situación en la que el mismo Dios
que él invoca va a traer sus obras a la luz y
juzgarlas justamente sin hacer acepción de
personas, porque cuando llamamos a Dios
como Padre, está implícito que debemos
asumir una actitud de hijos obedientes de lante de Él, y sobretodo ser conscientes de
la Santidad y Pureza del Dios al que estamos
invocando como Padre.
A nuestra gran esperanza en Dios,
debemos combinarle un temor reverente
hacia Dios en nuestro peregrinar en la tierra,
en todo lo que hacemos. Aquellos que
demandan un dios que no deben temerle
lo que están es demandando un ídolo que
no existe. Dios es Santo, y todo aquel que
se acerca a él debe hacerlo en santidad. Eso
es lo que Pablo nos dice en 2 Corintios 7:1
“Así que, amados, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación
de carne y de espíritu, perfeccionando
la santidad en el temor de Dios.”
Esta es la actitud correcta que debemos
mostrar para caminar en santidad delante
de Dios, y esta actitud viene de cumplir con
los requisitos que se nos piden acerca de ser
santos, los cuales son: en la parte negativa,
no conformarnos a los deseos que antes
teníamos cuando estábamos en nuestra
ignorancia, la santidad es activa y requiere
de nuestro mejor esfuerzo y dedicación diaria,
aún cuando sabemos que dependemos
en Dios para alcanzarla. El apóstol Juan lo
explica así en 1 Juan 3:3 “Y todo aquél que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí
mismo, así como él es puro.” La esperanza
traída por nuestra salvación en Jesucristo
es un aliciente que nos purifica.
Y en la parte positiva de la santidad,
Pedro nos da el mandato de ser santos así
como Dios es santo. La palabra ‘santo’ es ‘hagios’ cuya raíz significa ‘diferente’. El día
de reposo era santo porque era diferente a
todos los demás días, El Templo era santo
porque era diferente a los demás edificios, el
cristiano es santo porque es diferente a los
demás hombres. El cristiano es el hombre
de Dios, por elección de Dios. El cristiano
es elegido por Dios para una misión en este
mundo y para un destino en la eternidad. En
el mundo debemos obedecer la ley de Dios
y reproducir su vida. Le ha sido asignado al
cristiano la misión de ser diferente. Por eso
no debemos desesperarnos con parecernos
al mundo con el pretexto de alcanzarlo para
Cristo, debemos entender que es todo lo contrario,
Dios llamará a los hombres al mirar
nuestras vidas completamente diferentes a
las del mundo.
Caminamos en santidad, al cumplir los
requisitos que nos plantean los mandatos
para alcanzar esa santidad, en lo cual vemos
que necesitamos tener una actitud totalmente
decidida a alcanzar esa santidad. Pedro nos
habla de preparar nuestras mentes para la
acción, ceñir los lomos de nuestro entendimiento,
sed sobrios, y esperar por completo
en la gracia.
Ceñid los lomos tiene que ver con las
túnicas largas que se usaban en los días de
Pedro, cuando uno quería correr o moverse
con determinación debía plegar la túnica y
ajustar los bordes sueltos a un cinturón que
sostenía la misma. Esto llevado al terreno
de la mente se refiere a todos aquellos pensamientos
impuros o indecisiones que nos llevan a dudar y a no responder al llamado
de santificación en una forma pronta y decidida,
debemos despejar nuestra mente de
mundanalidades y presentarnos a Dios con
una mente sobria, sin amor por este mundo
pasajero, en orden de reflejar su imagen en
esta tierra, pero fijando nuestra esperanza en
la gracia que será manifestada en la revelación
final de nuestro Señor Jesucristo.
Ahora miremos esta santificación en
el orden que el Apóstol Pedro la presentó:
primero, debemos tener una mente completamente
decidida, con sobriedad y poniendo
nuestra esperanza en la gracia de
Jesucristo recibimos nuestro mandato de
santificación. Segundo, debemos cumplir
los requisitos de no conformarnos a los
pecados de nuestro pasado en ignorancia
y siguiendo el mandato de ser santos como
Dios es santo, y tercero, podremos con esta
actitud correcta, vivir una vida en un temor
reverente hacia Dios, haciendo las obras
diferentes que van a declarar su evangelio
santo en este mundo.