Compendio SciCheck
El sarampión es una enfermedad muy contagiosa que puede ser grave e incluso mortal. Afortunadamente, puede prevenirse con seguridad mediante la vacunación. Pero a raíz de los brotes registrados en EE. UU. y otros países, probablemente en gran parte debido a los bajos niveles de vacunación, publicaciones en las redes sociales han restado importancia a los riesgos del sarampión y han afirmado falsamente que la vacuna “es más peligrosa que la enfermedad”.
Historia completa
El sarampión es una enfermedad vírica que causa fiebre alta, erupción cutánea, tos, secreción nasal y ojos enrojecidos y llorosos. Aunque suele ser leve, la enfermedad puede provocar complicaciones graves como neumonía y encefalitis, o inflamación cerebral, que puede causar sordera y daño cerebral.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), aproximadamente una quinta parte de las personas no vacunadas que contraen sarampión son hospitalizadas. Hasta 1 de cada 20 niños con sarampión padece neumonía; aproximadamente 1 de cada 1.000 padece encefalitis, y entre 1 y 3 de cada 1.000 mueren.
En cambio, la vacunación es casi siempre eficaz en prevenir el sarampión y suele causar efectos secundarios leves. Con el advenimiento de la vacunación generalizada, el sarampión se ha vuelto poco frecuente en EE. UU., por lo general se propaga solo cuando un viajero no vacunado lo introduce en el país y se encuentra con una cantidad suficiente de personas que no están vacunadas o que no contrajeron la infección con anterioridad.
Eso parece ser lo que ocurrió a partir de diciembre en Filadelfia, cuando un bebé infectado en el extranjero fue hospitalizado y procedió a infectar a otras tres personas en el hospital: un bebé demasiado pequeño para estar vacunado, un niño mayor y uno de sus padres, ambos sin vacunar. Un niño no fue aislado y asistió a una guardería mientras estaba enfermo, provocando infecciones en otras cinco personas. Desde mediados de enero, se ha confirmado un total de nueve casos en el brote, al menos seis de los cuales fueron hospitalizados y posteriormente dados de alta.
Recientemente, también han aparecido casos de sarampión en otros estados, entre ellos Georgia y Washington. El 25 de enero, los CDC emitieron una alerta a los médicos del país, advirtiéndoles de que estuvieran atentos a los síntomas del sarampión, dado que entre el 1 de diciembre y el 23 de enero la agencia fue notificada de 23 casos confirmados de sarampión. La “mayoría” de los casos, según los CDC, se dieron “en niños y adolescentes que no habían recibido una vacuna contra el sarampión”.
En otras partes del mundo, la situación es peor. A mediados de diciembre, la Organización Mundial de la Salud emitió una alerta advirtiendo de un “alarmante” aumento de casos de sarampión en la región europea en 2023. Las últimas cifras muestran más de 42.000 casos de sarampión en esa región en 2023, un aumento de casi 45 veces con respecto a 2022, incluidas al menos 5 muertes y casi 21.000 hospitalizaciones.
Desde el 18 de enero, un brote en una zona central de Inglaterra ha llegado a 216 casos confirmados y 103 probables, lo que ha llevado a las autoridades sanitarias del Reino Unido a declarar un “incidente nacional” e instar a la vacunación para frenar la propagación.
Funcionarios sanitarios y otros expertos atribuyen el aumento de los casos de sarampión al descenso de las tasas de vacunación, debido en parte a las dosis olvidadas durante la pandemia del COVID-19, combinado con el aumento de los viajes y la disminución de las protecciones de salud pública desde que la pandemia ha remitido. Dado que el sarampión es tan infeccioso, la tasa de vacunación debe ser muy alta (95%) para prevenir un brote en una comunidad.
Y sin embargo, en respuesta a las noticias de los recientes brotes, publicaciones en las redes sociales han estado plagadas de desinformación sobre el sarampión y la principal vacuna utilizada para prevenir la enfermedad, la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola conocida como triple vírica o MMR, por sus siglas en inglés.
“Mientras las noticias tratan de infundir miedo sobre el ‘brote’ de sarampión de 9 personas, recuerden que la vacuna es más peligrosa que la enfermedad”, afirmó incorrectamente una publicación en Instagram el 20 de enero, que probablemente se refiere al brote de Filadelfia y que muestra una lista de reacciones adversas de aspecto aterrador extraídas del prospecto de la vacuna. “Por no mencionar que el sarampión se puede contraer a través de la vacuna”.
Otra publicación en Instagram se centró en el hecho de que la vacuna contra el sarampión es una vacuna de virus vivo atenuado, para sugerir inexactamente que la vacuna es una fuente importante de propagación del virus. “Las personas no vacunadas no son las que deberían preocuparle”, decía el mensaje, antes de pasar a minimizar los riesgos de la enfermedad. “De cualquier manera, el sarampión no es algo para asustarse”.
Otra publicación, acompañada de un clip de “La tribu de los Brady”, enfatizaba el bajo riesgo de muerte por sarampión en EE. UU., mientras afirmaba sin fundamento que la vacuna triple vírica fue responsable de la muerte de 450 bebés en 2018.
“¡¡¡¡¡¡¡Nadie está muriendo de sarampión en EE. UU.!!!!!!!”, decía, y añadía: “1 persona murió de sarampión en los últimos 10 años y esa persona estaba vacunada”.
Como explicaremos, no hay nada que respalde la cifra de 450, y no está claro cuál era el estado de vacunación de la última persona que murió de sarampión en
EE. UU. En cualquier caso, centrarse únicamente en la ausencia de muertes por sarampión en EE. UU. es engañoso, ya que refleja el éxito de la vacuna y no tiene en cuenta lo que ocurriría si más personas renunciaran a la vacuna y los brotes fueran más frecuentes.
“Si llegamos a 1.000 casos al año, empezaremos a ver muertes por sarampión de nuevo”, nos dijo el Dr. Paul A. Offit, pediatra y experto en vacunas del Hospital de Niños de Filadelfia.
El sarampión es preocupante
Como dijimos, contrariamente a muchas de las publicaciones que restan importancia a la gravedad del sarampión, la enfermedad vírica puede ser grave, aunque las generaciones anteriores la aceptaran como una enfermedad normal de la infancia.
“El sarampión no es solo ‘un sarpullido’”, nos dijo un portavoz de los CDC. Según la agencia, antes de 1963, cuando estuvo disponible la primera vacuna contra el sarampión, cada año en EE. UU. se infectaban entre 3 y 4 millones de personas , 48.000 eran hospitalizadas, 1.000 desarrollaban encefalitis y entre 400 y 500 morían.
La mayoría de esas muertes, señaló Offit, se producían en personas previamente sanas. Ahora, esa carga de enfermedad se puede prevenir mediante la vacunación.
Los tres grandes problemas que llevaban a los niños al hospital, según Offit, eran la deshidratación, la neumonía y la encefalitis. “Si se hicieran radiografías de tórax a todas las personas con sarampión, la mitad tendrían radiografías de tórax anormales”, añadió.
“Recuerdo lo enfermo que podía ponerle el sarampión por aquel entonces”, dijo Offit. “De hecho, hoy en día, cuando piden a personas mayores como yo que bajen a urgencias para ver si alguien tiene sarampión, normalmente puedo saberlo en 30 segundos porque los pacientes están enfermos”.
En muy raras ocasiones, el sarampión también puede causar panencefalitis esclerosante subaguda (SSPE, por sus siglas en inglés), una enfermedad neurodegenerativa mortal que suele manifestarse entre seis y ocho años después de la infección.
Las investigaciones también han demostrado que el sarampión puede de hecho eliminar gran parte de la inmunidad preexistente que una persona ha desarrollado frente a otros gérmenes, lo que la hace susceptible a otras infecciones hasta varios años después de un brote de sarampión. Esto no ocurre tras la vacunación contra el sarampión.
Además, la razón por la que incluso unos pocos casos de sarampión aparecen en las noticias y porque las autoridades sanitarias entran en acción rápidamente para evitar una mayor propagación, es porque la enfermedad es una de las enfermedades más contagiosas, mucho más que la gripe o el COVID-19.
Alrededor del 90% de las personas no inmunes contraerán el sarampión si se exponen a una persona infectada. Y ni siquiera es necesaria la exposición directa, ya que el virus puede contaminar las superficies y permanecer en el aire.
Si hablamos de una habitación de hospital después de que alguien con sarampión haya estado en ella, Offit dijo:“Nadie puede entrar en esa habitación durante dos horas. Hay que esperar a que se asienten las pequeñas gotas que flotan en el aire como un fantasma”.
Vale la pena señalar que incluso hoy en día, no hay tratamientos específicos contra el sarampión. Los médicos pueden tratar los síntomas y proporcionar cuidados de apoyo, pero no existen antivirales que ayuden a combatir el virus. La OMS recomienda que todas las personas con sarampión reciban suplementos de vitamina A, ya que esto “restablece los niveles bajos de vitamina A que se dan incluso en niños bien alimentados”, y puede ayudar a prevenir la ceguera y posiblemente la muerte.
La vacuna triple vírica es muy eficaz y sus beneficios superan los riesgos
Varias de las publicaciones en las redes sociales tachan de peligrosa la vacuna triple vírica al señalar la larga lista de reacciones adversas que figuran en el prospecto del producto.
Offit nos dijo, sin embargo, que los prospectos de los productos deben considerarse documentos jurídicos, no documentos de comunicación médica. El hecho de que una reacción aparezca en la lista no significa necesariamente que se haya demostrado definitivamente que esté causada por una vacuna. La lista tampoco indica la probabilidad de que se produzca una reacción tras la vacunación, su gravedad ni la comparación del riesgo con una infección por sarampión.
Por ejemplo, el SSPE figura en la ficha de la vacuna triple vírica, pero es dudoso que esta vacuna pueda realmente causar esta enfermedad. Offit no lo cree así, y hay pruebas que sugieren que los pocos casos registrados en personas con antecedentes de vacunación reflejan en realidad casos de infección por sarampión no reconocida. En cualquier caso, las tasas de SSPE han disminuido en los países con vacunación generalizada, y la vacunación es la única forma de prevenir realmente la SSPE.
Como ocurre con cualquier producto médico, la vacuna triple vírica no es segura al 100%, pero lo es notablemente, y los beneficios superan con creces los riesgos. La mayoría de las personas no sufren o sufren solo efectos secundarios leves y esperados, como dolor en el brazo y fiebre leve. Aproximadamente el 5% de las personas presentarán una erupción, según el Libro Rosa de vacunas de los CDC.
Con menos frecuencia, pueden producirse otros efectos secundarios como convulsiones febriles, que no causan daños a largo plazo, y una breve disminución de las plaquetas, que nunca ha sido mortal. (El componente de rubéola de la vacuna triple vírica también puede causar dolor e inflamación articular, principalmente en adultos, pero esto también es temporal).
La erupción y la fiebre pueden considerarse una forma muy leve de sarampión, según Offit. Pero, contrariamente a lo que se dice en las redes sociales, que equiparan esta situación a una infección natural por sarampión, estos síntomas son mucho más leves y no plantean el mismo riesgo de complicaciones ni de transmisión vírica.
El virus del sarampión debilitado que contiene la vacuna triple vírica solo es capaz de provocar una infección peligrosa si la persona está gravemente inmunodeprimida. Por este motivo, según los CDC, estas personas no deben vacunarse.
Como ya hemos explicado, las personas vacunadas con virus vivos pueden excretar, o liberar, pequeñas cantidades de virus debilitados fuera de su cuerpo, pero esto es de esperar y no es motivo de alarma.
Los niños que desarrollan una erupción después de una vacuna contra el sarampión no se consideran contagiosos y no es necesario tomar precauciones aunque estén cerca de personas inmunodeprimidas. De hecho, para proteger mejor a las personas inmunodeprimidas, que tal vez no puedan vacunarse o no respondan plenamente si lo hacen, la vacuna triple vírica se recomienda explícitamente a los contactos familiares de esas personas.
Los CDC nos dijeron que “nunca se ha demostrado” la transmisión del virus atenuado del sarampión de alguien que recibió la vacuna triple vírica (MMR) o la MMRV, que agrega un componente para proteger contra la varicela, y citaron una revisión sistemática de 2016 que incluyó 773 artículos científicos. Y concluyó: “No se ha notificado ninguna prueba de transmisión de persona a persona del virus de la vacuna contra el sarampión entre las miles de muestras clínicas genotipadas durante brotes o transmisión endémica y estudios de casos individuales en todo el mundo”.
La agencia también dijo que “no hay antecedentes” de que se haya producido un brote de sarampión como consecuencia de la vacuna.
En cuanto a la afirmación de que 450 bebés murieron por la vacuna triple vírica en 2018, los CDC nos dijeron que “no hay pruebas de ninguno de los sistemas de vigilancia de la seguridad de las vacunas de los CDC que respalde esta afirmación”. Tampoco hemos encontrado pruebas que lo confirmen.
En EE. UU., la vacuna triple vírica se administra en dos dosis entre los 12 y los 15 meses, y entre los 4 y los 6 años. Según los CDC, una sola dosis tiene una eficacia del 93% en la prevención de la enfermedad, mientras que dos dosis tienen una eficacia del 97%. En el improbable caso de que una persona vacunada contraiga el sarampión, la enfermedad suele ser más leve y menos contagiosa para los demás que en una persona no vacunada.
La última muerte por sarampión en EE. UU. refuerza la necesidad de vacunarse
Una publicación en la que se argumentó en contra de la vacunación señaló la escasez de muertes por sarampión en Estados Unidos y afirmó engañosamente que la única persona que había muerto de sarampión en EE. UU. en la última década estaba vacunada.
Los CDC confirmaron que la última muerte por sarampión en EE. UU. se produjo en 2015, pero dijeron que se desconocía el estado de vacunación de la persona. El Seattle Times reportó en 2016 que la mujer fallecida “podría haber sido” vacunada de niña, pero la familia no tenía pruebas de ello. Así que su situación figuraba como desconocida. En cualquier caso, el ejemplo carece de un contexto importante, ya que, según los expertos, el caso subraya la necesidad de más vacunación, no de menos.
La mujer fallecida residía en el estado de Washington, padecía otros problemas de salud y tomaba medicamentos que suprimían su sistema inmunitario. Murió de neumonía, y no fue evidente que la neumonía se debiera al sarampión hasta que se realizó la autopsia, ya que no presentaba erupción ni otros síntomas. Se sabe que los pacientes inmunodeprimidos a veces no sufren erupción con el sarampión.
Sobre todo porque la mujer tenía el sistema inmunitario deprimido, aunque estuviera vacunada, esto no es una prueba de que la vacunación no funcione. Como varios expertos explicaron al diario USA Today en 2015, la muerte es un excelente ejemplo de por qué es de vital importancia que todas las personas que puedan vacunarse lo hagan, para evitar que el sarampión circule y suponga un riesgo para las personas vulnerables que no pueden vacunarse o para las que es menos probable que la vacunación sea eficaz.
“Esta trágica situación ilustra la importancia de inmunizar al mayor número de personas posible para proporcionar un alto nivel de protección comunitaria contra el sarampión”, dijo en ese momento el Departamento de Salud de Washington en una declaración.
Traducido por Claudia Cohen.
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