![En la asamblea comunitaria de CCATE asistieron 400 miembros de la comunidad y la asistencia del Cónsul de México en Filadelfia Carlos Obrador, la congresista federal Mary Gay Scanlon, el representante estatal Greg Scott, la directora de comunicaciones de la senadora estatal Amanda Cappalletti Valeria Sánchez, el administrador de Norristown Leonard Ligthner, la abogada de la escuela de leyes de la Universidad de Pennsylvania Sarah Paoletti, el abogado de la escuela de leyes de la Universidad de Villanova Daniel Cortés, la asesora paralegal Sandra Manrique, la y el superintendente del distrito escolar de Norristown Christopher Dormer (Foto: Obed Arango) En la asamblea comunitaria de CCATE asistieron 400 miembros de la comunidad y la asistencia del Cónsul de México en Filadelfia Carlos Obrador, la congresista federal Mary Gay Scanlon, el representante estatal Greg Scott, la directora de comunicaciones de la senadora estatal Amanda Cappalletti Valeria Sánchez, el administrador de Norristown Leonard Ligthner, la abogada de la escuela de leyes de la Universidad de Pennsylvania Sarah Paoletti, el abogado de la escuela de leyes de la Universidad de Villanova Daniel Cortés, la asesora paralegal Sandra Manrique, y el superintendente del distrito escolar de Norristown Christopher Dormer (Foto: Obed Arango)](https://hoyendelaware.com/wp-content/uploads/2025/02/IMG_4503-2-copy-640x480.jpg)
Por Obed Arango
La normalidad se ha convertido en un privilegio, pues las actividades que la comunidad solía hacer de manera rutinaria han desaparecido. Como por ejemplo que los niños vayan a la escuela, ir de compras, acudir a una cita con el doctor, y tomar un día libre familiar.
Esa normalidad se ha visto alterada por la política anti-inmigrante de la actual administración en que las agencias federales como I.C.E., H.S.I. y E.R.O. se han hecho presentes en las calles y vecindarios donde la comunidad inmigrante habita.
Hace unos días manejé temprano en el adinerado vecindario de Blue Bell de mayoría blanca, y vi a un autobús escolar recoger a los estudiantes, vi los rostros alegres de los estudiantes, y de las madres que daban abrazos, seguido subían a su automoviles para continuar con su rutina, su normalidad, quizá ir al trabajo, o ir al gimnasio. Y pensaba que a tan solo 3 millas de ahí en ese mismo momento en Norristown, la comunidad inmigrante vivía todo lo contrario, el terror de pensar que si enviaran a los niños a la escuela sería la última vez que los verían. Quienes viven en vecindarios adinerados no entienden el terror que la comunidad inmigrante vive hoy. Para la población en general, el inmigrante indocumentado son personas sin rostro, cuyos derechos son atropellados sin que cause una molestia a la poblacion estadounidense en general. Resulta una locura debilitar a una población que muestra ser un factor positivo en la vida de los Estados Unidos, no hace mucho tiempo fueron los inmigrantes los trabajadores esenciales que en tiempo de pandemia mantuvieron la comida en los anaqueles de los supermercados y bodegas. Pero la administración actual ha decidido que el inmigrante es el chivo expiatorio de todos los males de los Estados Unidos.
El antídoto ante la fragmentación social que provoca la retórica de odio, debemos procurar el apoyo de aquellos lugares que se abren como espacios de esa normalidad perdida, donde el arte, la cultura y el diálogo abierto se da. Hoy es necesario crear redes de solidaridad que logren sanar el trauma y se deben sostener diálogos abiertos con autoridades locales, del condado, estatales y federales, así como con otros aliados institucionales. Ante la fragmentación procuremos la unidad.