(contiene spoilers)
Por Eduardo Párraga
“¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti mismo?”. El revolucionario producto conocido como “La Sustancia” puede conseguirlo. Más juventud, más belleza y más perfección con solo seguir unas pautas de aplicación muy claras.
Elisabeth Sparkle (Demi Moore) es una actriz en declive. Su apogeo cayó y ahora, olvidada por el público y por la industria cinematográfica, pervive presentando un programa de aeróbic en una cadena de televisión liderada por el pérfido Harvey (Dennis Quaid). Sumida en la desesperación, al descubrir que su reemplazo es inminente, Elisabeth hallará el secreto de “La Sustancia”, un misterioso compuesto. Así es como, de pronto, aparecerá Sue (Margaret Qualley).
“The Substance” (2024) es un genial delirio de terror arriesgado, bruto y muy entretenido, que esconde una contundente reflexión sobre la obsesión por la juventud y que marca un punto de inflexión en la filmografía de Demi Moore. “The Substance” debería señalar el reconocimiento y el resugir definitivos de una actriz que nunca mereció ser tan infravalorada.
El film se enmarca en el subgénero del “body horror”, representado en su mayor parte por el director David Cronenberg, aunque también encontramos muchas dosis de terror psicológico, comedia o sátira. Las historias de terror corporal suelen encerrar algún tipo de ansiedad social y casi siempre generan polémica o repulsa. Por tanto, es indispensable saber que, fiel a las características del género, la película ofrece múltiples deformaciones del cuerpo humano como consecuencia de alteraciones incontrolables. Las claves del éxito de “The Substance” que logran que el espectador no salga huyendo despavorido son un argumento que atrapa desde el principio, una magnífica dirección de Fargeat y, por supuesto, sus actores: una excelente Demi Moore cuya interpretación es tanto emocional como física a medida que las transformaciones se van sucediendo, acompañada de unos muy entregados Dennis Quaid y Margaret Qualley (atención al feroz comportamiento final de esta última mientras persigue a Elisabeth por los pasillos de la casa). Es preciso destacar también al actor Yann Bean, que pone voz en off a la empresa “The Substance”. Siempre elegante, frío, inquietante y cautivador en sus breves intervenciones.
Coralie Fargeat es una directora francesa cuya filmografía parece estar muy ligada a un cine con toques violentos o de terror. Su anterior película “Revenge” (2017) describe la feroz venganza de una mujer sobre sus agresores. Y su cortometraje “Reality+” (2014) ya indagaba en los osados esfuerzos por lograr una apariencia perfecta. Fargeat escribe sus propias historias y ha descrito su cine como una forma de retratar mundos propios ajenos a la realidad que, de paso, ofrecen algún tipo de reflexión.
“The Substance” es visualmente impecable. Coralie Fargeat logra sumergirnos en ese ensueño febril de Elisabeth Sparkle donde caben muchas interpretaciones personales, incluyendo la de que todo podría ser una pesadilla a raíz del accidente de coche.
La casa de Elisabeth representa el mundo subconsciente de esa actriz en decadencia que trata de ocultar su temor a envejecer y ser despreciada (esa abertura onírica de acabado impoluto en la pared junto a la ducha que se convierte en el lugar idóneo para esconder el yo primario de Elizabeth). Todo es una fábula escalofriante, la escenificación de una psique desesperada en forma de un cuarto de baño sin límites. Además, el fim presenta un montaje muy bueno, así como un uso excelente del sonido que amplifica las acciones más orgánicas como tragar o ingerir. El guión, creado por la propia Fargeat es certero incluso en el silencio porque hay muchísimas escenas con poco o nulo diálogo. Ningún discurso es subrayado con parrafadas. Sin duda, siempre es importante atender los mutismos y saber usarlos.
La cineasta, en ocasiones, utiliza una estética cercana al videoclip no solo para contrarrestar los efectos de las escenas más extremas y grotescas, sino también para evidenciar la importancia que se le da al aspecto sexual en muchos productos del mundo del espectáculo, enmascarado precisamente en esa pátina de vídeo musical.
Muy interesante también el doble enfoque del guión de Fargeat. Por un lado, la imposición y sometimiento social a cultivar un estado de perfección física constante para poder gustar y encajar. Todos opinamos y somos permanentemente juzgados o presionados, de una forma u otra, dentro de esa imperiosa necesidad de exudar deseo, sexo y juventud. De paso, el argumento lanza los dardos al implacable mundo del cine que arrincona a sus actrices en cuanto estas llegan a los 50, me atrevería a decir que incluso antes.
Por otro, el miedo a envejecer, el miedo al rechazo, la presión individual por verse deseable, la dificultad de aceptarse, sentirse a disgusto con uno mismo. Así lo demuestran secuencias como ese momento en el que Elisabeth acepta una cita y no es capaz de arreglarse porque, tras varios cambios de maquillaje y vestuario, se ve constantemente mal frente al espejo -espléndida Demi Moore- o la constante lucha entre Elisabeth y Sue que olvidan que son la misma persona: Elisabeth tiene envidia de su yo joven; Sue odia a su yo original porque lo considera un obstáculo innecesario.
El uso de “La Sustancia” pone a prueba, para terminar siendo una forma de castigo que seguirá sin remediar el problema. Nunca será suficiente.
Cierra el círculo la banda sonora de Raffertie, música electrónica llena de energía y enigma que acentúa los efectos de aceleración imparable y adictiva de esa experiencia sin retorno.
Todos estos modos de narración de Fargeat hacen que el metraje avance dinámico, libre y vibrante. Quizá el último acto, cuando el Monstruo ElisaSue entra en escena, se exceda un poco, no obstante se entiende el significado (aquellas personas que acaban sufriendo física y mentalmente las transformaciones estéticas hasta quedar horrendas e irreconocibles para, a pesar de todo, seguir recibiendo desprecio o incluso tambíén esas otras personas convertidas, sin razón, en monstruos apartados por la sociedad). El subtexto es inquietante y nada despreciable al hacer alusión a la ingratitud e hipocresía social, la promesa de lealtad y respeto que muta en abandono… Además, el final sacia la sed de sangre de los amantes del género y cumple con lo demandado en este tipo de films.
Por cierto, ese último tramo está lleno de guiños cinéfilos a “Carrie” (1976) de Brian de Palma o “The Elephant Man” (1980) de David Lynch. Las influencias de Lynch o del anteriormente mencionado Cronenberg son notorias, de hecho, durante toda la película.
“The Substance” ha ganado, de momento, el premio a Mejor Guión (Coralie Fargeat) en el Festival de Cannes 2024 y el Premio del Público en el Festival de Toronto 2024. Y ya cuenta con dos nominaciones a Mejor Película y Mejor Guión en los European Film Awards 2024, así como una nominación a Mejor Interpretación Protagonista (Demi Moore) en los Gotham Awards 2024. Esperemos que no sean los únicos reconocimientos y termine su recorrido consiguiendo alguna merecida nominación a los Premios de la Academia. Olvidarse del gran trabajo de Demi Moore (valiente, vulnerable, creíble en todo momento) y de este film en la temporada de premios sería un triste error.
“The Substance” trata sobre aceptarse a uno mismo y sobre la importancia que damos a las opiniones de los demás, en palabras de la propia Moore. Verdades que siempre están ahí, pero que nunca parecen implantarse del todo en nuestras mentes. En cualquier caso, si por cualquier motivo el compuesto “La Sustancia” cae en sus manos, por favor, recuerde una de sus reglas principales: “Remember You Are One”. De manera inexplicable, la tendencia en la vida ante diversos dilemas es olvidarse de uno mismo.