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“Juror #2” (o la sigilosa duda razonable)

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Por Eduardo Párraga

En un juicio, el término jurado popular alude a un grupo de personas elegidas al azar con el fin de alcanzar un veredicto sobre un determinado caso, no obstante un juez guiará el procedimiento y regulará el fallo dictaminado por dicho jurado para definir el tipo final de condena y aplicar las penas correspondientes. La práctica de elección de sus miembros se encuentra instaurada en muchas Constituciones del mundo.

A pesar de todo, existe cierta controversia alrededor de la función del jurado popular.

Su aspecto positivo se atribuye a que involucra a los ciudadanos en los asuntos judiciales para que no haya dudas sobre el modo en que estos se desarrollan y sobre la legalidad de la administración de justicia. El poder judicial se hace democrático pues la soberanía reside en el pueblo.

El lado negativo, sin embargo, cuestiona la idoneidad de un jurado para tomar decisiones en materia penal. Preocupan la posibilidad de una tiranía de la mayoría, que solo buscaría conseguir sus propios objetivos sin tener en cuenta otros grupos minoritarios o la propensión a ciertos tipos de discriminación que sesgarían el voto.

Asimismo, se considera que los miembros de un jurado pueden ser influenciables a fuentes externas, fáciles de manipular y no cuentan con experiencia o preparación suficientes para entender asuntos jurídicos complejos. Todo estos elementos pueden dar lugar a una tergiversación o deformación de los hechos juzgados.

La nueva película de Clint Eastwood, “Juror #2” (2024), indaga precisamente en este último apartado, en las posibles debilidades que encierra el sistema de los jurados populares. El resultado, otra obra magistral de este cineasta.

Justin Kemp (Nicholas Hoult) ha sido elegido para formar parte del jurado en un caso de homicidio. A medida que avanzan las exposiciones e interrogatorios de Faith Killebrew (Toni Collette) y Eric Resnick (Chris Messina), abogados de la acusación y de la defensa, respectivamente, Justin descubrirá ciertos hechos sobre lo ocurrido que utilizará para tratar de persuadir al resto de miembros del jurado.

Una de las constantes en el cine de Clint Eastwood es la de los dilemas individuales, incluso morales a los que se enfrentan sus personajes. Eastwood suele explorar muy bien los conceptos de culpa y ambigüedad y le complace confiar en la inocencia de alguien cuando todo apunta en su contra. Los personajes condenados con tanta facilidad quizá no sean tan culpables como la sociedad dictamina. Abunda, por tanto, un cuestionamiento de la presunta culpabilidad de una persona, que también muestra “Juror #2”.

El film desvela las inconsistencias y costuras de un jurado popular que parece entrar en punto muerto de forma constante a la hora de estar de acuerdo, pero también la dificultad, la responsabilidad moral del cargo, esta última de especial relevancia en Justin Kemp.

En “Juror #2” las deliberaciones de los miembros del jurado son altamente volubles. Los seleccionados están en esa situación por obligación, con ganas de regresar a su casa y a sus quehaceres lo antes posible, lo que supone no querer dar muchas más vueltas a los hechos, desear llegar enseguida a un veredicto conjunto para cerrar el asunto y marcharse. Aún así, basta con que uno de ellos dude o exponga una determinada explicación para que el resto de elegidos se muestre inseguro y cambie de opinión, por lo que el veredicto pende de un hilo demasiado fino. La película también menciona lo fácil que se puede caer en un sesgo de confirmación cuando se trata de acusar a otro, cerrarse en banda y dejar de valorar más opciones.

Como dato importante, algunas de las reuniones del jurado están llenas de referencias al clásico “12 angry men” (1957) de Sidney Lumet, clásico enorme con el que “Juror #2” guarda varias similitudes. También hay paralelismos con “The Night Of” (2016), gran miniserie de Steven Zaillian para HBO, con Riz Ahmed.

Fiel a su estilo, Clint Eastwood vuelve a ofrecer al espectador un historia impecable de estilo clásico muy entretenida. El ritmo nunca decae y logra que el público mantenga la atención en todo momento, pendiente de saber qué va a ocurrir y hacia dónde irá el argumento. Hay que valorar la gran capacidad de este director para saber adaptarse a todas las décadas mezclando su característico tono equilibrado con la modernidad correspondiente.

Los actores están estupendos: Nicholas Hoult, que sostiene muchos planos en silencio, indeciso, reprimido, incluso deshonesto, ocultando sus emociones mientras progresivamente se siente más inquieto y angustiado; Toni Collette, sobria, fuerte, sin temor a recelar; Chris Messina, anclado en papeles de reparto y que siempre demuestra gran credibilidad y atracción; o los siempre eficaces y geniales J.K.Simmons y Kiefer Sutherland. Por cierto, Sutherland, gran admirador de Eastwood, pidió al realizador salir en alguna de sus películas antes de que este se retirara.

Es curioso que, a pesar de la expectación positiva que los trailers y los pases de prueba han generado en Estados Unidos, la película se va a estrenar de forma limitada en muy pocas salas en Norteamérica e incomprensiblemente pasará de forma apresurada a Max en diciembre. Suerte que el público está respondiendo bien al estreno en el resto del mundo, donde sí se está lanzando de forma más masiva y el film está gustando.

Se rumorea que “Juror #2” puede ser la última película de Clint Eastwwod. A sus 94 años, este cineasta ejemplar ha firmado otra obra maestra, así que si en verdad es su despedida, puede quedar más que satisfecho con este cierre. Un realizador cuya filmografía reúne títulos impresionantes de todo tipo de género donde destacan “Mystic River” (2003), “The bridges of Madison County” (1995), “Million Dollar Baby” (2004), “Gran Torino” (2008), “Midnight in the garden of Good and Evil” (1997), “A perfect world” (1993), “True Crime” (1999), “Unforgiven” (1992), “Bird” (1988)… a los que ahora se suma “Juror #2”.

Un legado cinematográfico lleno de maestría, elegancia, carácter consecuente y pertinaz, que, sin renunciar al clasicismo, siempre ha sabido hacerse actual y nunca se siente desfasado. Historias impactantes que siempre dejarán huella en el espectador.

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