Compendio SciCheck
El COVID persistente es un conjunto de problemas de salud causados por el COVID-19 que permanecen o aparecen tras la infección inicial. Es inverosímil que las mascarillas causen COVID persistente, contrariamente a lo que se afirma en internet. El uso de mascarillas puede causar molestias temporalmente, pero los efectos fisiológicos no son biológicamente significativos.
Historia completa
Los síntomas del COVID persistente son variados, y los investigadores todavía están aprendiendo exactamente cómo el COVID-19 puede dar lugar a diferentes síntomas que permanecen o aparecen después de la enfermedad inicial. Pero no hay pruebas, ni es biológicamente plausible, de que el uso de mascarillas explique el COVID persistente.
Citando un artículo con errores publicado en Frontiers in Public Health, varias publicaciones en las redes sociales sugieren sin fundamento que las personas con síntomas de COVID persistente pueden estar sufriendo en realidad el síndrome de agotamiento inducido por la mascarilla, un término falso acuñado previamente por los autores del artículo.
“Absolutamente asombroso: el COVID persistente es en realidad el síndrome de agotamiento inducido por la mascarilla (MIES)”, tuiteó Jeffrey A. Tucker, compartiendo un enlace al estudio. Tucker es el fundador y presidente del Brownstone Institute, un grupo que se opone a los mandatos y a ciertas restricciones de salud pública.
Muchos otros mensajes compartieron un artículo sin fundamento –“Nuevo estudio encuentra que las mascarillas causan el COVID persistente”, originalmente en inglés– de un sitio web con un historial de difusión de información inexacta sobre mascarillas y vacunas. Los mensajes sobre el nuevo artículo también hacen referencia a afirmaciones más generales de que las mascarillas pueden afectar negativamente al sistema respiratorio y perjudicar la salud.
Pero aunque hay pruebas de que el COVID-19 puede tener un efecto duradero en algunas personas, no hay pruebas de que las mascarillas faciales, cuando se utilizan como se recomienda, tengan un efecto negativo en el sistema respiratorio que pueda provocar algún problema de salud grave.
El nuevo artículo de Frontiers in Public Health pretende ser una revisión sistemática y un metanálisis, lo que significa que reúne estudios sobre un tema que cumplen determinados criterios y combina sus datos para extraer conclusiones más amplias. El estudio examinó trabajos anteriores en los que se evaluaron los efectos del uso de mascarillas sobre las mediciones fisiológicas y los síntomas autodeclarados, sin aportar datos sobre las mascarillas y el COVID persistente.
En cambio, contiene afirmaciones que especulan sobre una conexión entre el COVID persistente y las mascarillas basándose en la coincidencia de varios síntomas autodeclarados, como la dificultad para respirar y el dolor de cabeza.
“Hasta ahora, varios síntomas relacionados con las mascarillas pueden haberse interpretado erróneamente como síntomas de COVID-19 persistente”, escriben los investigadores, quienes no aportan ninguna prueba de que las mascarillas y el COVID persistente estén relacionados.
El estudio también afirma demostrar que “las mascarillas interfirieron en la captación de O₂ y la liberación de CO₂ y comprometieron la compensación respiratoria”. Sin embargo, los expertos han señalado múltiples fallas y errores en el artículo.
Algunas personas sí han informado sensaciones de incomodidad, como dificultad para respirar, cuando se realiza actividad física con mascarillas faciales. Pero, a diferencia de lo que ocurre con los síntomas del COVID persistente, estas sensaciones se disipan cuando se quitan las mascarillas. Cuando los investigadores han medido los cambios fisiológicos relacionados con el uso de mascarillas, como la concentración de oxígeno o dióxido de carbono en la sangre, los efectos han sido mínimos.
La Dra. Susan Hopkins, especialista en medicina deportiva e investigadora en fisiología pulmonar y del ejercicio de la Universidad de California en San Diego, nos dijo que el artículo incluye estudios “que nunca deberían haberse incluido porque los métodos de recolección de datos son defectuosos”. El artículo también hace “un gran problema de cosas que pueden ser estadísticamente significativas, pero que son biológicamente poco importantes”, dijo.
No es la primera vez que un artículo de Frontiers in Public Health suscita críticas. Anteriormente, la revista publicó y posteriormente retiró un artículo en el que se presentaban varios argumentos refutados de que el VIH no causa el sida. En 2016, también aceptó de forma preliminar un artículo que apoyaba la idea desacreditada de que las vacunas están relacionadas con el autismo; el artículo fue rechazado después de que surgieron importantes dudas.
Tampoco es la primera vez que los autores de la revisión afirman que las mascarillas podrían tener efectos nocivos. Varios de los autores especularon en una revisión publicada en marzo que las mascarillas podrían haber causado el nacimiento de niños muertos y otros problemas de salud. Pero se trataba de una extrapolación basada en estudios sobre la exposición de animales al dióxido de carbono, que ignoraba el hecho de que las mascarillas no aumentan los niveles del gas en los seres humanos de forma clínicamente significativa. Sin embargo, el Daily Mail publicó un artículo con un titular alarmante, cuyas capturas de pantalla se han compartido ampliamente en las redes sociales.
Nos pusimos en contacto con el autor de correspondencia de ambos artículos (un cirujano con consulta privada en Alemania), pero no obtuvimos respuesta.
El estudio se basa en datos incorrectos y comete graves errores
El artículo de Frontiers in Public Health se basa en datos de estudios anteriores sobre mascarillas. Pero la Dra. Hopkins dijo que los autores incluyeron estudios con “datos incorrectos”. Por ejemplo, dijo, incluyeron un estudio con datos incorrectos sobre el volumen de aire que respiraban los sujetos y la cantidad de oxígeno que consumían. Ella y sus colegas escribieron una carta en la que explicaban que esos datos sobre la respiración eran biológicamente imposibles, basándose en otras mediciones realizadas al mismo tiempo en las mismas personas.
El artículo de Frontiers afirmaba encontrar diferencias en la concentración de dióxido de carbono en la sangre entre las personas que llevaban mascarillas y las que no, pero basaba esta conclusión en algunos estudios que no medían el dióxido de carbono en la sangre. En su lugar, los autores de estos estudios colocaron sensores de dióxido de carbono justo fuera de la boca de las personas y trataron de medir la cantidad de dióxido de carbono que exhalaban, dijo Hopkins.
Eso es problemático, explicó, porque es difícil colocar correctamente el sensor para “poder comparar cosas similares”. También es difícil conseguir un sensor que responda con la rapidez suficiente para detectar las subidas y bajadas del dióxido de carbono cuando alguien inspira y espira. Las mediciones directas del dióxido de carbono en las arterias son fiables, afirma. Estudios bien realizados han demostrado que el impacto biológico de las mascarillas sobre el dióxido de carbono es insignificante.
Otras diferencias que el artículo pretendió hallar entre personas con o sin mascarilla, como la saturación de oxígeno en la sangre, son tan pequeñas que “carecen de importancia biológica”, dijo Hopkins, haciendo una analogía con la estatura: “Si le dijera que mido 5,7 pies, y usted me dijera ‘no, espere un momento, no mide 5,7; mide 5,6 y 15/16 pulgadas, yo diría ‘está bien, como quiera’”.
Médicos y científicos también expresaron su preocupación sobre el artículo en internet. En Twitter, el Dr. Eric Burnett, especialista en medicina interna de la Universidad de Columbia, señaló, entre otras cuestiones, que uno de los estudios incluidos dice haber utilizado resonancia magnética para medir el oxígeno en el cerebro. “No hay forma de hacerlo utilizando solo una resonancia magnética, así que inventaron un sistema de puntuación que no está probado ni validado”, escribió.
Él y Gideon Meyerowitz-Katz, que se está doctorando en la Universidad de Wollongong, también coincidieron en que algunas diferencias en el artículo entre las personas que llevaban mascarillas y las que no, no son “clínicamente significativas” o “desde una perspectiva clínica, no son muy significativas”.
Meyerowitz-Katz también escribió en una publicación de Medium que el artículo de Frontiers in Public Health “está absolutamente lleno de errores básicos”. Por ejemplo, escribió, los autores transcribieron incorrectamente algunos números y a veces solo eligieron un grupo de personas que llevaban mascarillas para analizar cuando un artículo tenía múltiples grupos que usaban mascarillas.
Las mascarillas no provocan cambios fisiológicos significativos
No es ningún secreto que a muchas personas las mascarillas les resultan incómodas. “Las mascarillas te calientan la cara. Te hacen sudar la cara. No hay duda. Nadie lo discute. Hacen que algunas personas sean más conscientes de su respiración”, afirma Hopkins. Pero nada de eso significa que las mascarillas dañen el sistema respiratorio de una persona.
Según Hopkins, hay un par de formas en las que una mascarilla podría teóricamente afectar al sistema respiratorio. Las mascarillas aumentan ligeramente lo que se denomina espacio muerto, que equivale al volumen de aire que no sale de las vías respiratorias de una persona cuando espira. Cuando una persona vuelve a inspirar, el primer aire que toma es un poco más de una taza de aire viejo procedente de este espacio muerto. Las mascarillas aumentan muy ligeramente la cantidad de este aire viejo que se toma. Para superarlo, basta con tomar una bocanada de aire un poco más grande.
Cuando una persona respira, las mascarillas también aumentan la resistencia al flujo de aire, lo que en teoría podría hacer que los pulmones trabajen más para tomar aire.
Sin embargo, el impacto de las mascarillas típicas que se usan en la vida cotidiana, como las N95, las mascarillas quirúrgicas o las mascarillas de tela, es muy pequeño. Según Hopkins, “no es biológicamente plausible” que las mascarillas “supongan un gran impacto fisiológico para el organismo”.
Los fisiólogos del ejercicio lo saben en parte porque, desde antes de la pandemia, han dedicado tiempo a tratar de añadir resistencia a la respiración, en un intento de comprender mejor el cuerpo humano y cómo el sistema respiratorio puede limitar el rendimiento. Esto significa que en un laboratorio, se conecta una persona a un dispositivo que puede dificultar la aspiración de aire y hacer que los músculos trabajen más para respirar. A continuación, los investigadores miden datos como flujo sanguíneo, frecuencia cardiaca, presión arterial y concentraciones de oxígeno y dióxido de carbono en la sangre.
“Sabemos que incluso cuando nos esforzamos mucho para someter el sistema respiratorio a cargas enormes, apenas hace nada”, dijo Hopkins. “Estamos hablando de dos, tres, cuatro, cinco, seis veces más de lo que podría hacer una mascarilla”.
Los datos disponibles sobre las mascarillas utilizadas fuera de los estudios de laboratorio, como las N95 o las mascarillas quirúrgicas, tampoco muestran cambios biológicamente importantes en las mediciones asociadas a la respiración. Una revisión de 2021 publicada en Annals of the American Thoracic Society, de la que Hopkins es coautora, analizó estudios sobre el uso de mascarillas durante la actividad física y concluyó que “los efectos sobre el trabajo respiratorio, los gases en la sangre y otros parámetros fisiológicos impuestos por las mascarillas faciales durante la actividad física son pequeños, a menudo demasiado pequeños para ser detectados, incluso durante el ejercicio muy intenso”. Según los investigadores, los estudios sí sugieren que las mascarillas pueden aumentar temporalmente la percepción de dificultad para respirar.
Una revisión sistemática y un metanálisis realizado por otro grupo de investigadores, publicado en 2021 en Applied Physiology, Nutrition, and Metabolism, encontraron que las mascarillas quirúrgicas o las N95 sí hacían que las personas sintieran que hacían más esfuerzo y les costaba más respirar, pero esto no se traducía en un cambio en el rendimiento durante el ejercicio. Solo aumentaban ligeramente la frecuencia cardiaca y el dióxido de carbono liberado al final de una respiración, aunque Hopkins volvió a decir que este tipo de medición del dióxido de carbono es problemático. En cualquier caso, los autores calificaron de “mínimos” los cambios en estas mediciones fisiológicas.
Las mascarillas no son una causa plausible de COVID persistente
Hay errores lógicos en la idea de que las mascarillas, que pueden reducir el riesgo de que alguien contraiga el coronavirus en primer lugar, son responsables del COVID persistente.
Como ya hemos mencionado, el artículo no presenta pruebas de que las personas con COVID persistente padezcan males relacionados con las mascarillas. Existe un solapamiento superficial entre algunos síntomas del COVID persistente y los problemas subjetivos que las personas manifiestan tener con las mascarillas, como la dificultad para respirar y el dolor de cabeza. Pero el COVID persistente tiene muchas manifestaciones y síntomas adicionales.
Las causas de estos síntomas son probablemente variadas, según un estudio de revisión publicado recientemente en Nature Reviews Microbiology. Por ejemplo, los problemas como la dificultad para respirar y la tos son molestias persistentes comunes tras la infección que suelen resolverse con el tiempo. El COVID-19 es, por supuesto, una enfermedad respiratoria que puede dañar los pulmones, y algunos estudios de personas con COVID persistente han mostrado tener anomalías pulmonares. Se han registrado otros problemas, incluido un problema del sistema nervioso denominado disautonomía, en las secuelas de otras infecciones anteriores a la pandemia.
Como ya hemos dicho, los investigadores siguen estudiando cómo el COVID-19 provoca síntomas de COVID persistente. Los mecanismos propuestos incluyen la permanencia del virus en los tejidos, efectos sobre el sistema inmunitario, cambios en la composición de los microbios del organismo, problemas de coagulación de la sangre y efectos sobre el sistema nervioso.
Muchos expertos en línea señalaron que el COVID persistente es un problema de salud continuo, mientras que las fuentes de malestar asociadas a las mascarillas desaparecen una vez que las personas se las quitan.
El Dr. Jonathan Laxton, médico internista canadiense, tuiteó: “Tengo una clínica llena de pacientes con COVID persistente: ¿no les parece que nos daríamos cuenta de que mejoraron cuando se quitaron las mascarillas?”.
“Es una GRAN exageración culpar de los persistentes y prolongados síntomas de COVID a una mascarilla que alguien no lleva puesta”, tuiteó Burnett.
Traducido por Claudia Cohen.
Nota del editor: Los artículos de SciCheck que corrigen información errónea sobre temas de salud se publican gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre las decisiones editoriales de FactCheck.org, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación.
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