A lo largo de la historia, los pueblos mesoamericanos desarrollaron culturas con varios elementos compartidos, i.e.: el maíz, sistemas calendáricos, sacrificios humanos y símbolos deíficos, entre otros. Una de esas deidades ofidianas sobrenaturales fue “El Magnífico Señor de la Serpiente Emplumada”, que se convirtió con el decursar del tiempo, en uno de los símbolos más importantes y prominentes en dicha geografía; su presencia constante abarca diferentes épocas y espacios, por lo que se le estima como un emblema común en toda esa área. Su traducción real es Preciosa Serpiente Sagrada.
La Serpiente Emplumada se observa en varios sitios con diferentes nombres: Los mayas yucatecos adoptaron el culto a “Kukulkán”, que no es sino el “Quetzalcoatl” para los Olmecas, Toltecas y Aztecas; y en las tierras altas de Guatemala los mayas quichés lo llamaron Tohil y “Gucumatz” en su libro sagrado, el Popol Vuh y también se conoce como “Dzavui” en la cultura Mixteca, lo cual significa que fue una representación o distintivo muy importante y fuerte en todas las culturas mesoamericanas. Su permanencia e idea no fue estática, ya que se supo adaptar al tiempo y permaneció en la mente y el sentir del hombre mesoamericano, desde el Pre-Clásico hasta el Post-Clásico e incluso hoy día.
La forma dual de la Serpiente Emplumada corresponde a su naturaleza divina y humana: Divina por lo emplumado y capacidad de volar para alcanzar los cielos y humana por ser serpiente y por su capacidad de arrastrarse en el suelo entre otros animales de la tierra. Este dualismo era muy común entre las deidades mesoamericanas, pues tenían ese carácter, es decir, podían ser buenos o malos, masculinos o femeninos, jóvenes o viejos. Algunos, incluso, poseían una acción múltiple, acorde a los cuatro puntos cardinales.
La prueba de la importancia de estas deidades para la cultura mesoamericana radica en la imponente arquitectura que dejaron: De las primeras representaciones de serpientes emplumadas se menciona el Monumento 19 en La Venta (cultura Olmeca). Se cree que las entidades sobrenaturales olmecas, como la serpiente emplumada, fueron precursoras de muchas deidades mesoamericanas, aunque sin acuerdo.
En Teotihuacán está el Templo de la Serpiente Emplumada o Quetzalcóatl (ver Libro III sobre el origen de los dioses en el Códice Florentino). Según la leyenda, Quetzalcóatl llegó al área maya, fundó la liga de Mayapán y conquistó Chichén Itzá, donde fue conocido bajo el nombre de Kukulkán y donde se erigió un templo en su nombre. La clase de reptil parece ser la serpiente cascabel (Crotalus durissus) debido a la forma de la cabeza de las esculturas, a los relieves que detallan serpientes con cascabel y a los triángulos de luz que se forman en los días equinocciales, los cuales evocan los triángulos que se forman en la piel del cuerpo de dicha especie. De acuerdo con Diego de Landa, el dios fue especialmente venerado en varias ciudades del noroeste de la Península de Yucatán y entre ellas destacan Chichén Itzá, Mayapán y Maní.
Y por supuesto, no puedo dejar de mencionar a Gucumatz (q’uq se refiere al Quetzal y kumatz “serpiente”), la deidad de los mayas Quiché del Postclásico, que fue la divinidad de la Serpiente Emplumada del Popol Vuh que, junto con el dios Tepeu son considerados los dioses formadores del universo. Gucumatz y Tohil fueron considerados los ancestros míticos de la nobleza Quiché. La serpiente era un símbolo maya de renacimiento debido a su hábito de mudarse de piel para revelar una más fresca debajo. Gukumatz combinó las características celestiales del quetzal con los poderes serpentinos del inframundo de la serpiente, dándole poder sobre todos los niveles del universo maya, llevó el sol a través del cielo y hacia el inframundo y actuó como mediador entre los diversos poderes en el cosmos maya.
Qué fuerte identidad la que nos une a los mesoamericanos. Conozcamos nuestra historia.