Por: María Marín
Hace días iba de viaje a San Diego, California para presentar una conferencia de motivación para mas de 300 mujeres. Cuando estaba a punto de abordar el avión anunciaron que el vuelo estaba retrasado. Pasó una hora y luego avisaron que aún los mecánicos estaban arreglando el desperfecto y que no podían darnos un estimado de cuándo lo solucionarían. Tras otra hora de espera dijeron: “Estamos haciendo todo lo posible por resolver esta situación. De ser necesario buscaremos otro avión”.
La ansiedad se apoderó de los pasajeros incluyéndome. Me angustiaba pensar que no llegara a tiempo a mi conferencia. Uno de los pasajeros que también esperaba el vuelo dijo en voz alta: “No me voy a subir a ese avión, soy profesor de matemáticas y conozco bien la ley de probabilidades. Ésta dice que algo que intentas arreglar en dos ocasiones y no funciona, seguramente tendrá problemas más adelante”.
Hasta ese momento, no había contemplado que el avión se fuera a estrellar, pero su comentario fundó miedo entre quienes lo escuchamos. Y lo peor es que yo tenía que tomar ese vuelo, aunque le faltara un ala al avión. Una joven dijo: “Ay Dios mío yo no me subo a ese avión”. Otra señora comentó: “Esto me acuerda un vuelo que iba de Brasil a Francia y se estrelló con más de 200 pasajeros”. Por otro lado, un señor preguntó: “¿Todavía estaremos a tiempo de comprar un seguro vida?”. Sentí la obligación de traer positivismo a la puerta de embarque. Me levanté y me dirigí al grupo como si estuviera en un escenario: “No soy ‘matemática’, pero si sé que las probabilidades de morir en un accidente aéreo son de 1 en 11 millones, así que nada malo nos va a pasar”.
Y así sucedió, después de cinco horas de espera abordamos y todos llegamos sanos y salvos a San Diego. Así como este profesor abrió su boca para crear inseguridades, siempre te toparás con personas negativas que te desalienten. ¡Jamás permitas que otros te contagien con su pesimismo!
Para más motivación visiten: