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Extractos del discurso del Presidente sobre el Estado de la nación

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Enfrentamos importantes y difíciles desafíos. Y lo que los estadounidenses esperan –lo que merecen– es que todos nosotros, demócratas y republicanos, resolvamos nuestras diferencias y superemos la apatía de nuestra política. Pues si bien las personas que nos enviaron aquí provienen de diferentes esferas y tienen historias distintas, vienen de diversos lugares y tienen convicciones diferentes, sienten la misma ansiedad. Comparten las mismas aspiraciones. Un empleo que pague las cuentas. La oportunidad de salir adelante. Más que nada, la capacidad de darles a sus hijos una vida mejor.

¿Saben qué más comparten? Comparten una resistencia obstinada ante la adversidad. Tras uno de los años más difíciles en nuestra historia, siguen ocupados fabricando autos y enseñando a niños; montando empresas y retomando sus estudios. Son entrenadores de las ligas menores y ayudan a sus vecinos. Como me escribió una señora, “Estamos ajustados pero tenemos esperanza, estamos pasando dificultades, pero tenemos ánimo”.

Es por este espíritu –esta gran decencia y gran fortaleza– que nunca he sentido más optimismo respecto al futuro de Estados Unidos que esta noche. A pesar de nuestras dificultades, nuestra nación es fuerte. No nos damos por vencidos. No nos rendimos. No permitimos que el temor o las divisiones nos quiten el ánimo. En esta nueva década, es hora de que los estadounidenses tengan un gobierno tan decente como ellos; que encarne su fuerza. Y esta noche, me gustaría hablar sobre cómo podemos cumplir con esa promesa juntos.

… Para cuando termine de hablar esta noche, más estadounidenses habrán perdido su seguro médico. Millones lo perderán este año. Nuestro déficit aumentará. Las primas aumentarán. Los copagos aumentarán. Se les negará a los pacientes el cuidado que necesitan. Los dueños de pequeñas empresas continuarán cancelando toda cobertura. No abandonaré a estos estadounidenses. Tampoco debe hacerlo la gente en esta cámara.

…En vez de luchar las mismas trilladas batallas que han dominado Washington durante décadas, es hora de algo nuevo. Probemos usar el sentido común. Invirtamos en nuestro pueblo sin dejarle una montaña de deudas. Cumplamos con nuestra responsabilidad para con la gente que nos trajo aquí.

Para hacer eso, debemos reconocer que enfrentamos más que un déficit de dinero en este momento. Enfrentamos un déficit de confianza: dudas profundas y corrosivas sobre la manera en que opera Washington que se vienen gestando desde hace años. A fin de cerrar esa brecha de credibilidad, debemos tomar medidas en ambos extremos de Pennsylvania Avenue para acabar con la influencia desproporcionada de los cabilderos; para hacer nuestra labor a la vista de todos, y para darle a nuestro pueblo el gobierno que se merece.

Para eso vine a Washington. Por eso –por primera vez en la historia– mi gobierno publica en Internet quién visita la Casa Blanca. Y por eso hemos excluido a los cabilderos de puestos o escaños en juntas y comisiones federales que dictan política.

Pero no podemos parar allí. Es hora de requerir que los cabilderos informen de cada contacto que tienen con mi gobierno o el Congreso a favor de un cliente. Y es hora de poner límites estrictos a las contribuciones que los cabilderos les dan a los candidatos a cargos federales. La semana pasada, la Corte Suprema anuló un siglo de leyes al permitir que oleadas de intereses especiales –incluidas las empresas extranjeras– inunden nuestras elecciones con gastos ilimitados. Bueno, creo que las elecciones en Estados Unidos no deben ser financiadas por los intereses más poderosos de Estados Unidos, y peor aun, por entidades extranjeras. Deben ser decididas por el pueblo estadounidense, y por eso estoy instando a los demócratas y republicanos a que aprueben una medida que ayude a corregir este problema.

También estoy haciendo un llamado al Congreso para que continúe la reforma de asignaciones para proyectos especiales. Han recortado algunos de estos gastos y aceptado ciertos cambios significativos. Pero se requiere hacer más para recuperar la confianza del público. Por ejemplo, algunos miembros del Congreso publican en Internet las solicitudes de asignaciones especiales. Esta noche, insto al Congreso a que publique todas las solicitudes de asignaciones especiales en un solo sitio de Internet antes de que se someta a votación para que el pueblo estadounidense pueda ver cómo se está gastando su dinero.

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