Por Obed Arango
El Día de Muertos se ha convertido en una celebración que va en aumento más allá de México, si bien la tradición nació en tierras mexicanas y recuerdo cómo en la primaria y secundaria los estudiantes participamos en la puesta en el altar, al encontrarme en la Villa Inmigrante noto cómo la celebración ha ido en aumento y cómo se ha convertido en una celebración significativa para quienes estamos lejos, lo mismo se celebra en Delaware, South Philly y Norristown.
Sin embargo, encuentro triste, y desgraciadamente, que uno de los referentes primarios que hoy tienen los niños acerca del Día de Muertos es la película COCO, cuando pienso que el referente que deberían tener es la experiencia de participar en la tradición, recordar con amor a quienes se fueron de este mundo, y conmemorar su vida. Si bien la película nos acerca a ciertos aspectos de la tradición, Disney hace lo que hace con todas las tradiciones milenarias de las diversas culturas, las caricaturiza y las presenta de manera “light” óptima para el público anglosajón. Lo peligroso de esta propuesta es que transfiere ese conocimiento ligero de la cultura reproduciendo estereotipos como si fuera la misma cultura, y no una interpretación simpática de esta. La película es tierna y nos hace reír y llorar, funciona. Pero debemos tener cuidado en pensar que esa es la celebración.
Crecí muy cerca de uno de los grandes panteones del Estado de México, Jardines del Recuerdo, ahí yacen mis abuelos maternos, el primero de noviembre las escuelas cerraban, las avenidas se llenaban, la vendimia de flores y veladoras andaba todo el día y toda la noche, la música se escuchaba a la distancia, y el panteón se iluminaba como si la colina estuviera llena de luciérnagas. El día de muertos resultaba ser una fiesta que combinaba lo sacro y la solemnidad con la fiesta, las lágrimas con las risas, las memorias y los momentos de cocinar juntos en muchas de las casas, y de conversar con los más pequeños acerca de la vida de sus abuelos, tíos, padres, y cada ser amado.
Recientemente en CCATE tomamos un taller acerca de cómo procesar el luto, y me di cuenta de que la tradición del Día de Muertos es una de las maneras más vivas que nos permite entender el dolor, atesorar las memorias, y honrar a quienes nos llenaron el mundo con sentido.
