“El saber del ciudadano”

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Mientras la crispación permanezca en el discurso político, y pese a las peticiones de los lectores, estoy evitando abordar un problema de actualidad del que presuponen soy conocedora.

Prefiero colaborar a poner al derecho, un mundo al revés ya construido y acabar con la ausencia de educación que nos rodea que fomentar más diatribas. La falta de argumentos se suele encubrir tras el ataque al que no piensa igual, acompañado de grandes dosis de falta de educación, lo vemos cada día en los medios ofreciendo un espectáculo bochornoso y dañino a la convivencia pacífica.

Los “pilares” (fundamentos jurídicos, instituciones y su razón histórica, etc.) que sostienen nuestra sociedad son comunes: La ventaja de que los problemas sean similares es que las soluciones serán parecidas.

¿Conoce las bases en las que se sustenta el país en el que vive o del que procede? ¿Cuántas veces ha oído a los ciudadanos de este país decir que si ellos tuvieran que pasar el examen de naturalización, lo suspenderían?

El ciudadano por el hecho de serlo, debe conocer los elementos básicos para entender qué es la democracia y evitar que personajes pasajeros le engañen. Se han subido “al barco” de la política, sentimientos y emociones. La historia y el dolor humano (los sentimientos de los votantes) se están utilizando políticamente (observen los “dardos” que los candidatos y sus seguidores se arrojan entre sí). Este es uno de los motivos por el que hay que leer –sin importar la edad–, buscar la compañía de los libros y de los periódicos.

Los jóvenes en formación afirman que su fuente principal de lectura proviene de lo que capturan en redes sociales. Ese tipo de lectura pasiva e indiscriminada no es leer sino engullir. Hablo de interrogar a los libros, de buscar en ellos respuestas, no hablo de aceptar como válido lo que salga en la pantalla de una computadora o de un celular.

Aunque esté tomando tiempo reunir las pruebas para demostrar la interferencia de Rusia y Venezuela con campañas desinformativas y manipuladoras desde redes situadas en Moscú, lo cierto es que, cada vez se está más cerca de explicar y demostrar ciertas intoxicaciones informáticas que han desestabilizado a diferentes países en estos últimos tiempos (en el caso español más del 50% de los perfiles que difundieron informaciones falsas estaban registrados en Rusia y el 30% en Venezuela, sólo el 3% eran reales).

La Unión Europea dispone de apenas 14 expertos cuyo trabajo es contrarrestar las campañas desinformativas que proceden de Rusia, pero no se les puede echar a ellos (los rusos o Putin, aún se discute si el Kremlin anda tras esto) todas las culpas. Los usuarios ayudaron mucho, creyéndose todo lo que les “twittearon”. Estar enganchados a las redes –y no a los libros– ha creado personas carentes de pensamiento crítico que admiten como ciertas las incoherencias más peregrinas. Fueron precisamente las personas maduras, crecidas en un mundo sin computadoras ni celulares, las que primero detectaron el sinsentido “de lo que estaba pasando”.

Según Pew Research Center el abandono escolar entre hispanos ha descendido del 32% en 2000 al 12% en 2014. En ese mismo año el 35% de hispanos entre 18 y 24 años se matricularon en los colleges para carreras de dos a cuatro años (frente al 22% en 1993). Sin embargo, todavía nuestros jóvenes fallan en la obtención de su título de cuatro años (sólo el 15% frente al 41% de los blancos, el 22% de los afroamericanos y el 63% de los asiáticos).

Y así tenemos a ancianos llenos de sentido común (y de libros) que analizan mejor la propaganda, y su alcance distorsionador, que los adolescentes y millennial en los que aquéllos emplearon recursos, tiempo y dinero para convertirles en la “generación mejor preparada de la historia” pero que no piensa, fundamentalmente porque no lee, habría que añadir.

La lectura y con ello el saber del ciudadano ayuda a desarrollar un pensamiento crítico. Si los políticos en particular y la sociedad en general, fueran capaces de traer al discurso, la racionalidad, el análisis de los hechos, los contrastes de intereses y de pareceres, el ejercicio de derechos y deberes, de pactos y de deliberación, el debate político –o cualquier otro–, sería enriquecedor y positivo, y los ciudadanos, y como consecuencia, nuestra sociedad, mucho mejor. Nuestra comunidad tiene una oportunidad de oro para liderar esta opción.